Cuatro esquirlitas tiene mi España

España · Juan A. Pérez Morala
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21 octubre 2024
Tiene nuestro país cuatro “esquirlitas” de desasosiego e inseguridad, al haberse incrustado, no por casualidad o accidente, en órganos vitales de nuestro Estado de Derecho.

“Ningún hombre, por un período considerable de tiempo,

puede usar una cara para sí mismo y otra para la multitud,

sin que finalmente se desconcierte sobre lo que puede ser cierto”

Nathaniel Hawthorne

Toda aquella persona que en su niñez haya tenido la fortuna de rezar al acostarse arropada por un ser querido, recordará la oración “cuatro esquinitas tiene mi cama…”. Aquel niño, en cada “esquinita” de su cama, imaginaba un ángel de la guarda tranquilizador. Difícil es pensar ahora en un estado de mayor serenidad, cariño y seguridad. Aquella seguridad contrasta con la realidad actual de nuestra sociedad, al descubrir que vivimos bajo un estrés político muy intenso, un caos de política errática y corrosiva que todo lo abarca. Es natural que con el paso del tiempo no tengamos la paz y seguridad de aquellas cuatro “esquinitas”, pero lo que no podíamos suponer es que ahora, de adultos, se hayan transformado en cuatro cortantes y peligrosas “esquirlitas” de desasosiego e inseguridad, al haberse incrustado, no por casualidad o accidente, en órganos vitales de nuestro Estado de Derecho.

En efecto, tan graves heridas y secuelas tienen un autor, que ha actuado dolosa y prepotentemente. Un líder político, sin escrúpulos y sin principios dignos de estima, sea hacia la Constitución, o abofeteando la ética natural. Cuatro esquirlas clavadas en el Estado de Derecho que, imaginado como criatura física singular, le atacan su cerebro, pulmones, riñones y el mismísimo corazón. De tal manera que ese ficticio ser revelaría un electroencefalograma prácticamente plano. Una sencilla radiografía mostraría que una de las esquirlas daña gravemente el cerebro del Estado de Derecho, que podría estar representado por el poder Ejecutivo, residenciándose más concretamente en el Gobierno. Teóricamente éste es la masa gris de toda la acción política, su motor, el sujeto de la iniciativa normativa que desemboca en el BOE. Sus actos deberían ser modélicos y ajustados a la ley. Pero desgraciadamente no es así. No puede serlo cuando quien llegó a la presidencia del Gobierno por un pacto de investidura con los detractores del Estado, después, en la gobernanza del día a día, ha incumplido tenazmente cuanto prometió en las elecciones en un viraje de ciento ochenta grados. No puede serlo cuando habiendo sido investido con la mentira y el engaño, continua hoy por ese camino, queriéndonos hacer comulgar con estrepitosas y gigantescas ruedas de molino.

Por esa senda ajena a la verdad acaba de pasar la Ministra Portavoz. Con la naturalidad con que respira, sobre el caso Begoña Gómez ha dicho que la Audiencia de Madrid había dado la razón a la imputada. Además ha expresado cínicamente que la Ley que permitirá excarcelar a más de cuarenta criminales etarras, fue bendecida por el Consejo de Estado y que solo es una transposición de una Directiva de la U.E. Mentiras que llegan al sonrojo al afirmar que el expresidente Rajoy hizo lo mismo en 2014, cuando lo cierto es que en su mandato se introdujo una disposición para evitar los excarcelamientos, que ahora ha sido introducida de mala fe, subrepticiamente, hurtando el preceptivo conocimiento del Consejo de Estado. (Editorial ABC, “Un Gobierno que no nos mienta”, 09-10-2024). Esto es suficiente para que la Ley proetarra pueda recurrirse ante el Tribunal Constitucional, porque se trata de una Ley tramposa, deleznable y de pago al partido heredero de eta. Tan execrable que ya ha comenzado a llamarse la “Ley Txapote”.

A propósito de su visita al Papa, Sánchez podría meditar estas palabras de Su Santidad: “No es posible decretar una “reconciliación general”, pretendiendo cerrar por decreto las heridas o cubrir las injusticias con un manto de olvido. ¿Quién se puede arrogar el derecho de perdonar en nombre de los demás? Tanto la amnistía a los golpistas independentistas, como la fraudulenta disposición liberadora de etarras convictos, estarían descalificadas por la reflexión papal. Y en política exterior, la esquirla afecta también al cerebro del Gobierno, al escuchar a su Ministro titular decir que el problema más importante que tiene su Ministerio es la aprobación del catalán en la U.E, ignorando el importante asunto de Gibraltar, o las convulsas relaciones con los gobiernos de Venezuela y Méjico por las ofensas a España. En fin, un Gobierno que hace aguas en todos sus ministerios, interior y exteriormente; aguas sucias por cierto, porque nada es limpio cuando todo se construye con la mentira.

Una segunda esquirla se ha clavado en otro órgano vital, en los pulmones del Estado de Derecho: el Congreso, la Cámara legislativa de mayor transcendencia. Porque en ella se debería “oxigenar” la sociedad, facilitando con las leyes un camino mejor de convivencia plural, aprobando leyes socialmente justas, mirando siempre hacia el bien común de los españoles. Pero esto resulta prácticamente imposible, cuando la mayoría absoluta está configurada por una alianza de vergonzosa naturaleza, entre un PSOE insuficiente en escaños y unos partidos que reniegan de su pertenencia al Estado y además lo quieren hundir. Un pacto propiciado por Sánchez que ni siquiera le asegura siempre la mayoría parlamentaria, aunque ya ha manifestado que está dispuesto a gobernar sin Parlamento. Una manifestación insólita para una democracia creíble, que debería causar su acta de defunción como político. En fin, una esquirla en el Congreso que asfixia la labor legislativa, pero que Sánchez mantiene a costa de un altísimo precio contra natura para mantenerse en la Moncloa.

La tercera esquirla está alojada en los riñones de la criatura del símil propuesto, haciendo muy difícil la depuración de la sangre. Gravemente interesados están el Tribunal Constitucional (T.C) y la Fiscalía General del Estado. Afecta pues al Poder Judicial, aunque en rigor el T.C sea un órgano de naturaleza política. Porque es a través de las Sentencias de este Tribunal de garantías, como se tendrían que depurar las injusticias, enderezando todas las leyes contaminadas que el Gobierno y el Congreso, mortalmente “esquirlados”, han impulsado y aprobado. Desgraciadamente el T.C adolece también de credibilidad, al estar la mayoría de sus miembros nombrados directamente por Sánchez, habiendo ocupado altos cargos con él, o con el expresidente socialista anterior, de nefasto recuerdo, y estar actuando como un Tribunal de última jurisdicción, desnaturalizando el Tribunal Supremo (T.S), revelándose como el Supremo del Supremo, e incurriendo, por tanto, en una patología jurídica insoportable. ¿Y qué decir del Fiscal General del Estado, que actúa como si lo fuera del Gobierno, como tantas veces se ha visto, estando además a las puertas de ser procesado? En resumen, otra esquirla en el sistema de depuración de leyes y sentencias, que produce penosas consecuencias, perjudicando la salud democrática de España.

Finalmente la cuarta esquirla ha penetrado en el corazón del Estado de Derecho: La Corona. Recurrentemente está siendo hostigada, por acción y omisión, con actos y dejaciones que parecen diseñados meticulosamente por el Gobierno, quizás para propiciar otra forma de Gobierno, cuando sin embargo es hartamente sabido que otro régimen no es recomendable, habida cuenta de la triste y sabia historia. No se explica si no que se deje al Rey “al pie de los caballos” en muchas ocasiones, hurtándole la compañía de un miembro del Gobierno en sus salidas institucionales, imponiéndole obligaciones muy cuestionables, o negándole intervenciones propias de sus atribuciones. Ni se explica el daño colateral hecho a la Corona, salpicando de “fango” mediático a nuestro Rey anterior, para así tapar el verdadero “fango” del entorno más íntimo del presidente del Gobierno y demás casos judiciales tangentes con su historial. Es el caso Koldo, por ejemplo, que ya está a punto de ser el caso Ábalos, exministro de Sánchez. En fin, una esquirla en la Monarquía Parlamentaria, en la Corona, cuya existencia amarga a los socios de Sánchez y puede que algunos más.

Para la extracción de estas esquirlas que causan tanto daño al Estado de Derecho, y la curación de las heridas y sus secuelas, se precisan dos equipos de expertos cirujanos. Y todo parece indicar que el primer papel lo protagonizará una sana y leal Justicia que hará caer el estado actual de los poderes; y el segundo, a continuación, unas elecciones generales libres, cuyo Parlamento acometa una labor legislativa de neutralización, derogación o reforma del paupérrimo y triste bagaje de las legislaturas sanchistas.

 

  • Juan Antonio Pérez Morala es Comandante del E.A, en situación de retiro, Exabogado y Doctor en Derecho.

Lee también: La lapa de la Moncloa


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