Desde Nowa Huta al Muro de Berlín
Nowa Huta iba a ser el proyecto emblemático de la construcción socialista. Fue la primera ciudad "sin Dios" en la historia polaca, construida deliberadamente sin ninguna iglesia. En ese lugar, concebido como un contrapeso proletario a la intelectualidad de Cracovia, se pretendía crear a un "hombre nuevo" – el homo sovieticus. No hubo que esperar mucho para ver los efectos de ese experimento comunista. Pasados unos años, el grado de desmoralización de la población de Nowa Huta era espantoso. Según Marek Lasota, historiador del Instituto de la Memoria Nacional de Cracovia, "la prostitución, encubierta y no encubierta, llegó a alcanzar allí un altísimo porcentaje y el alcoholismo era casi universal".
Esta nueva realidad socialista fue descrita por Ryszard Kapuscinski en su reportaje "Ésta también es la verdad sobre Nowa Huta", publicado en las páginas del periódico Sztandar Mlodych en 1955. En ese texto asoma la imagen aterradora de una vida vacía, de la que los jóvenes trabajadores se evaden con el alcohol. La descomposición moral estaba a la orden del día. Kapuscinski cita la conversación con una prostituta de 14 años, marcada ya por una enfermedad venérea y que presumía de haber contagiado a ocho hombres: "Cuando conversamos con ella hablaba de sus hazañas de un modo tan vulgar que daban ganas de vomitar". Esta situación supuso un desafío para la Iglesia de Cracovia. Sin embargo, llevar a cabo el trabajo pastoral en Nowa Huta era difícil. Ni siquiera había una parroquia.
Wojna o krzyżLa guerra de la Cruz
En 1958, el arzobispo Eugeniusz Baziak de Cracovia decidió que su obispo auxiliar sería un conocido sacerdote de 38 años de edad, Karol Wojtyla. Se convirtió así en el obispo más joven de la jerarquía de la Iglesia polaca, con sólo 12 años de ministerio sacerdotal. Los viejos canónigos de la curia de Cracovia se opusieron a este nombramiento, ya que preferían que el obispo fuese alguien con más experiencia. El arzobispo Baziak, sin embargo, dijo que quería "tener un obispo que supiese cómo actuar, y no alguien para un decorado". Afirmaba que el padre Wojtyla tenía el conocimiento de la sociedad moderna, del comunismo y era el hombre que él necesitaba. Sobre todo en Nowa Huta.
La ventaja de Karol Wojtyla fue que durante la guerra había trabajado como obrero en una cantera y en una fábrica de productos químicos. Después de la guerra, y durante su viaje a Francia, entró en contacto con la pastoral obrera y decidió utilizar esta experiencia en Polonia. Sabía que el sacerdote debía estar cerca de sus fieles. Por eso iba a Nowa Huta en todas las festividades y celebraba al aire libre la Pascua o la Misa de Nochebuena, aunque estuviera cayendo una feroz helada.
Desde el principio, empezó a luchar para construir una iglesia en Nowa Huta. Las autoridades comunistas, después de la muerte de Stalin, dieron su consentimiento, pero más tarde retiraron el permiso. Así, la vida parroquial se centró alrededor de una gran cruz levantada en medio de la parcela destinada a la construcción de la iglesia. Cuando en abril de 1960 las autoridades decidieron quitar la cruz, provocaron una revuelta popular. Los obreros de Nowa Huta, de forma espontánea, se pusieron de pie de guerra para defender la cruz. En los combates callejeros la milicia utilizó sus armas. Muchas personas fueron heridas o detenidas.
Miasto synów BożychUna ciudad de hijos de Dios
En su libro ¡Levantaos, vamos!, Juan Pablo II describe la "guerra de nervios" que provocó su oposición a las autoridades y cómo, finalmente, en 1967 recibió permiso para la construcción de la iglesia. Así, en el año 1977, él mismo consagró la iglesia parroquial de Nowa Huta bajo la invocación del "Arca del Señor". Pero, desde el principio y durante la construcción del templo, el obispo Wojtyla se preocupó especialmente de su labor pastoral entre los trabajadores. Puesto que la gente no podía ir a la iglesia, la iglesia tuvo que ir a la gente. Uno de los primeros sacerdotes de Nowa Huta fue el padre Józef Kurzeja. Mientras se edificaba la iglesia construyó una humilde capilla de madera que, como recuerdan todavía los habitantes de Nowa Huta, parecía una caseta de obra, y se lanzó a visitar piso por piso, familia por familia, a sus nuevos parroquianos.
Para el obispo Wojtyla fue crucial la formación de las conciencias. En su ministerio siempre trató de restablecer la dignidad de las personas. Durante la inauguración del "Arca del Señor" dijo: "Esta ciudad no es una ciudad de personas que no pertenecen a nadie. Personas con las que se puede hacer lo que se quiera, que pueden ser manipulados de acuerdo con las leyes o las normas de la producción y el consumo. Esta ciudad es una ciudad de hijos de Dios".
El periodista Bogusław Chrobot, de la televisión Polsat, que entonces tenía 13 años y que fue uno de los 150.000 habitantes de Nowa Huta, recuerda que, desde la perspectiva de los años, aquello le parece ahora un presagio de los acontecimientos posteriores que se produjeron ya durante el pontificado de Juan Pablo II.
Karol Wojtyla cambió completamente la cara de Nowa Huta. Cuando dejó Polonia en el año 1978, era ya otra ciudad. Dos años más tarde se convirtió en uno de los bastiones de "Solidaridad". Como escribió Marek Lasota, "esta ciudad desmoralizada, alcoholizada y destruida por las patologías se transformó en una de las más activas y fuertes comunidades del sur de Polonia que conformaron el movimiento "Solidaridad".
Durante su primera peregrinación a Polonia en 1979, ya como Papa Juan Pablo II, Wojtyla quiso visitar Nowa Huta, pero el Gobierno sólo le permitió celebrar una Eucaristía en una población cercana. Desde allí, en su homilía, el Papa dijo: "No se puede separar la Cruz del trabajo humano. A Cristo no se le puede separar del trabajo del hombre".
Y éste fue, sin duda, el primer paso hacia la caída del muro de Berlín.