Entrevista a Javier Gil

COVID-19. Una cuestión de Oriente en el mundo global del siglo XXI

Mundo · Francisco Medina
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12 mayo 2020
Las repercusiones de la pandemia del COVID-19 (4.130.000 millones de infectados a nivel mundial y 283.000 muertos) nos invitan a una mirada al origen de la epidemia, China, y a sus repercusiones en la región de Asia-Pacífico; para ello entrevistamos a Javier Gil Pérez, profesor de la Universidad Pontificia de Comillas y experto en el ámbito de las Relaciones Internacionales.

Las repercusiones de la pandemia del COVID-19 (4.130.000 millones de infectados a nivel mundial y 283.000 muertos) nos invitan a una mirada al origen de la epidemia, China, y a sus repercusiones en la región de Asia-Pacífico; para ello entrevistamos a Javier Gil Pérez, profesor de la Universidad Pontificia de Comillas y experto en el ámbito de las Relaciones Internacionales.

Hemos visto el origen y evolución del COVID-19 en China; ¿qué claves pueden ayudarnos a entender en qué situación se encuentra China ahora?

Básicamente, yo destacaría varios aspectos: el primero de ellos, que el gobierno de la República Popular China basa su legitimidad, por un lado, en intentar mantener altos índices de desarrollo económico; por otro, seguir elevando sus condiciones de vida de la población china; y, en tercer lugar, ser garante de una cierta estabilidad social, buscando una cierta armonía, que no haya problemas internos graves. Esas serían los tres grandes pilares en los que se enmarcaría la estrategia de China: estabilidad política, desarrollo económico y paz social.

En ese sentido, ¿qué supone el impacto del COVID-19 en China?

El COVID-19 para China significa, a nivel coyuntural, una ruptura de estos tres aspectos que he mencionado. Significa un frenazo en la economía china; y, en ese sentido, habrá que ver los datos, pues los datos oficiales siempre tienden a ser, en mi opinión, sobre todo en los últimos dos años, algo más bajos que otros indicadores de otros países (sobre todo, los manejados por los economistas taiwaneses). Un parón económico, en suma, que supone un problema. Y esto implica que la llamada estabilidad política se resiente mucho, básicamente, porque el partido comunista china ha destacado siempre, y especialmente en los últimos años, por ser un gobierno eficaz a la hora de afrontar los problemas. Pero esta eficacia, durante los primeros meses, se ha visto desbordada. Por eso, cuando el virus -según parece- se ha puesto bajo control, sobre todo en el área de Wuhan, se ha ido mostrando cómo el partido estaba débil, cómo ha reaccionado y, finalmente, con el esfuerzo popular, esta lucha popular del pueblo chino contra el virus se ha ido ganando. Se intenta vender, pues, que la inicial debilidad ha sido superada con la reacción, mostrando que se ha sabido luchar y ganar, exhibir fortaleza y eficacia del sistema en la lucha contra el coronavirus.

Es decir, no es posible hablar, entonces –como muchos han dicho– de un Chernóbil chino…

No. Chernóbil supuso un golpe muy fuerte a la URSS, es un fallo tecnológico del sistema nuclear. La comparación resulta exagerada, no tiene nada que ver con lo que ha supuesto en China, que, con el paso del tiempo ha logrado limitar el golpe. Cosa muy distinta hubiera sido que de Wuhan se hubiera extendido hacia el este o hacia el sur del país; eso hubiera provocado un caos total. Precisamente, por eso mismo, nada más detectarse o pasado un tiempo -porque es cierto que China ocultó información y tardó, al menos, un par de semanas en tomar medidas-, no ha tenido reparo alguno en proteger la región porque saben que si se hubiera expandido hubiera sido dantesco para la economía china, para la propia legitimidad política del Partido Comunista, y a nivel social. Tuvieron muy claro desde el principio que tenían que afrontarlo y lo hicieron con mucha fuerza.

Parece que ha surgido un nuevo foco distinto, en Harbin, en Manchuria.

No deja de ser interesante y, al tiempo, extraño porque Harbin y Wuhan vienen a ser, si se permite la comparación, como La Coruña y Cádiz en nuestro país. Ellos han echado balones fuera diciendo que había sido debido a una estudiante americana que regresaba de Nueva York y trajo el virus, aunque es muy difícil comprobar. La realidad es que han vuelto a cerrar Harbin; ya veremos, no se sabe mucho más. De todos modos, al igual que en España, creo que se aprende a combatirlo y China en esto ya tiene una experiencia. Es verdad que hay rebrote pero no en la dimensión de que haya habido miles de muertos, ni mucho menos.

Curiosamente, y en relación a Harbin -lugar donde los japoneses experimentaron con armas químicas en la Segunda Guerra Mundial-, lo que nos llega -sobre todo, desde la prensa taiwanesa y de Hong Kong-, nos puede servir de referencia para mirar a China. Harbin tiene un problema, pero es un problema limitado. No parece que, en un futuro próximo, a China le vuelva a ocurrir un nuevo Wuhan. Lo veo complicado. Hay que tener en cuenta que la maquinaria china a nivel sanitario ha aprendido mucho, ha sufrido mucho y no creo que les vuelva a sorprender un golpe similar; y, de alguna manera, a ninguno de nosotros.

Hay quienes piensan que la crisis del COVID-19 va a tener un impacto negativo en la imagen internacional de China. ¿Cómo se percibe ella? ¿Cómo la perciben otros países de la región: India, Japón, Corea, el sudeste asiático? ¿Mayor peso de China o equilibrio de fuerzas?

Yo destacaría dos ideas claras. Una, cómo se ve China desde dentro: desde la propaganda oficial -el Diario del Pueblo, la Agencia Oficial de Noticias- lo que se transmite es una imagen de una China victoriosa tras haber sufrido mucho, del esfuerzo titánico del pueblo chino liderado por Xi Jinping; otra cosa es que haya habido elementos críticos que han sido silenciados, incluso periodistas y blogueros que han desaparecido, que estarán, básicamente, bajo detención policial por criticar el discurso oficial. Ha sido algo vergonzoso. En ese sentido, a nivel interno se ha vendido este hecho como una victoria, aunque algunos han criticado el discurso oficial.

Ahora bien, a nivel externo, creo que está cambiando; más bien, diría que está por definirse. En un principio, por marzo o primeros de abril, cuando se da por controlada la epidemia, se producen grandes festejos en China -con imágenes de sanitarios (médicos, enfermeras) celebrando, con la bandera del partido comunista-. En ese primer momento cunde, a nivel internacional, la impresión que China ha ganado la partida. Pero entonces aún no se había extendido la pandemia fuera de ella: Europa todavía no estaba tan sacudida como ahora, había llegado a Italia pero no al resto de Europa ni a Estados Unidos.

Esa percepción inicial, pues, está cambiando. Sobre todo, en Estados Unidos, que, de cara a las elecciones de este año, ha empezado a poner el punto de mira en China y a deslegitimar esa imagen de victoria.. En mi opinión, ciertamente, China ocultó información, pero, ciertamente, todos sabíamos que la situación de China era muy grave y que podía expandirse: de hecho se estaba expandiendo por el Sudeste asiático, aunque de forma muy limitada. Cuando da el salto a Italia, todos sabíamos que venía. Criticar, en este punto, a China, no tiene mucho sentido.

Por eso, creo que es más adecuado decir que la imagen de China, a nivel internacional, está por determinar. A nivel interno, la propaganda pretender mostrar imagen de eficacia del partido, pero, a nivel externo, esa imagen de victoria, que, en parte, sí se consiguió transmitir, poco a poco se está resquebrajando. Es una situación que habrá de irse concretando en los próximos meses y habrá que esperar si acaba dominando más la imagen positiva o negativa, pero qué duda cabe que esa ocultación de información le va a hacer bastante daño, que intentan compensar con el envío masivo de ayuda a otros países. Hay una reticencia mayor respecto a China.

Recientemente, USA ha estado imputando el origen del virus a los laboratorios chinos y ésta también ha culpado a USA del origen del virus en sus laboratorios. ¿Veremos un aumento o una reducción de las tensiones con Estados Unidos, o cooperación internacional a nivel global?

A nivel global, lo que ha puesto de manifiesto esta pandemia, igual que otros problemas globales (el cambio climático, la criminalidad internacional y otros temas transversales), es que sin cooperación internacional no se podrá abordar. Y la pandemia del coronavirus constituye un ejemplo claro. Habrá que ver cuál es el rol de la Organización Mundial de la Salud como elemento coordinador de futuro; ya en muchos debates se la acusa de estar comprada por China. Parece, pues, que habrá tensiones, quizá más por ciertos aspectos coyunturales: vamos a entrar en una campaña electoral en EE.UU. que va a estar muy marcada por el coronavirus, el impacto económico a nivel interno, impacto sanitario y también a nivel geoestratégico. Los meses que nos quedan de año estarán marcados por una tensión potente entre los americanos y los chinos. Incluso la Unión Europea está vertiendo críticas a China. No se ven distensiones en el horizonte: es complicado gestionar tanto dolor y se tiende a tratar de buscar culpables para aliviar cierta tensión interna hacia afuera.

El COVID-19 también ha impactado en un país como India, que, tradicionalmente, ha sido rival de China en la región del Asia-Pacífico ¿Qué situación se atisba respecto de China?

En la India hay mucha incertidumbre, mucho miedo. El primer ministro Narendra Modi cerró el país hace varias semanas porque conoce perfectamente que son muy débiles a nivel de Estado. Saben que no cuentan con un sistema sanitario fuerte: hay una sanidad privada muy cara y la sanidad pública es mala y no llega a nadie. Se cerró el país por el temor a las terribles dimensiones que una crisis de coronavirus podía provocar en India.

Por otro lado, las expectativas económicas de este año son muy malas. India se llevará un batacazo económico y va a sufrir mucho. El momento de ahora es peor para India que para China, porque China tiene una economía más desarrollada y una sociedad más potente. India está en una etapa más de construcción y, para ellos, esté parón tan fuerte está siendo brutal. El retroceso que van a sufrir va a ser importante. Si China hizo sus reformas económicas en 1978-1979, India comenzó las suyas en 1991; en ese sentido, India va unos 10-15 años por detrás de China, que permitirá a esta última seguir manteniendo esa distancia. Aunque es verdad que India venía creciendo muy fuerte estos últimos tres o cuatro años, la pandemia del coronavirus va suponer un handicap muy potente. Está perdiendo mucha fuerza económica y lo cierto es que no va a ser nada bueno: a nivel internacional, le va a debilitar de forma importante a nivel internacional, y a nivel interno, está siendo un problema muy grave, porque tiene un Estado que está en formación y cuyo sector sanitario no llega al mundo rural, por ejemplo.

Sin embargo, al mismo tiempo, hay que reconocer que han hecho lo correcto al intentar frenar la pandemia cerrando el país, porque, de lo contrario, hubiera sido un desastre absoluto en un país con una debilidad sanitaria tan grande. No tenía mucha opción, pero es cierto que el golpe en India va a ser más fuerte que en otros países porque rompe el ritmo de crecimiento económico que llevaba experimentando desde hace unos años.

Centrándonos en el sudeste asiático, ¿qué países saldrán más reforzados y cuáles más perjudicados? ¿Qué puede pasar en Corea del Norte, teniendo en cuenta la opacidad informativa que existe?

La región no ha estado tan afectada como se pensaba en un principio que podría ocurrir, más que nada por la cercanía geográfica. De hecho, a nivel de datos, el país más afectado es Indonesia y Filipinas. A nivel de impacto, había mucho miedo de que aquello se fuera de las manos, pero a nivel sanitario ha sido bastante más limitado. Habrá que ver por qué, si se puede deber a las condiciones climatológicas, a la fragmentación geográfica… Es una cuestión abierta.

Pero el país “ganador” en la gestión de la crisis del coronavirus -el que mejor lo ha afrontado- ha sido Vietnam. Los vietnamitas, que conocen muy bien a los chinos, no se fiaban de los datos que llegaban de China y adoptaron soluciones muy draconianas a nivel de confinamiento, test masivos, etc… porque se temían que lo que estaba pasando en China era peor de lo que decían; en este sentido, apretaron más las tuercas en Vietnam que en otros países. Además, está saliendo a la luz que Vietnam tiene un departamento de ciber-hackers que recibieron la orden de penetrar en el sistema sanitario chino para robar información real sobre lo que estaba ocurriendo. Se difunden los rumores de que los vietnamitas hackearon a los chinos y obtuvieron información que les hizo pensar que la cosa era peor de lo que se pensaba en un principio; y ello les habría permitido introducir unas medidas mucho más potentes. Sea como fuere, el resultado es que es el país menos afectado y ha logrado mantener el golpe. Es verdad que, como todos los países del sudeste asiático (Myanmar, Indonesia, Filipinas…), tienen que volver a poner en marcha sus economías, pero a nivel humano han tenido mejores resultados.

En Corea del Norte, ya han sido los primeros en cerrar el país en otras epidemias anteriores porque les pasa lo mismo que a la India. No tienen sistema sanitario, por lo que entienden que una pandemia de cualquier tipo podría devorar al país y hacerlo colapsar. Por eso ha sido el primer país en cerrar fronteras, y ahora se habla mucho de su opacidad informativa, razón por la cual no se tienen datos de la situación. Se cree que, efectivamente, el coronavirus ha llegado, pero que su impacto ha sido efectivamente muy limitado. Con el SARS, la gripe del pollo y otras pandemias en Asia, Corea del Norte ha sido el primer país que cierra las fronteras. Es verdad que, como muchos han dicho, siempre ha sido muy opaco, aunque, en cuestiones como las de armamento, sigue una política que se ve venir. Una crisis sanitaria hubiera sido devastadora, pero han aguantado bien. Kim Jong Un sigue a salvo, y es curioso cómo el propio régimen juega con esas opacidad. Hace poco se le daba por muerto y ahí está, vivo y coleando.

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