¿Desahucios?: Tenemos casa
Desde que comenzara la crisis en 2007 sehan producido en España 350.000 desahucios. Con la pérdida de la casa no sesoluciona el drama porque hay que seguir pagando la deuda. No existe un régimencomo el de Estados Unidos de dación en pago que cancela la deuda al entregar lavivienda. Estamos pagando ahora los platos rotos de la fiesta inmobiliaria.Muchas familias, en medio del boom, firmaron créditos hipotecarios que lesfinanciaban más del 100 por 100 de su nuevo hogar. Parecía normal que losbancos y las cajas de ahorro tuvieran una política comercial agresiva y que losclientes aceptaran compromisos, sin conocer muy bien las condiciones, ante laperspectiva de una revalorización alta en un período de tiempo breve. En losaños locos parecía que no era necesaria la prudencia. Muchos pensaron que nuncaperderían el trabajo o que nunca descendería tanto su capacidad adquisitiva.Pero la pobreza se ha disparado. Y ahora sabemos que el 20 por ciento de lashipotecas que se firmaron entre 2004 y 2008 son de alto riesgo.
El Gobierno ha presentado este lunes unaserie de medidas para dar una solución a las familias que están en unasituación desesperada. Se les alargan los plazos de pago. Para el resto de casosproblemáticos la solución no es fácil. La dación en pago retroactiva no puedegeneralizarse: los créditos hipotecarios se firmaron a un precio más bajoporque esa posibilidad no se contemplaba. Sí podría servir para los futuroscontratos si se admite que se encarezcan las hipotecas. En un país como España,en el que hay obsesión por la propiedad inmobiliaria, eso exigiría cambiar dementalidad y recurrir al alquiler. A corto plazo otra solución es establecerComisiones de Sobreendeudamiento como existen en Francia. En esas comisiones sedetermina si hubo buena fe al contraer un exceso de deuda, y después se mejoranlas condiciones de pago.
En cualquier caso hay un problema de fondoque han destapado los desahucios y del que se habla poco. Los dos suicidios sonla expresión extrema de la debilidad con la que todos afrontamos la crisis. Eldesempleo o la pérdida de la casa son circunstancias muy adversas. Por esotodas las iniciativas de caridad en este momento tienen un gran valor. Cubrirlas necesidades básicas de una persona es una forma precisa de expresar sudignidad. Pero tenemos que reconocer que lo más duro no es quedarse sin trabajoo sin techo, perder una parte del suelo o ver arruinarse la empresa en la quetrabajas. Lo realmente trágico es que todas esas circunstancias vienenacompañadas de una pérdida de la estima hacia nosotros mismos. Y es que,admitámoslo, habíamos pensado que nuestra vida coincidía con cierta forma dééxito. Eso es lo que ahora nos deja paralizados, nos impide pedir ayuda, noshace menos creativos, menos dispuestos a buscar nuevas oportunidades.
La crisis por eso es una ocasión paravolver a usar la razón hasta el fondo, para hacernos reconocer quiénes somos.Sin un cambio de mentalidad estamos condenados a que las circunstancias nosaplasten. Podemos perder el techo, Dios no lo quiera. Pero siempre tendremoscasa. La razón nos permite reconocer que estamos vivos, que cada mañana laexistencia se nos da como un regalo, que tenemos un Padre. ¿Parece naif?¿Parece un refugio que nos saca de la realidad en los tiempos duro? No lo es.Es religioso. Sobre esa evidencia nuestros antepasados levantaron lacivilización que se ha convertido en nuestro hogar. Al principio no había másque ciudades destruidas y bárbaros asediando por todas partes, después hubosolo algunos libros, el arado romano y la dura tierra que rotular. Peronuestros padres, los de hace 1.400 años, sabían que Alguien les quería. Y esoes lo que más importante, siempre, pero especialmente en una crisis.