Corazones abiertos para los sobres cerrados
Sin duda, los obispos ponen el dedo en la llaga al recordar algunos pasajes de la norma relativos a la decisión privada de la mujer como el elemento justificativo esencial del ahora reconocido derecho al aborto. Desde "el derecho a la maternidad libremente decidida", pasando por la definición de salud en términos de bienestar psicológico y social, o el aborto como un asunto privado ligado exclusivamente a la decisión individual de la gestante. O las significativas ausencias de la figura del padre, al que se margina "en algo tan fundamental como es el nacimiento o la muerte de sus propios hijos". Muestras de la soledad a la que se quiere conducir a la gestante que duda del valor de la vida que está desarrollándose en su interior. Y es hacia esa soledad a la que se quiere llevar a la embarazada, a quien se le entregará la información en sobre cerrado sobre su decisión con folletos con los pros y contras de abortar, según explicó en su día la ministra de Igualdad.
La gravedad de la norma del Gobierno no sólo está en la privación de la vida al ser indefenso. Aislar a la gestante ante una decisión tan grave, separarla de quienes pueden mostrarle la bondad, la conducirá a la pérdida del gusto por la vida. ¿Quién que no ame la propia puede valorar incluso la de su propio hijo?
La situación de angustia, recuerda el documento de la CEE, más que sobres cerrados reclama corazones abiertos. Sólo estos corazones abiertos al bien de la vida pueden testimoniar a la gestante el bien que porta en su seno. La ausencia de significado que acompaña al aislamiento de la mujer, el destino sin sentido al que conduce esa soledad se desvanece sólo si se encuentra precisamente ese bien. Un sentido en el que experimente que su vida y la de su hijo son queridas. Hay mucha gente dispuesta a mostrárselo.