Cuando el trabajo universitario y el Derecho se convierten en algo apasionante

Mundo · Ana Llano
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4 octubre 2010
A mediados de septiembre tuvo lugar la Internacional Summer School de ASSET (Alta Scuola Società Economia Teologia), centrada este año en un tema de extraordinario interés para todos: Rethinking Rights in a Plural Society. Se trataba de reflexionar sobre los derechos y libertades civiles, políticas, sociales y religiosas, en su dimensión individual y universal, desde la preocupación por el futuro de "lo humano" en una sociedad plural y postsecular.

Estructurada en conferencias matinales seguidas de coloquios muy vivos entre los ponentes de reconocido prestigio y los participantes del curso, y comunicaciones no menos interesantes y también abiertas a la discusión en conjunto, la Summer School proporciona un valioso espacio de formación y diálogo científico de alto nivel, dirigido tanto a docentes e investigadores universitarios como a profesionales y políticos que trabajan en distintos ámbitos relacionados con el Derecho.

Si a todo ello unimos el entorno de lujo en que se desarrolla el curso -¿quién no disfruta de una semana en la mágica Venecia?- y la riqueza de relaciones que se entablan con personas de muy diversa procedencia geográfica, es claro que asistir al mismo es una gran ocasión para disfrutar aprendiendo, para renovar el gusto por el trabajo genuinamente universitario, la búsqueda comunitaria y dialéctica de la verdad.

Agradecida por haber sido una de las afortunadas y consciente de la responsabilidad que tenemos de difundir todo lo que de verdadero, bello y bueno se nos da, haré un breve recorrido -de ningún modo exhaustivo- que pueda ayudar al lector a vislumbrar qué tipo de trabajo se desarrolló esos días.

El curso comenzó con una lúcida y sugerente introducción del Cardenal Angelo Scola, Patriarca de Venecia, quien nos retó a hacer un esfuerzo de traducción a la hora de abordar el problema del fundamento, a encontrar un método que, partiendo del Derecho positivo y respetando al máximo los procedimientos, no renuncie a los principios y fundamentos, sino que posibilite su comunicación universal. Señaló la pertinencia de una reflexión a fondo sobre el nexo entre derecho y deseo, de cara a poder determinar qué derechos son realmente fundamentales, sin sucumbir al "todo vale". Le siguió, entre otras intervenciones, la impresionante conferencia de Robert P. George, quien hizo un recorrido apasionante por la jurisprudencia norteamericana, desde el lejano caso Marbury v. Madison hasta los recientes Lawrence v. Texas, Goodridge v. Massachussets o Perry v. Schwarzenegger, tratando de mostrar cómo la judicial review se ha convertido en los Estados Unidos en un poder prácticamente ilimitado de creación de nuevos derechos que, lejos de buscar una mayor igualdad, neutralidad o libertad de elección, implica la imposición sin deliberación democrática de una cierta mentalidad.

La sesión matinal del martes -día dedicado al derecho a un trabajo digno en la era de la globalización- estuvo protagonizada por dos hombres de la política y expertos en la materia como Giuliano Cazzola, diputado del partido de centro-derecha y Catedrático de Derecho de la Seguridad Social en Bologna, y Tiziano Treu, Senador de la República Italiana por el Partido Democratico y Catedrático de Derecho del Trabajo en la Universidad Católica del Sacro Cuore de Milan, cuyas visiones de la economía, de la crisis y de las vías de solución, se encontraron y dieron lugar a un caluroso e interesantísimo debate sobre el modo de afrontar la globalización, los criterios para determinar qué derechos sociales son comunes y cuáles no, el tipo de desarrollo que deseamos y el sentido del trabajo. Por la tarde, disfrutamos de la exposición y discusión de varias comunicaciones relacionadas con la secularización, el concepto de derecho y el razonamiento práctico, el concepto jurídico moderno de religión y de libertad religiosa, la democracia directa y el federalismo, la concepción de la subsidiariedad en los manuscritos de Tocqueville como alternativa no utópica al individualismo que socava nuestras democracias y el voluntarismo inherente a la noción moderna de derecho subjetivo de Ockham, Hobbes y Locke.

La jornada del miércoles se centró en la discusión de dos brillantes conferencias sobre los nuevos derechos en el debate bioético contemporáneo, una de Francesco D'Agostino y otra de Lorenza Violini. Con una claridad digna de elogio, el filósofo del Derecho criticó el modelo de una bioética basada en la noción de calidad de vida y en el principio de autodeterminación, haciendo ver las contradicciones y los efectos inquietantes a que conduciría, si se aplicase su lógica hasta las últimas consecuencias, y reclamó, en cambio, una reflexión filosófica rigurosa sobre el principio de autonomía. Totalmente de acuerdo con la advertencia última del filósofo -"a la deconstrucción bioética de la auto-determinación debe sucederle un largo, honesto y fatigoso proceso de reconstrucción. Los tiempos que tal proceso exigirá son de momento completamente imprevisibles"-, la constitucionalista sentó dos premisas necesarias para comprender lo que hay en juego: de un lado, la naturaleza grave y radical de las cuestiones bioéticas está poniendo en crisis el principio sobre el que se asienta el constitucionalismo contemporáneo, que determinados valores deben sustraerse al proceso político: ¿podemos dejar en manos de jueces o políticos cuestiones tan fundamentales cuando, además, las decisiones tienden a ser irreversibles?; de otro, los llamados nuevos derechos están redefiniendo la libertad en clave emancipatoria de todo límite y la igualdad en términos de no discriminación -ya no se determina políticamente lo igual y lo distinto, sino que se da por descontada la igualdad y se invierte la carga de la prueba: el legislador deberá probar que hay una diferencia que requiere un trato diverso-. Pero en situaciones tan complejas y delicadas como el aborto, la eutanasia y las técnicas de fecundación asistida, ¿quién decide?. La jurisprudencia norteamericana y europea muestra que, a pesar de las diferencias entre el common law y el civil law, ambas coinciden en que los límites de los derechos se difuminan, la frontera entre poder legislativo y poder judicial dista de ser clara y los temas controvertidos afectan a la conciencia. Ni qué decir que el debate, que concluyó con un reclamo a la prudencia, se prolongó mucho más allá de lo previsto por los organizadores, aunque afortunadamente comimos -a hora española- y disfrutamos de una maravillosa visita guiada a la Basílica de San Marcos.

La mañana del jueves, dedicada al Derecho islámico y las sociedades secularizadas, sirvió para poner en evidencia la ignorancia generalizada desde la que los mass media y los ciudadanos opinamos al respecto. En su sugerente conferencia sobre Islam y derechos humanos, Abdullahi Ahmed An-Na'im, Profesor en la Universidad de Derecho de Atlanta, USA, comenzó distinguiendo la pluralidad o diferencia -condición humana y riqueza con la que debemos vivir, no sólo soportar- del pluralismo como ideología -que decreta el igual valor de todas las opciones-; declaró que los derechos humanos son una construcción que implica universalidad y particularidad; y, como musulmán, no sólo señaló que serlo debe ser una decisión libre, sino que insistió en la necesidad de un Estado laico –secular State- que defina los límites de la libertad religiosa, entendiendo por tal un Estado no indiferente, ni hostil hacia la religión, sino neutral en relación con ella. Por su parte, Massimo Papa, Profesor de la Universidad Tor Vergata en Roma y experto en Derecho islámico, hizo hincapié en la pluralidad intrínseca del mundo islámico y en la necesidad de un Estado laico (no laicista) como garantía de los derechos a la propia identidad en condiciones de igualdad; y destacó la importancia de aceptar el carácter interpretable de la Sharía o Ley islámica de cara a favorecer el diálogo. Si subrayó el carácter universal, por naturaleza, del Islam y la pluralidad característica del Derecho islámico, reconoció que se ha producido una verticalización del sistema, de modo que la interpretación de la Sharía se ha convertido en asunto político y el sistema se ha hecho más rígido. En el coloquio que siguió a las conferencias, pudimos apreciar la importancia del papel del Islam en la renovada actualidad que ha cobrado la reflexión sobre las relaciones entre política y religión, así como la necesidad de favorecer espacios de diálogo intra e inter-religiosos. Por la tarde, asistimos a numerosas comunicaciones sobre temas bio-jurídicos, que despertaron un grandísimo interés y cantidad de preguntas en el público: en ellas se trató el concepto estrictamente jurídico de dignidad, la legislación francesa sobre el nasciturus enfermo sin esperanza, la legislación española en materia de aborto, las legislaciones sobre "el derecho a morir" en los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo, sobre la reciente Sentencia del 25-6-2010, n. 454, en Alemania, a favor de la eutanasia pasiva, etc.

El viernes por la mañana contamos con la ayuda preciosa de Chantal Delson, Profesora de Filosofía Moral y Política en la Universidad de París-Est y Giuseppe de Goisis, Profesor de la Universidad Ca'Foscari de Venecia. La filósofa francesa puso de relieve la problematicidad de unos derechos humanos progresivamente sacralizados de modo que la demanda ilimitada de derechos sustituye a la dignidad ontológica de antaño, de unos derechos, en fin, confundidos con pretensiones y deseos más o menos justificados; y señaló que sólo una reflexión antropológica seria y paciente puede arrojar luz sobre el presente. Advirtió que los excesos muestran, a veces rotundamente, que una respuesta es errónea, pero la respuesta correcta, en cambio, sigue siendo difícil de ver y está por descubrir. En todo caso, aseveró, repensar los derechos implica una antropología y, más adelante, una ontología. Sin ignorar el peligro que supone una concepción esencialista de la naturaleza humana cerrada al progreso. De ahí que concluyera proponiendo como tarea la de formular una antropología capaz de integrar el carácter metamórfico de la humanidad y de someter sus propios postulados al criterio de la tolerancia. Por su parte, el filósofo italiano partió de que el único personalismo con futuro es el ontológico y relacional en la línea más fecunda de la modernidad (la representada por Rosmini y Newman) y de una aproximación al contexto de la globalización y la muerte del sujeto, en el que no pueden germinar los derechos humanos. Convencido de que el peor enemigo de las democracias actuales no es externo, sino interno -el vaciamiento, la abstracción, el desafecto por las personas concretas-, insistió en la relevancia de una antropología elaborada a partir de la experiencia: "para razonar sobre los derechos humanos, hay que confrontarse con los torturados, los niños y las mujeres que sufren la violencia y con los mismos activistas en pro de los derechos humanos que son encarcelados o asesinados". De ahí que propusiera la vía ‘from wrong to right' y la fuerza de la empatía como claves de una comprensión realista de los derechos humanos y de un compromiso firme con la justicia y la libertad en nuestras ‘democracias sin democracia', que necesitan, no ser construidas desde lo alto, sino ser promovidas desde abajo.

En la clausura del curso, con la entrega de los diplomas y los aplausos correspondientes, la sala rebosaba gratitud. Así da gusto trabajar.

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