Cuarenta años de revolución islámica, vistos por la literatura iraní
A cuarenta años de distancia, la revolución que en Irán destituyó al sha y llevó a la institución de la República Islámica sigue siendo conocida para los lectores occidentales sobre todo por las obras de autores iraníes que residen en el extranjero y han decidido escribir en la lengua de su país de acogida. La literatura escrita en persa, por el contrario, se ha mantenido hasta ahora relegada a los confines de Irán, tal vez por estar más orientada a una audiencia interna y menos a la exportación. Y el tema de la revolución, desde un punto de vista global, parece más recurrente en la primera categoría, mientras que en la segunda ocupa un espacio mucho menos reconocible.
Limitando el ámbito a los libros de narrativa disponibles, si nos fijamos en obras de autores iraníes escritos en lenguas occidentales podemos citar una larga serie de títulos donde la revolución sirve de fondo a la trama, cuando no constituye un elemento central. Algunos han sido auténticos éxitos editoriales, como Persépolis, la novela gráfica de Marjane Satrapi, o las novelas de Kader Abdolah, pero también obras de otros autores, como Nahal Tajadod, Gina Nahai, Hamid Ziarati constituyen una presencia consolidada en el mercado literario de Occidente, lo que confirma el interés existente por este género.
A esta categoría se podrían añadir otras novelas concebidas originalmente en persa, pero encargadas para el mercado anglófono. Es el caso de La Jaula de Oro, novela-testimonio del premio Nobel de la Paz Shirin Ebadi, que recorre los acontecimientos del 79 a través de la historia de tres hermanos; y de otra novedad de 2018, The Enlightment of the Greengage Tree, de Shokoofeh Azar, que narra la historia de una familia que huye de Teherán después de la revolución.
Por tanto, si la revolución caracteriza a una buena porción de la ficción escrita por iraníes en lenguas occidentales, en el panorama de la literatura persa ocupa un espacio menos preponderante. Esto se debe en parte a la censura, poco proclive a dejar pasar críticas a este hecho, y en parte a que esta literatura nace en el seno de la sociedad iraní, se dirige a ella, y por eso la acompaña también en las etapas siguientes, ampliando notablemente el espectro de los temas tratados.
Las historiografías de la literatura persa publicadas en Irán dedican a la revolución pocos párrafos, describiéndola como un hito entre la literatura de los 70 y los 80, más que como un evento que inspirara una auténtica corriente literaria, como en cambio sí pasó con la guerra entre Irán e Iraq, que duró ocho años.
Los primeros relatos de la revolución
Pero si el relato de la revolución se pierde en el maremágnum de novelas, relatos y poesías que hoy abordan en Irán los temas más dispares, no significa que los autores hayan sido totalmente reticentes al respecto. Algunos intentaron contarlo en los años inmediatamente sucesivos, y hoy no falta quien ha decidido volver al tema.
Poco más de un año después de la salida de escena del sha, uno de los renovadores más influyentes en la literatura persa del siglo XX, Howshang Golshiri, lanzó un primer balance de la revolución con el relato Fathnāme-ye moghān, publicado en noviembre de 1980 en la revista Kārgāh-e qesse. Escrita en primera persona del plural, esta crónica muestra el punto de vista de los intelectuales que apoyaron la revolución para conseguir más libertades y derechos, consiguiendo justo lo contrario, y los muestra mientras se adaptan, junto al resto de la sociedad, a las nuevas restricciones. Entre las escenas del relato que más impactan está la descripción del derrumbe de una estatua del sha por parte de un grupo revolucionario. También está muy bien representada la incredulidad con que acogen el clima de intransigencia moral instaurado por el nuevo régimen: el velo obligatorio para las mujeres, la prohibición del alcohol en el mercado, la censura de todas las obras no conformes con la doctrina islámica, incluso los clásicos de la literatura persa como el Libro de los Reyes de Ferdusi.
También fruto de los años inmediatamente siguientes a la revolución es la novela Rāzhā-ye sarzamin-e man, de Reza Baraheni. Originario de Tabriz y perseguido por el régimen del sha, Baraheni vuelve a Irán en el 79 tras un periodo de exilio en EE.UU y se enfrenta al proyecto de narrar el evento casi en directo. El resultado es una narración de más de mil páginas que describe el clima insufrible por las injerencias extranjeras y el resentimiento contra los Pahlevi, que caracterizó las décadas previas a la revolución, para desembocar en el triunfo de Jomeini, cuyo nombre aparece por primera vez en una obra literaria persa con la forma de una pintada en un muro por un simpatizante anónimo.
La novela no expresa un juicio claro sobre la llegada de la República Islámica, pero muestra eficazmente el clima político y social que la vio nacer, mostrando también el punto de vista de las masas populares sobre las que tuvo efecto especialmente la propaganda del ayatolá. Por este motivo, recibió las críticas tanto de los detractores como de los defensores del nuevo régimen, que durante años prohibió su reimpresión.
Las escritoras de los 90
La escena literaria de los 90 está marcada por el boom de las escritoras. Entre ellas, Goli Taraghi se distingue como la que más vuelve en sus relatos al periodo de la revolución. Hija de una familia culta y desahogada (su padre era parlamentario), desde los años 80 Goli Taraghi vive de manera estable en Francia pero, a diferencia de muchos de sus colegas compatriotas que dejaron el país, siempre mantuvo un fuerte vínculo con Irán, con frecuentes visitas y donde da clases universitarias además de seguir publicando allí sus libros. Taraghi cuenta la revolución a través de historias privadas, que sin embargo también hablan indirectamente de la dimensión política del país. En sus relatos emergen los movimientos sociales provocados por la revolución, donde no falta un toque de humor. Hay autocrítica a su propia clase social, de la que retrata su obtusidad al no saber interpretar los cambios que se estaban produciendo, que sitúa en contraste con la arrogancia no menos nociva de los humildes en busca de venganza. Por ejemplo, la criada del relato Zeinab se despide de un día para otro y además pretende conseguir la propiedad de una parte de la casa de su jefe, convencida de que después de la revolución tendrá derecho a ello.
Otra escritora, Fereshteh Sari, reelabora el tema de la revolución con gran originalidad en su novela Āftāb dar Tehrān, poniéndola en diálogo con el momento presente. De hecho, la narración comienza en 2007 con el retrato amable y un poco irónico de una joven, Aftab, cuya madre, Nilufar, quiere disuadirla de someterse a una operación de rinoplastia. En los capítulos siguientes, en cambio, nos deslizamos a ritmo frenético desde la capital actual, invadida por la especulación constructora, a la igualmente tumultuosa de los años 70. A la frialdad de las nuevas generaciones se contrapone la seriedad de los grupos de izquierda en que militaba Setareh, amiga de Nilufar. Esta novela nunca se ha publicado en Irán, avanza en una perspectiva intimista que mantiene implícitas muchas referencias a hechos históricos y culturales que solo reconocería un público iraní pero proponer un discurso crítico con la revolución en Irán todavía significa enfrentarse al escollo de la censura, y por eso cada vez son más los escritores y escritoras que deciden publicar en el exterior. Tal decisión comporta la renuncia a la distribución oficial, pero no a la relación con los lectores. De hecho, los títulos más famosos se encuentran fácilmente en el mercado negro que, como ha declarado en una entrevista el escritor Amir Cheheltan, “no es propiamente negro sino que sería mejor calificarlo de gris pues no está tan escondido”.
Hijos de la revolución
El caso que ha obtenido una mayor resonancia es el de El Coronel, de Mahmoud Doulatabadi. Es de los autores más aclamados de Irán, donde cada libro suyo ha ido siempre precedido de una gran expectación. Doulatabadi escribió la novela en los años 80, pero esperó 30 años antes de publicarlo. El Coronel se publicó en 2009 en Alemania y luego en otros muchos países europeos, pero paradójicamente en el mercado negro iraní se comercializó una traducción persa de la edición alemana. La historia cuenta la historia de los cinco hijos del protagonista, el coronel Mohammad Taqi, cada uno de los cuales toma un camino distinto durante la revolución: tres militan en grupos de izquierda, uno se hace seguidor de Jomeini, y la hija menor se casa con un hombre de negocios enloquecido.
El tema de la revolución que devora a sus hijos (y de los hijos que se devoran entre sí) lo retomará también otro autor, Abbas Maroufi, en su novela Fereydun se Pesar Dasht, publicada en los Países Bajos y que presenta una trama parecida. De hecho, aquí también nos acercamos a los hechos del 79 mediante la historia de tres hermanos que, con sus decisiones políticas, ejemplifican las diversas facciones que participan en la revolución: los grupos de izquierda, los defensores de Jomeini y los que se mueven a la sombra, en función del propio oportunismo.
Sin embargo, los hijos de la revolución también son esas generaciones que nacieron a partir de los años 80 y que hoy componen el grupo más numeroso de la sociedad iraní. Son los iraníes de 30-40 años, especialmente activos en el ámbito literario. Tal vez también haya que leer la revolución a través de sus novelas, relatos y poesías, que raramente se detienen en el hecho en sí sino que describen más bien sus efectos a largo plazo. Son la expresión de un país empeñado en superar un capítulo doloroso de su historia, que se esfuerza en mirar al presente y al futuro sin el peso de viejas ideologías, con el objetivo de volver a estrechar vínculos con el mundo exterior y ensanchar cada vez más el campo de las libertades sociales y políticas.