Destellos en la España obsesivamente ética y tecnocrática
El ex ministro, ahora presidente de Caja Madrid, defendía implícitamente la tesis de los expertos que apuntan a que tenemos que gastar entre 30.000 y 80.000 millones de euros para poner en orden nuestras cajas. Pero esto era, más o menos, sabido. Lo interesante de la presentación fue el diálogo entre José María Fidalgo, ex secretario general de Comisiones Obreras, y el propio Pérez Díaz (http://www.asp-research.com). La preocupación por el destino de nuestro país ha hecho posible un encuentro de este tipo, que supera la tradicional defensa de posiciones ideológicas o intereses económicos y mira, con sinceridad, la realidad.
Fidalgo sorprendió por el relato personal en el que explicaba cómo había adquirido certeza sobre lo que ya creía saber. "Es al ver en la realidad lo que has estudiado y has oído desde hace mucho tiempo como lo aprendes de verdad", sostuvo. ¿Y la crisis? La osadía de Fidalgo es no limitarse a hablar de las necesarias reformas estructurales sino vincularla a la condición humana. El artículo que Alfonso Carbajo ha publicado en el último número de la Revista de Libros, "Ortodoxias y heterodoxias sobre la crisis financiera" (http://www.revistadelibros.com/articulo_del_mes.php?art=4836) refleja bien cómo todos estamos obsesionados por entender la crisis sólo recurriendo a las claves de la avaricia y de la envidia. ¿Hay algo más en la condición humana que la ética?
El estudio de Víctor Pérez Díaz refleja la desconfianza de los españoles hacia los políticos, la separación de clase política y de sociedad, de sociedad y de medios de comunicación, la falta de calidad educativa y muchos otros parámetros que explican la situación actual. Pero lo interesante es que pone en valor ciertos elementos de la condición humana por su capacidad de generar bienestar y desarrollo. Pérez Díaz tiene el valor de poner negro sobre blanco el olímpico desprecio de los españoles hacia el conocimiento. Eso no es novedoso. Pero sí es novedoso, por ejemplo, que atribuya la falta de capacidad para construir un proyecto de país diferente a la ausencia de relaciones de confianza en la vida social y económica.
Los españoles confiamos en la familia, pero sólo en la familia. La confianza es una dimensión íntima y sentimental, no una energía que nos permita sostener juntos proyectos ambiciosos. Aparecen destellos de ese enfoque antropológico que tanto necesitamos en una España en la que sólo se habla de valores y en la que predomina el enfoque tecnocrático. Las respuestas que necesitamos son las que nos puedan ayudar a entender de dónde podemos sacar las energías para volver a empezar.