Cuando la solución es el problema

Nunca se había escrito tanto sobre la corrupción en España. En los rankings internacionales, en una estadística sobre la corrupción “percibida”, España constaba en el puesto 40. Italia, en el puesto 69 (el último año experimentó una subida de casi un 3%), nos dice que no somos un caso único, aunque vayamos, españoles e italianos, por detrás (sorpresa) de Bután o de Botswana donde la percepción (contra muchos tópicos locales) es notablemente inferior a la española. Entre los más corruptos, Siria, Zimbawe, y repúblicas “istán” (Turquistán, Afganistán, etc). Y (seguimos rompiendo tópicos) Chile, muy por encima de España, aparece con 20 países de diferencia; es un país percibido como “honesto”.
Afortunadamente, en España, la corrupción empieza a ser percibida como un problema. El problema. Junto con el paro (seis millones de personas con la pesadilla) y las drogas, es la preocupación social más extendida en España. Eso ocurre simultáneamente con el vuelo de la intención de voto, que se ha movido con los efectos Bárcenas, Noos, Gurtel o ERES en Andalucía hasta recalar en opciones percibidas como más frescas, como Podemos, UPyD, Ciutadans y Esquerra Republicana, que no pueden mostrar experiencia de gobierno. Podemos se convierte en el primer partido en lo que a intención de voto se refiere, más del 20%, por encima respetivamente del PSOE y del PP, que sufre el mayor descenso en intención.
Intención… precisamente las intenciones de los partidos son las que pasan por la criba de los españoles, que comprueban que los grandes partidos no se salvan no sólo de las redes de enriquecimiento injusto, sino de la propia agenda legislativa prometida y frustrada. Es el caso de la reforma de la ley del aborto prometida por el PP, y sustraída de la agenda, movidos por la “sensación” estadística de los técnicos en agarrar votos a cualquier precio.
Cuando los políticos hablan de corrupción se presenta siempre la promesa de solución en las leyes. Más leyes, más control, más controladores… más corrupción. Hace ya más de 2.000 años de la experiencia que parece nunca asumida: la abundancia de leyes es algo propio de un estado corrompido, observaba Tácito. No caemos en la cuenta de que el estado no es la solución: es el problema. Un problema en el que, casi siempre, quien no lo ataque acabará atrapado por él. Un chapapote, el de la corrupción, que parece invadir todo en la vida pública en España. Una esperanza, la de exponer los casos, en “darse cuenta”, en denunciar la corrupción desde los medios de comunicación y ahí donde se forma la fuerza de la opinión pública. Es la opinión pública que forma el “cuarto poder”, que ha demostrado en España estar en buena forma. El juicio de la prensa abre “el melón”; procesal unas veces, en los juzgados, o mediático otras, provocando tsunamis de opinión que mueven a actuar.
La estética precede a la ética. “Parecer” limpios empieza a ser importante en España. Es un primer paso para cambiar.