Deserciones en las FARC

Mundo · John Michael Heittman (Medellín, Colombia)
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15 enero 2009
Quizás sea por esa inherente capacidad del ser humano de hacer autocrítica, o por la intrínseca virtud del arrepentimiento. Sea como fuere, en los últimos días hemos asistido a la liberación de tres rehenes de la organización terrorista FARC, de manos de sus propios captores. Lo cual nos lleva a preguntarnos si el final del conflicto está más cerca. Pero lo único que podemos asegurar a día de hoy es que tres familias vuelven a estar unidas.

Juan Fernando Samudio Vergara fue secuestrado el día 5 de septiembre de 2007 en Bogotá. Volvió a la libertad gracias a una de sus carceleras. Zenayda Rueda Calderón, alias "Miryam", era apenas una adolescente cuando fue obligada a ingresar en la guerrilla. Hace seis días volvió a la libertad al escapar con su prisionero. Ahora tratará de borrar las violaciones, torturas, vejaciones y crueldades que recibió y cometió en la selva, y tratará de recuperar a su familia, perdida en el tiempo y el olvido, y a los dos hijos que crió en la selva y que le fueron arrebatados por sus propios comandantes.

El día 24 y 27 de diciembre desaparecieron los otros dos rehenes liberados. Leonardo Almaciga Pardo y un joven de 15 años, Álvaro Martínez, a quien intentaban lavarle el cerebro para que se alistara en las filas de la guerrilla (obligándolo a fabricar minas antipersona, al mismo tiempo que intentaban cobrar su rescate). La madrugada del día 13 comenzó la fuga. Los dos terroristas, alias "Ernesto" y "David", asignados al eje 26 de las FARC, liberaron a sus rehenes y se lanzaron a una carrera contra la muerte a través de la selva. Como si de un guión de Hollywood se tratará, guerrilleros y liberados tuvieron que huir entre los disparos de otros 12 terroristas que los perseguían con órdenes de asesinarlos a todos, mientras el GAULA se desplegaba en la zona para rescatarlos.

La historia de estas personas, secuestradores y secuestrados, invita a la reflexión. Cada día que pasa se hace más patente que la organización terrorista no puede seguir manteniendo sus mentiras, al menos no entre sus propios miembros. Los desmovilizados nos hacen un retrato grotesco de unas FARC rotas por dentro, desgarradas por décadas de lucha sin sentido, con unos ideales políticos que hace años desaparecieron para ser sustituidos por el narcotráfico, el secuestro, la violación y la esclavitud. El guerrillero que está en la selva ve sus ropas raídas y su comida caducada, mientras el alto mando de las FARC dirige los hilos de sus marionetas sentado en un cómodo despacho. El guerrillero es un terrorista… pero también un soldado, que ha recibido su pertinente lavado de cerebro desde niño, que ha sido despojado de la poca humanidad que pudo llegar a tener.

Pero los recuerdos de una familia, como en el caso de Zenayda, o el afán de tener una vida honrada, como ocurre en los otros dos incidentes, son motivos suficientes para que el soldado recupere esa dignidad arrebatada y vuelva a ser persona. Son motivos para la autocrítica y el arrepentimiento.

En cuanto a las FARC, esto supone otro golpe para la organización. Otro revés más, que tendrá su respuesta. Mientras el Ejecutivo de Álvaro Uribe Vélez se felicita por las liberaciones, se prepara para las represalias. Pues la organización no digiere nada bien este tipo de deserciones y un acto de desesperación puede llevar a una escalada de la violencia, en forma de atentados, como ya ha ocurrido a lo largo de 2008. Aun así, no deja de ser otra vuelta de tuerca a las FARC, otro giro inesperado. Pero no se debe frenar ahora, hay que seguir firmes, hasta que se rompa la tuerca… Aún quedan 4.200 secuestrados, y mientras eso siga así, todos somos rehenes.

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