Del Día de la Mujer y el corazón morado
Un grupo de padres esperan a las puertas de un centro de día de personas con TEA la salida de sus hijos. Entre ellos, un arquitecto de éxito, padre de familia numerosa y con un pisazo en el barrio de Salamanca; una mujer con perrito que pasa el día en el gimnasio –el resto del grupo ya sabe que las apariencias engañan porque nunca habrían dicho a primera vista que la mujer había adoptado a su hija con autismo–; una ama de casa ya entrada en años; un diplomático africano que no se maneja muy bien en español y habla lo justo; una estudiante de Medicina, que va a recoger a su hermano mayor cuando sale de clase; o una profesora de Primaria en un colegio de barrio.
Es 8 de marzo y Madrid está teñido de morado, así que el tema de conversación es inevitable. Alguna de las mujeres comienza un monólogo en el que muestra su cansancio por “tanta pantomima”. En seguida saltan otros para defender que por desgracia las mujeres todavía tienen mucho por lo que luchar. Uno de los hombres reconoce con timidez que en sus redes sociales ha compartido un vídeo en homenaje a todas las compañeras de su hijo en el centro, en el que, por cierto, han celebrado el día por todo lo alto. Qué estarán pensando el director y los profesores, piensa uno de ellos, que se ha dado cuenta de que las ventanas de los despachos que dan a la calle están abiertas.
Entonces se abre la puerta y salen los chicos. Llevan en la mano un corazón morado de cartulina en el que se lee “feliz Día de la Mujer” que han preparado para sus madres y hermanas. Todas las madres –también los padres– los acogen con una sonrisa y agradecen el gesto, y todas lo guardan como un valioso tesoro, desde la más crítica hasta la más defensora.
Los integrantes de este grupo tan variopinto, si hubieran tenido una vida “normal” nunca habrían coincidido. Nunca habrían sido vecinos, ni habrían llevado a sus hijos al mismo colegio. Probablemente nunca se crucen en ningún escenario laboral. Pero ahora comparten un ratito de charla cada tarde, entienden mejor que nadie las dificultades de los otros y empiezan a llamarse amigos. Incluso algunos han hecho por coincidir algún día en vacaciones. Y celebran juntos cada avance de sus hijos, y de los otros, también que puedan hacer un corazón de cartulina, ya sea morado, amarillo o verde.