Derbi difuminado

Lo que debiera haber sido de nuevo una fiesta del fútbol, el partido entre Atlético y Real Madrid se convirtió en un nuevo caso de degradación del deporte. Ancelotti fue incapaz de imponer su modelo. Ni el descanso fue suficiente para asentar la cabeza y recuperar los conceptos con los que ha ofrecido su mejor versión esta temporada el Madrid. Pero el único culpable no es el conjunto rojiblanco. Enfrente Pepe volvió a ser protagonista en una lucha encarnizada de ojos tensos y pierna volando.
Al Atlético se le podían escapar muchas de sus aspiraciones en el derbi madrileño. El tempranero gol de Benzema no aguó las esperanzas rojiblancas. Los del Cholo se olvidaron del marcador para hacer su partido. Un golazo de Gabi desde lejísimos, además de las reiteradas interrupciones del juego a base de falta con bronca de postre, se convirtieron en el antídoto para seguir vivos en liga.
Modric y Xabi no aparecieron. Ancelotti sufría con la mirada y el andar cabizbajo en el área técnica. El Madrid no se encontró en el Calderón. Cayó en la trampa atlética. Simeone ganó en ese aspecto. Al final la raza y la brega sacaron un punto del fortín colchonero a base de un disparo con más rabia que precisión de Cristiano.
Y lo más grave. El árbitro se vio sorprendido por un partido rudo y violento. Ni cinco colegiados hubieran sido suficientes para estar atentos a todos los lances del juego. Diego Costa y Pepe encabezaron las listas a gladiador del año. Y van dos batallas así entre estos equipos recientemente. Primero la ida de la eliminatoria de Copa. Ahora, la vuelta del partido de liga. Arañazo al deporte, al fútbol en concreto, y a la concepción de este como un lugar en el que la persona crece. Haríamos bien en estar más pendientes de subsanar esta hemorragia en la que acaba el deporte rey por momentos.