Creed. La leyenda de Rocky

Cultura · Víctor Alvarado
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1 febrero 2016
Todos hemos oído decir que segundas partes nunca fueron buenas. El caso es que esta séptima entrega deja en mal lugar a ese refrán. En nuestra modesta opinión debería entrar en el ranking de las grandes películas de boxeo de la historia en las que estarían Gentleman Jim, Kid Galahad, Nadie puede vencerme, Marcado por el odio, The fighter, Huracán Carter o Cinderella man, todo ello sin olvidar la primera parte de Rocky y la obra en cuestión: Creed. La leyenda de Rocky.

Todos hemos oído decir que segundas partes nunca fueron buenas. El caso es que esta séptima entrega deja en mal lugar a ese refrán. En nuestra modesta opinión debería entrar en el ranking de las grandes películas de boxeo de la historia en las que estarían Gentleman Jim, Kid Galahad, Nadie puede vencerme, Marcado por el odio, The fighter, Huracán Carter o Cinderella man, todo ello sin olvidar la primera parte de Rocky y la obra en cuestión: Creed. La leyenda de Rocky.

En esta ocasión, este icono del pugilismo cinematográfico cuelga los guantes de boxeador para convertirse, haciéndose querer, en el entrenador del hijo de Apollo Creed, nada más y nada menos.

La dirección ha corrido cargo de Ryan Coogler, que se confiesa fan del personaje y que ha sacado lo mejor de la saga, aprovechando el poso dejado por los anteriores guiones, con lo que gran parte del trabajo ya estaba hecho. Tan sólo era necesario hacer una serie de ajustes para que el engranaje de la historia funcionara a la perfección, alcanzando el notable alto. El cineasta dosifica la información y hace pequeños giros argumentales para que el espectador no pierda la atención. El único pero lo encontramos en la trama amorosa, coincidiendo con lo dicho por un crítico de prestigio, ya que lastra el magnífico relato, donde no faltan las inolvidables coreografías y la famosa escalera del museo de Filadelfia (me encantaría subirla, escuchando su banda sonora).

La interpretación de Sylvester Stallone es merecedora de una nominación al Óscar, que me alegraría que ganase aunque parece que el actor Mark Rylance, que hacía de espía ruso en la sobresaliente El puente de los espías, tiene todas las papeletas para lograr la ansiada estatuilla. No obstante, el dato más interesante es su vuelta a la fe católica como se puede comprobar en las siguientes perlas que les mostramos de su espiritualidad: “Cuanto más voy a la iglesia y más profundizo en mi creencia en Jesús y escucho su Palabra, a la vez que dejo que su mano me guíe, siento cómo me libero de mis presiones. La iglesia es el gimnasio del alma”.

El tema principal de este largometraje es el valor de la acogida porque todos merecemos una oportunidad para intentar ser felices. Por otra parte, esta producción apunta la defensa de la dignidad de la persona con una certera frase de Rocky hacia su pupilo y la réplica de éste, en otro momento, animándole a que no se rinda ante la dificultad. Tampoco podemos olvidar que se trata de una cinta abierta a la trascendencia en la que Balboa habla con Adrien en una escena muy fordiana en un cementerio católico que nos puede hacer reflexionar sobre el amor auténtico y verdadero.

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