Debatid con libertad, Pedro custodia la fe

Mundo · José Luis Restán
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6 octubre 2014
El gran diálogo ya ha comenzado en el interior de la Asamblea Sinodal. Con las numerosas voces que se irán sucediendo habrá de tejerse un documento final que servirá de base para ahondar y proseguir el camino que el Papa Francisco ha propuesto a toda la Iglesia, y que culminará en la nueva Asamblea convocada para octubre de 2015. Se trata de redescubrir, desde dentro, el evangelio de la familia, con toda la fuerza y belleza con que Jesús lo introdujo en el mundo. Y se trata de hacerlo en diálogo con las dudas, límites y rebeldías de los hombres y mujeres de hoy, con los que Dios quiere mantener el diálogo de la salvación a través de su Iglesia.

El gran diálogo ya ha comenzado en el interior de la Asamblea Sinodal. Con las numerosas voces que se irán sucediendo habrá de tejerse un documento final que servirá de base para ahondar y proseguir el camino que el Papa Francisco ha propuesto a toda la Iglesia, y que culminará en la nueva Asamblea convocada para octubre de 2015. Se trata de redescubrir, desde dentro, el evangelio de la familia, con toda la fuerza y belleza con que Jesús lo introdujo en el mundo. Y se trata de hacerlo en diálogo con las dudas, límites y rebeldías de los hombres y mujeres de hoy, con los que Dios quiere mantener el diálogo de la salvación a través de su Iglesia.

Al comenzar esta aventura quisiera tan sólo rescatar algunas palabras que me han parecido especialmente relevantes para disponer la mente y el corazón, sobre un fondo ruidoso y chirriante en el que se vienen mezclando realidad y construcción virtual. En primer lugar la indicación del cardenal de Viena, Christoph Schönborn, cuando se ha referido a las heridas de la familia en una dirección apenas escuchada estos meses: “yo provengo de una familia cuyos padres estaban divorciados –ha confesado el cardenal– y pienso que la herida más dolorosa es la de los hijos, siempre son las primeras víctimas, porque viven en su corazón la división de sus padres… lo que me escandaliza en todo este debate (sobre los divorciados que han vuelto a casarse civilmente) es que nadie habla de los hijos”.

Una segunda palabra importante la encuentro en la Relación inicial que ha estado a cargo del cardenal húngaro Péter Erdö, al recordar que la medicina que la Iglesia puede ofrecer para las llagas de tantas familias es precisamente “la clara y plena verdad del Evangelio… sin disminuir la verdad, debe proponerse poniéndonos en la perspectiva de aquellos a quienes cuesta reconocerla como tal y vivirla”. Y en ese sentido el Relator del Sínodo destacó que las enormes dificultades del presente no deben hacernos olvidar “el testimonio de muchos matrimonios y familias cristianas vivido felizmente”.

También me ha parecido luminosa una intervención pública del cardenal Angelo Scola en los días previos al Sínodo: “no se trata de trazar los límites entre lo permitido y lo prohibido, sino sobre todo de volver a poner en el centro las razones de la enseñanza de la Iglesia, que se fundamente sobre el designio original de Dios, y preguntarse cuál es su conveniencia humana… La Iglesia no es una madre sombría que frente a las preguntas de sus hijos levanta una barrera de noes. Su propuesta, también en materia de amor, matrimonio y familia, encierra en sí misma el gran sí de Dios a la humanidad: sí al bien de la diferencia sexual que se abre al otro; sí a un amor que, para ser en cuerpo y alma y para siempre, se hace fecundo en el don de la vida acompañada por un paciente trabajo de educación”. Scola afirma que es preciso ante todo testimoniar este bien que propone la Iglesia, testimoniarlo a través de una confrontación cordial con el nuevo contexto cultural en el que nos toca vivir, “sin cerrazón pero también sin reticencias ni timidez”.

Ciertamente la atmósfera de los días previos al Sínodo no ha sido siempre serena. De ahí la relevancia de una intervención del cardenal canadiense Marc Ouellete, Prefecto de la Congregación para los Obispos, quien ha advertido que “los ecos mediáticos de estas últimas semanas de preparación al Sínodo podrían dejar creer que los obispos y cardenales están también ellos divididos en partidos y que el Papa se identifica con uno de ellos, pero esta lógica de debate, propia del campo político, es extraña al modo de pensar de Cristo y de la Iglesia y como consecuencia debe ser evitada si se quiere responder adecuadamente a los objetivos de la asamblea sinodal”.

Una de las personalidades que algunos medios han colocado en el campo de los supuestamente “resistentes” a la línea de Francisco, el arzobispo de Bolonia, Carlo Caffarra, ha realizado la declaración quizás más dramática de estos días, al afirmar que hubiese preferido que la prensa le adjudicara un amante antes que levantar la sospecha de que se sitúa en oposición al Papa. “Porque si un obispo tiene un pensamiento contrario al del Papa lo que debería hacer es marcharse de su diócesis, ya que conduciría a sus fieles por un camino que ya no sería el de Jesucristo… Que me hayan considerado contrario al Papa es algo calumnioso que me ha amargado profundamente”, ha dicho Caffarra, quien ha subrayado que lo que Francisco ha pedido es precisamente un debate en el que todas las voces puedan ser oídas.

Y precisamente eso es lo que ha pedido el Papa a los miembros del Sínodo en su primera intervención del lunes. “Hay que decir todo lo que en el Señor se siente que se debe decir, sin respeto humano, sin temor. Y, al mismo tiempo, se debe escuchar con humildad y acoger con corazón abierto lo que dicen los hermanos… Por ello les pido, por favor, estas actitudes de hermanos en el Señor: hablar con parresia y escuchar con humildad. Y háganlo con mucha tranquilidad y paz, porque el Sínodo se desarrolla siempre ‘cum Petro et sub Petro’ (con Pedro y bajo Pedro) y la presencia del Papa es garantía para todos y custodia de la fe”. A todos nos vendrán bien la libertad, valentía y humildad (todo ello, en el Señor) que recomienda Francisco. Y caminar con paciencia y serenidad, porque aunque algunos parecen olvidarlo, Pedro es el lugar de la última paz para todo fiel cristiano.

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