Desaparecer para rezar

Mundo · Roque Manuel Pérez Rivero
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28 febrero 2013
Su Santidad ha elegido el día de la Virgen de Lourdes para darnos otra de las clases magistrales de su pontificado. A pesar de la sorpresa, de la tristeza, no me queda sino expresar mi más sincero agradecimiento al Santo Padre, y a Dios, por la entrega de su vida a la Iglesia y especialmente por los ocho años de su pontificado.

Sin duda, el anuncio del Papa ha sido una genial catequesis cuaresmal. Con este acontecimiento, Dios habla, por lo menos a mí, de conversión, de amor a Dios, con mucha mayor profundidad que cualquier retiro cuaresmal.

Escuchando esta mañana en la radio sobre qué haría el Papa tras su renuncia, me encantaba la idea de que el Papa "desaparece para rezar". Se decía que con tal de no interferir con su sucesor, desaparecería del Vaticano enclaustrándose en un monasterio de clausura, dedicándose a la oración y al estudio.

Viendo ya que el ser Papa en sí es un servicio, una cruz, sin embargo me edifica la libertad con la que Su Santidad decide renunciar, dejando claro que las palabras que dijo al inicio de su pontificado, "Soy un humilde obrero en la viña del Señor", no era una frase hecha. Hasta los últimos momentos de su pontificado, lo ha encarnado con gran fidelidad.

Antes me insinuaba un amigo que Cristo no se bajó de la cruz, haciendo referencia al final del pontificado de Juan Pablo II y sus famosas palabras. Sin embargo, no veo en Benedicto XVI un bajarse de la cruz, una evasión, una huida. Más bien, veo una fe y confianza plena en el Señor, sabiendo que la Iglesia no es suya sino de Cristo… Como humilde obrero del Señor, obedece lo que Dios le va marcando en cada momento de su vida.

Recuerdo la semana santa del año 2010, año de los escándalos por la pederastia de curas católicos, en la que el Papa se mostraba ante el mundo y la Iglesia como Cristo a Pilatos en la Pasión del Evangelio de San Juan… Con total dignidad, entrega, amor de Padre… Nos hablaba del martirio pero encarnándolo él como un Padre que da ejemplo a sus hijos…

Recuerdo el día en que fue elegido Papa, como inmediatamente después de asomarse al balcón, comenzó una gran persecución, un frontal ataque a su persona, que hasta alemanes ateos tuvieron que salir en su defensa ante los medios españoles… Sin embargo, a pesar de la imagen de hombre cuadriculado, férreo, duro, que se nos quiso dar de él, nos queda su humildad, su ternura, la sencillez de sus escritos a pesar de su gran sabiduría, su firmeza, su celo, su caridad, su perdón…

Santo Padre… Muchas gracias por todo… Gracias por su pontificado… Gracias por su testimonio de fe, de esperanza y de caridad. Seguiré rezando por Su Santidad y por estos días previos al nombramiento de su sucesor. Gracias…

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