Cuarenta años de democracia

Con motivo del aniversario de la Constitución española hemos querido retomar algunas ideas que algunos autores han dicho en estas Páginas sobre este periodo de nuestra historia reciente.
Según el prestigioso hispanista Stanley Payne, la Transición española fue “un modelo porque consiguió la transformación de una dictadura fuertemente arraigada, y establecida por mucho tiempo […] Fue un paso original no solo en la historia política de España, sino en la historia política de Europa y del mundo. Y fue respaldado enseguida por el apoyo del pueblo. Se cometieron algunos errores, en cuanto al modelo de Estado, pero abrió paso a una nueva fase de democratización en todo el mundo”.
El historiador Álvaro de Diego habla de “un proceso político al que el pueblo se suma y respalda rotundamente una sociedad civil bastante pujante que está preparada para el cambio y que quiere hacerlo además de forma ordenada, no quiere perder la relativa tranquilidad”. Este periodo, afirma Álvaro de Diego, se puede describir por la frase de que “el empresario era el Rey, el que tenía la idea de llevar al país a la democracia desde la cúspide del Estado, de que hubo un autor de escena que fue Torcuato Fernández Miranda, que era el que tenía el guion y finalmente el actor principal, el que ejecuta lo que otro quiere y lo que otro diseña, que es Adolfo Suárez”.
La consecución de una nueva Constitución a pesar de: una reciente Guerra Civil, los años de dictadura, las propias limitaciones humanas… es posible porque hay una sociedad civil con un deseo positivo y una clase política que lidera este deseo positivo.
Fernando Álvarez de Miranda afirmaba: “Yo creo que sería imprescindible volver a ese deseo positivo y a esa actitud de concordia para poder resolver nuestra vida parlamentaria. Yo recuerdo un espíritu después de las elecciones del 15 de junio de 1977, a pesar de las diferencias políticas, de concordia por parte de todos para poder buscar fórmulas de entendimiento y de articular lo que llego pues a ser primero la Constitución de 1978 y luego la consolidación de toda la transición”.
La España de hoy en día no es la del 78, ni podemos pretender que vuelva a serlo. Pero sí podemos aprender las lecciones de la historia.
El que fuera presidente de las Cortes Constituyentes, en una entrevista para este periódico poco antes de fallecer, nos dejaba una tarea ante los desafíos del presente. Recuperar el espíritu de concordia suficiente para poder vivir en una democracia parlamentaria.
Posiblemente el valor de nuestra Constitución no esté tanto en el propio texto, siempre susceptible de ser mejorado, sino en el espíritu que lo hizo posible.