De Cuba a Argentina, el próximo reto para Francisco

Mundo · Arturo Illia
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19 diciembre 2014
De todo lo que sucedió durante la jornada histórica en la que se abrió el muro de las relaciones diplomáticas entre Cuba y  EE.UU, se pueden extraer algunas conclusiones. En primer lugar, hay que tener en cuenta que el camino emprendido por ambos países, bajo la guía de Francisco, no tiene vuelta atrás. La brecha se ha abierto y no existe ya posibilidad alguna para volver a la situación anterior.

De todo lo que sucedió durante la jornada histórica en la que se abrió el muro de las relaciones diplomáticas entre Cuba y  EE.UU, se pueden extraer algunas conclusiones. En primer lugar, hay que tener en cuenta que el camino emprendido por ambos países, bajo la guía de Francisco, no tiene vuelta atrás. La brecha se ha abierto y no existe ya posibilidad alguna para volver a la situación anterior.

Pero hay que recordar que las últimas elecciones en EE.UU dieron la victoria a los republicanos, que tienen el control tanto del Congreso como del Senado. Esto dará lugar, vistas las primeras reacciones a la noticia, a medidas de gran impacto para Barack Obama, pues debido a esta coyuntura desfavorable para él ha tomado una decisión histórica que trastocará los equilibrios internos y que seguramente le proporcionará una imagen positiva a nivel internacional.

Conviene recordar que la conclusión del embargo a Cuba y la puesta en marcha de relaciones diplomáticas convencionales resolvería uno de los conflictos más antiguos del siglo pasado, que ya no tiene razón de existir a día de hoy. Es oportuno ponerle la palabra “fin” y no solo por parte americana: la revolución cubana, cuya importancia reside en la participación inicial de varios componentes en su éxito, incluido el cristiano que en un principio la apoyó, debe su supervivencia, incluso con la involución que sucedió a la esperanza inicial, no solo al vital apoyo del ex bloque comunista, sino también a la decisión de un embargo que la favoreció políticamente, permitiéndose llegar hasta nuestros días. Y eso Raúl Castro lo sabe muy bien. La reconciliación actual permite un cambio de guardia más fácilmente manejable para el poder actual (que generacionalmente ya casi ha llegado a su epílogo) y seguramente menos traumático.

La caída de este muro tiene una importancia seguramente más contenida que el de Berlín, pero promete ser el inicio de la decadencia de otros esqueletos del pasado, empezando por el de Corea del Norte para terminar con el imprevisible reconocimiento del Estado de Palestina y una solución definitiva para el problema chino.

Todos han reconocido a la Iglesia, además de a Canadá, el mérito del diálogo entre EE.UU y Cuba, que parece que comenzó precisamente entre los muros vaticanos: es un éxito diplomático del Papa Francisco que se suma al que ya obtuvo al detener el estallido de un conflicto de proporciones inimaginables en Siria. Ahora, en el frente internacional, le esperan situaciones muy delicadas, sobre todo desde el punto de vista diplomático: la china, pero también la de su propio país, la Argentina.

El reconocimiento de la Iglesia de Roma en la nación oriental parece una meta no muy lejana, aunque acercarse a ella haya tenido que suponer un distanciamiento del Dalai Lama, hecho que ha provocado una serie de críticas debido a los recientes éxitos de Bergoglio para establecer relaciones de fraternidad con otras religiones. Más difícil parece la solución del puzle argentino. Las últimas decisiones de tribunales americanos de retirar gran parte del secreto diplomático a los procesos que implican a más de 150 empresas fantasma gestionadas por Lázaro Báez, y que forman parte del contencioso abierto en Nueva York por la cuestión de los bonos argentinos, amenazan con sacar a la luz lo que ya todos saben. Que el antiguo empleado de banca de Santa Cruz debe su colosal enriquecimiento al hecho de ser el hombre de paja de la familia Kirchner, a quien vincularon todas las entidades financieras encausadas.

La lucha actual de la presidenta argentina contra los jueces que investigan un sistema de corrupción que afecta desde 2001 a todo el país (antes se limitaba al feudo kirchnerista de la provincia de Santa Cruz), las continuas alusiones del Papa Francisco a la corrupción como el cáncer de la sociedad, retomadas en una dura declaración del sínodo argentino, tomando distancias de un gobierno que cada vez se encuentra con más dificultades para tapar los escándalos que diariamente afectan a su gestión, hacen delicadísima la misión y el papel del actual Pontífice. Que deberá emplearse para favorecer una transición pacífica en vistas de las elecciones presidenciales de 2015, pero también intransigente al aplicar principios que son imprescindibles si se quiere construir una sociedad que pueda llevarnos a un reparto de riqueza más justo que el presente.

La experiencia y la colaboración en la resolución del tema de las relaciones entre EE.UU y  Cuba entre Francisco y Obama ha llevado a la palestra a dos personajes por los que el mundo entero apuesta con la esperanza de caminar hacia un futuro mejor.

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