Continua la crisis bancaria italiana
En ese sentido, si hay un banco en apuros, ese no es otro que el Monte dei Paschi de Siena (MPS), la tercera entidad financiera del país, que a comienzos de la semana del 4-8 se depreció un 30% en la Bolsa de Milán, cayendo su valor de mercado por debajo de los 1.000 millones de euros. En este caso concreto, la solución que baraja el Gobierno italiano es la de poner en marcha un paquete de ayudas de entre 2.000 y 3.000 millones de euros para compensar la reducción en 10.000 millones de su cartera de créditos morosos solicitada a esta entidad por el BCE.
El problema radica en que, al tratarse de fondos públicos, el ´escudo´ planteado por Gobierno italiano tendría que recibir el ´visto bueno´ de la Comisión Europea y tendría que aplicarse antes del 28 de julio, por cuanto al día siguiente está prevista la publicación del resultado de las pruebas de estrés que la Autoridad Bancaria Europea (ABA) ha realizado sobre 51 bancos europeos. Porque, si el Gobierno decididió actuar sobre el Monte dei Paschi de Siena (MPS) fue tras conocerse la carta que le había enviado el BCE para que redujera su volumen bruto de préstamos dudosos hasta dejarlos en 32.600 millones, ya que a finales de 2015 ascendían a los 46.900 millones.
El problema es que llueve sobre mojado. Porque ya en enero el valor bursátil de los bancos italianos diminuyó una media del 20% (alcanzándose incluso caídas del 40% como en el caso del MPS). Ahora, como ya en su momento, la situación se ha tornado especialmente grave por cuanto el sector constituye el 30% de la bolsa de Milán y porque supone el primer recurso (muy por delante del mercado de capitales) al que acuden las pequeñas y medianas empresas para financiarse. Así,la realidad de los dos aspectos conectados entre sí es lo que hace temer que Italia pudiera sufrir un rescate como el de España, que golpearía a los inversores más desprotegidos.
Desde esa perspectiva, Renzi se apoya en los dos artículos publicados recientemente por Financial Times y The Economist en los que se recomendaba a las autoridades europeas que miraran hacia otro lado en lo que se refería a sus propias reglas y de esta manera autorizaran una inyección de dinero público para salvar a los bancos italianos. El objetivo último sería el de sostener el actual Gobierno italiano y evitar la llegada al poder de Cinque Stelle, que ya ha avisado de su recuperación en las últimas elecciones municipales. Pero esta solución de urgencia no convence a muchos, que creen que no se puede resolver un problema tan antiguo como complejo sencillamente de la noche a la mañana.
Y es que, aunque los bancos italianos superaron bien la crisis financiera internacional de 2007-2009 porque se trató de una crisis de actividad financiera no crediticia (cuando en Italia el sistema era y sigue siendo muy tradicional), los problemas para la banca comenzaron en 2009, cuando el PIB nacional retrocedió más de 5 puntos. Así, durante los años 2009-2013, las pequeñas empresas (muy mayoritarias en Italia) empezaron a tener problemas, llegando muchas de ellas a convertirse en insolventes y a no devolver los créditos.
A ello hay que añadir un hecho innegable, y es que los bancos italianos están peor que los en otros países debido a la debilidad de la economía italiana y al hecho de que el sistema bancario es sumamente ineficiente y clientelar. Porque, y esa es la auténtica realidad, los créditos se habían concedido demasiados veces en función de los contactos con la política. En ese sentido, resulta difícil establecer cuántos de los créditos se deben a la crisis y cuántos a la estructura clientelar, pero el Monte dei Paschi de Siena es el ejemplo de cómo un banco ha sido gestionado durante décadas según los intereses del Partido Comunista Italiano (PCI), primero, y luego del Partido Democrático (PD). Y es oportuno recordar en ese sentido que la izquierda perdió las elecciones generales de 1992, 1994, 2001, 2008 y logró un exiguo empate con la derecha en 2013: frente a ello, tan sólo las victorias de 1996 y 2006 (ambas de Prodi, la segunda por cierto pírrica). Todo ello sin olvidar el problema de la altísima deuda pública, situada en torno al 132% del PIB. Porque, si se llevara a cabo una recapitalización de los bancos, ello llevaría a aumentar en tres puntos el débito público. En definitiva, una papeleta que Matteo Renzi tiene que resolver más pronto que tarde si no quiere que su Gobierno tenga los días contados.