¿Cuánto vale la vida?
Había pasado un buen rato de la medianoche. A punto de caer en el sueño, casi brinqué de la cama. En un espacio del programa de radio que frecuento cada noche, un periodista comenzó a dar cifras de muertos que están teniendo lugar en Qatar. El periodista conductor pudo seguir adelante con el programa. Yo todavía me preguntó cómo no se detuvo ante semejante hecho. No he visto ni un especial dedicado a denunciar esto. Sí alguna noticia pero a cuentagotas.
Me parece estupenda la preocupación que se ha generado en torno al mundial de Qatar 2022. Tampoco creo que sea una ignominia hablar de dicho evento en toda su magnitud. Hasta ahora solo nos han llegado dos cosas: se debe jugar en invierno por las altas temperaturas y, como consecuencia, entorpece la mayoría de competiciones.
Entiendo razonable la denuncia para proteger al fútbol y los futbolistas. Entiendo que se quieran las mejores condiciones para los jugadores. Entiendo que nadie desee que se pare la competición en su apogeo. Hasta ahí todo en orden. Pero, ¿quién se preocupa de los trabajadores que están construyendo las instalaciones? ¿Por qué nadie habla de las 1.200 vidas que se ha llevado por delante el evento? ¡Y estamos en 2014! Estaría bien despertar del letargo y empezar a mirar con seriedad esta situación.
La Confederación Sindical Internacional ha elaborado un informe alarmante sobre lo que acontece a diario en Qatar. Y el futuro asoma con la certeza de que no vienen mejores condiciones. Por lo menos 1.200 trabajadores inmigrantes han muerto. Se calcula que es posible que mueran 4.000 más.
Para redactar el informe, la CSI obtuvo la ayuda de las embajadas de India y Nepal. ´Qatar es un país sin conciencia, donde los derechos fundamentales y la libertad del trabajador no existen”, relata el dossier. Según la CSI y AI, los trabajadores son expuestos a jornadas que superan las 12 horas, bajo pésimas condiciones de vida. Algunos viven en el propio lugar de trabajo improvisando chabolas.
Nunca antes un Mundial dio tantos problemas a la FIFA y desde ésta se dice que están dispuestos a dejar un país con mejores condiciones tras el campeonato. Algo verdaderamente utópico a día de hoy. No hay parangón ni con un Mundial o celebración de juegos olímpicos a la altura de Qatar. Me cuesta comprender que nadie mande detener la parafernalia.
En días en los que toda nuestra cotidianidad queda removida por el azote de la muerte de Tito Vilanova y nos rescata con una mirada más verdadera sobre las bondades de la existencia, ¿cuánto vale la vida?