Debate de investidura: necesitamos grandes cambios
El debate de investidura de esta semana nos ha permitido confirmar varios hechos en relación a los líderes de los principales partidos políticos:
– Pedro Sánchez no tiene ni proyecto político ni peso personal más allá de la circunstancial secretaría del PSOE que ostenta. No es una apuesta de futuro ni para lo que representa.
– Rajoy es buen parlamentario pero no tiene nada que aportar estratégicamente a la situación política creada el 20-D.
– Iglesias es un bolchevique con alma de Robespierre. Para él la política empezó con su llegada al Parlamento, la verdad es una y él la encarna y la democracia solo tiene un fin: que él ejerza el poder. Su presunta moderación programática durante el proceso electoral ha desaparecido en cuanto pudo mostrarnos su cara en directo.
– Rivera tiene futuro: dio con el tono adecuado de moderación y fue el único que habló de los temas que agobian a la gente.
Más allá de esta valoración de líderes, el debate puso de manifiesto que España tiene un problema serio de bloqueo institucional derivado del cáncer partidista que corroe nuestra democracia y que está viva la tentación de una salida bolchevique/chavista/totalitaria si los pilares del régimen constitucional no son capaces de salir de sus mitologías caducas y sus liderazgos viejos. España necesita grandes cambios políticos y si éstos no son facilitados desde dentro -como se hizo en la transición- con los sacrificios personales que sean, se harán con dolor, lágrimas y pobreza mediante un experimento revolucionario más o menos radical y permanente (¡ojalá sea poco de lo primero y nada de lo segundo!).
El debate de investidura pone de manifiesto que necesitamos grandes cambios y que lo idóneo sería que éstos se hagan de la mano de alguien moderado y no a empuje de un bolchevique soberbio y al que la realidad no le va a hacer renegar de sus teorías de iluminado. Necesitamos otro Suárez. Alguien que crea en la necesidad del cambio pero que sea genéticamente incompatible con la revolución. Y necesitamos que los inmovilistas del régimen del 78 sean capaces de tener la generosidad que tuvieron en 1977 los del régimen anterior.
Y ¡ojo a Europa! La inestabilidad potencial -por causas autóctonas- de España puede ser nada comparada con la que nos inunde procedente de una Europa en similar crisis institucional que puede explotar en cualquier momento.