¿De dónde sacaremos las energías?

En Madrid se monta la polémica porque Esperanza Aguirre eleva el número de horas de trabajo de los profesores. A la vuelta de las vacaciones, el anticipo de lo que va a hacer el nuevo gobierno que salga de las urnas de noviembre. Es el menú. Tijera y más tijera después de un agosto terrible de acoso en los mercados que parecía casi justificar la intervención, si hubiera sido posible.
Los sacrificios son inevitables, pero se hacen poco soportables a los que vuelven del período de descanso -más sobrio que en otras ocasiones- en el horizonte de un país instalado en la bronca y sin una referencia ideal en el que sea posible la unidad que requiere la situación. Los esfuerzos del ajuste y de la crisis desollan porque se perciben como una imposición sorda, un límite que pone fin a los tiempos dorados. Es como si faltara la fuerza para hacer frente a una realidad difícil y el deseo de construir todo de nuevo en una circunstancia adversa. Si acaso resto la resignación.
Pero el pueblo existe y se muestra unido y con energías suficientes cuando el ideal está presente. Ese es el mensaje laico que nos ha dejado la riada de la JMJ. Pensar que esa fuerza que se ha desplegado en Madrid este mes de agosto está sólo relacionada con el culto es fruto de una mentalidad clerical. ¿Por qué esa vibración, esa disposición a la unidad, esa ausencia de conflicto, no puede tener una réplica en el mundo civil? Quizás sea cuestión de aplicar el mismo método a la edificación de la España que tenemos que levantar. Pensemos como laicos.