Conflictos fronterizos, derecho natural y experiencia elemental

Mundo · Jorge Iván Hoyos (Colombia)
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23 noviembre 2009
El próximo 27 de noviembre tendrá lugar en Quito un encuentro del Consejo de Defensa Suramericano y de ministros de Relaciones Exteriores de la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) donde, entre otros temas, se espera que se dé un lugar central a los actuales conflictos fronterizos que se presentan entre Colombia y Venezuela, y Perú con Chile.

Pero quizá el diferendo colombo-venezolano ha tenido un despliegue mediático mayor debido a la tensión generada en los últimos tres meses. Posiblemente se nombren mediadores y se sugieran cumbres presidenciales que concluyan con la firma de acuerdos o la formulación de leyes claras; sin embargo, cabe preguntarse: ¿serán suficientes tales iniciativas para superar las crisis? La respuesta es no, porque mientras los dirigentes (sean ministros, presidentes o cancilleres) sólo respeten el ordenamiento jurídico vigente sin preocuparse por el bien humano natural y el bien común, siempre estará latente el peligro de manipular lo legislado.

Claramente las leyes y los acuerdos son necesarios para la armonía de y entre los estados, pero  también es necesario salir de la ideología del positivismo jurídico tal como lo insinuó el presidente colombiano Álvaro Uribe en el último consejo comunitario que se realizó en la ciudad colombiana de Cúcuta.

Uribe manifestó que él se había formado en la escuela del derecho positivo pero que la vida le había enseñado que también es importante reconocer la existencia del derecho natural. Esta intuición es más que necesaria para la solución de los conflictos como los que actualmente se presentan porque tal concepción implica una razón política que mira los acuerdos, los tratados y los convenios respetando la estructura profunda del ser humano.

Una razón política que reconoce el derecho natural, en primer lugar, es capaz de vencer las resistencias de las confrontaciones ideológicas porque postula que el ordenamiento jurídico es para el hombre y no al contrario, ya que hace entender la ley no como aquello establecido por quienes detentan el poder para sostener un status quo al cual hay que adecuarse por medio de un acto de voluntad; sino como un ordenamiento racional con miras al bien común promulgado por quien tiene a cargo la comunidad. 

En segundo lugar, una razón política que se atiene al derecho natural contribuye al bien común porque realmente mira al bien esencial de la persona, es decir, es capaz de escuchar el grito de las exigencias originales que están en el corazón humano, es capaz de ver la pregunta sobre el significado último del ordenamiento jurídico y de la vida social.

El reconocimiento del derecho natural es pues una novedad muy importante en el discurso político y es un hecho realmente "anómalo" en la confrontación ideológica porque hace mirar la experiencia elemental del ser humano y no el interés del poder o la mentalidad dominante. Se necesita entonces una razón política que se atreva a reconocer la necesidad imperiosa de mirar a la experiencia elemental y facilite la expresión de la misma en los ámbitos jurídicos y legislativos. En otras palabras, necesitamos líderes que tengan la valentía de defender el derecho natural porque una concepción así garantiza el auténtico y libre desarrollo de las personas y de las comunidades a las cuales pertenecen.

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