In memoriam

David Foster Wallace: el escritor `on the road` hacia el infinito

Cultura · Santiago Ramos
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15 octubre 2008
"...Dostoievsky escribió sobre lo verdaderamente importante. Escribió una historia sobre la identidad, sobre los valores morales, sobre la muerte, sobre la voluntad, sobre el amor carnal en comparación con el espiritual, sobre la ambición, sobre la libertad, sobre la obsesión, sobre la razón, sobre la fe, sobre el suicidio. Y lo hizo sin reducir nunca a sus personajes a portavoces, ni a sus libros a panfletos. Siempre le preocupó entender qué significa ser un ser humano, como persona real, como alguien cuya vida está formada de valores y principios, más que como una especie, particularmente socarrona, de animal con instinto de conservación". David Foster Wallace, 1996.

Después de todo, quizá no era el postmoderno que aparentaba. Muchas necrológicas americanas lo definieron así, según la clasificación literaria de los críticos y recensiones literarias de los últimos veinte años. Pero en una nota a la palabra "postmoderno" en su ensayo sobre Dostoievsky, por poner un ejemplo, David Foster Wallace escribe: "sea lo que sea que eso signifique exactamente". En una entrevista con la famosa periodista americana Charlie Rose opta por definir esta palabra sencillamente como "lo que hay después del modernismo". Wallace estudió filosofía en el Amherst College de Massachussets y en Hartad como doctorando durante un año, pero el campo en el que se especializó era la lógica matemática, no el pensamiento postmoderno continental. En 2006, en la primera edición del festival literario Antonio Monda en Capri, Wallace afirmó estar interesado "en la espiritualidad, la emoción y la comunidad", usando "técnicas formales postmodernas para fines muy tradicionales". En una breve nota publicada después del suicidio de Wallace, James Wood, uno de los mejores críticos del mundo anglosajón, escribió que Wallace era "estéticamente radical y metafísicamente conservador".

Todo esto para decir algo obvio: sea cual sea el puesto que David Foster Wallace haya ocupado en la historia de la evolución estética del cuento, compartió las mismas preocupaciones que siempre interesaron a cualquier artista y a cualquier ser humano, "qué es lo que verdaderamente importa", como decía al inicio de su ensayo sobre Dostoievsky. "Lo que verdaderamente importa". Un estilo coloquial, inocente, como lo diría un estudiante en estado de embriaguez en una "conversación profunda" con un amigo a la una de la madrugada después de una fiesta divertida pero poco satisfactoria. Esta frase típica de la prosa de Wallace, así como la ironía y el humor negro que le hicieron famoso, expresa una juvenil y excitada maravilla por el mundo, algo muy americano (el mismo entusiasmo que encontramos en On the road de Jack Kerouac y en el vagabundo Christopher McCandless de Into the wild).

Se interesaba por todo. Su obra incluye ensayos sobre la estructura de la lengua inglesa ("Authority and American Usage"), la industria pornográfica americana ("Big Red Son"), un festival de la langosta en Nueva Inglaterra, el efecto de la televisión sobre la narrativa, el director David Lynch, la campaña presidencial de John McCain en el año 2000, la estrella del tenis Roger Federer, etcétera, junto a ensayos literarios sobre Kafka, Dostoievsky, Borges y John Updike, como se podría esperar de un novelista famoso. El infinito estaba siempre en sus pensamientos. Su segunda novela, la más conocida, es Infinite Jest (1996), y sobre el infinito también escribió un largo ensayo, Everything and More: A Short History of Infinity (2003), que destila conceptos matemáticos complicados para el lector común.

Pronto llegaron sus ambiciones. Su primera novela, The Broom of the System, publicada en 1987, era originariamente la tesis que escribió en el Amherst Collage. Después de un máster de Bellas Artes en Escritura Creativa en la Universidad de Arizona en 1987 prosiguió con sus estudios universitarios de filosofía en Harvard, que abandonó después para escribir y para enseñar a escribir. A su primera novela le siguió un libro de cuentos, Girl with Curious Hair (1989), y después Infinite Jest. Después publicó otros dos libros de relatos cortos, Brief Interviews with Hideous Men (1999) y Oblivion (2004). En 2002 empezó a dar clase de escritura creativa en el Pomona Collage de Claremont, en California.

Era un explorador, trabajaba mucho y le gustaba el éxito. Pero mantenía también una seriedad moral respecto a su arte. Volviendo al ensayo sobre Dostoievsky (que escribió el mismo año en que se publicó Infinite Jest), al comparar su trabajo y el de sus contemporáneos con el del genio ruso, Wallace se lamenta de "cómo nuestros mejores instintos liberales se hayan quedado sin nervio, pura estética, lejos de lo que verdaderamente importa -motivación, sentimiento, convicción". El ensayo está lleno de atormentados incisos, donde Wallace se pregunta por la fe, el egoísmo, el amor, la felicidad: es su modo de luchar contra una literatura "estéticamente distante de la vida real". Los intelectuales de su tiempo "desconfían de las convicciones fuertes, declaradas". Hacen falta escritores que tengan "hígado para probar" a ir más allá de la ironía y el cinismo, y adentrarse en temas serios y metafísicos sobre los que Dostoievsky se pasó la vida escribiendo.

El vínculo entre los temas metafísicos y "la vida real" es muy sólido. El crítico literario y cinematográfico del New York Times A.O. Scout, en un acalorado comentario, escribió en su momento que "debemos resistir a la tentación de considerar el suicidio de Wallace de la semana pasada como algo que no sea una tragedia privada". Es cierto, en cuanto que hay una dimensión médica en la tragedia sobre la que nosotros no podemos, y no debemos, especular demasiado. Pero pública o privada, una muerte es una muerte, y nos suscita preguntas. ¿Cómo puede un hombre tan vivo, lleno de estupor y agudamente centrado sobre las preguntas más importantes de la vida, tener un final tan triste?

¿Quién podrá responder? Un novelista americano no está obligado a adoptar el estilo de Wallace, ni sobre su muerte, ni sobre sus teorías literarias ni sobre sus experimentos postmodernos. Lo importante, para rendir homenaje a su memoria, es retomar sus mensajes con seriedad y trabajar para cerrar la brecha que separa la literatura de "la vida real". La apuesta es alta y las preguntas sobre la vida y el significado nos atañen a cada uno de nosotros, no sólo a los escritores o filósofos. Todos deseamos ser personas reales, y no una socarrona especie de animal con instinto de conservación. Esto es lo que verdaderamente importa.

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