Conferencia de Seguridad de Múnich. Pence, Merkel y Biden.

Mundo · Ángel Satué
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20 febrero 2019
Este fin de semana tuvo lugar en Múnich la 55ª Conferencia de Seguridad, creada en el marco de la relación transatlántica EE.UU.–Europa, durante la guerra fría. Un encuentro privado al que acuden dirigentes políticos, think tanks, periodistas, militares, organismos internacionales, industrias de seguridad y defensa, en torno a una de las materias de mayor interés global: la seguridad global.

Este fin de semana tuvo lugar en Múnich la 55ª Conferencia de Seguridad, creada en el marco de la relación transatlántica EE.UU.–Europa, durante la guerra fría. Un encuentro privado al que acuden dirigentes políticos, think tanks, periodistas, militares, organismos internacionales, industrias de seguridad y defensa, en torno a una de las materias de mayor interés global: la seguridad global.

Como siempre en este tipo de foros, durante tres días se suceden encuentros entre bambalinas con declaraciones a los medios, ruedas de prensa, entrevistas, discursos, etc., con el objetivo inconfesable de influir en aliados y adversarios. España brilla por su ausencia en este tipo de encuentros, salvo por alguna que otra personalidad.

Son decenas de expertos y responsables de asuntos exteriores y de defensa, la mayoría grandes desconocidos para la opinión pública mundial, pero tienen toda una cosa en común, se encuentran condicionados por EE.UU. y las relaciones del hegemón con el resto. Por eso conviene posar la mirada en lo que dicen los que representan o lo han hecho a esta república “imperial”. En este baile de máscaras cada uno cumple su papel, mantiene su discurso y rara vez hay sorpresas (Putin, en 2007, la dio, “rompiendo” con Occidente, como apuntó en estas páginas Antonio Rubio Plo).

Por EE.UU. habló su vicepresidente, Pence, que fue recibido por un gélido tendido, poco dado a la euforia transatlántica, si el que está en la otra orilla es un enviado de Trump. Pence construyó un discurso formalista, lleno de florituras para loa y justificación de la política exterior de EE.UU. que pudo ser percibido como una sucesión de órdenes y avisos a aliados y adversarios, en una línea difícil ya de trazar desde que Trump entró en la Casa Blanca. Si Europa mira al este, Pence advirtió con un rostro severo, una mirada desafiante, una mandíbula apretada, EE.UU. no podrá asegurar su defensa. Afirmó que era el momento de pasar a la acción contra Irán, y de que Europa siguiera su política de embargos comerciales. Definió el concepto de liderazgo americano, cuando aseveró que era decirle a sus socios de la OTAN que invirtieran al menos el 2% de su PIB, cosa que, según dijo, ha logrado que la mitad lo cumpla ya, y sobre el resto les pidió unos planes a supervisar para llegar a esa cifra, de la que al menos un 20% deberá ser para adquisiciones de material ¿americano? Prosiguió con un discurso en que situaba como grave amenaza el interés de China por la tecnología y las empresas occidentales de telecomunicaciones, nombrando explícitamente a Huawei.

Ante este dechado de virtudes diplomáticas, Joe Biden, el anterior vicepresidente, que también habló en la Conferencia, puso el contrapunto.

El segundo de Obama, que aún no ha dado un paso al frente para la nominación demócrata a las elecciones presidenciales de 2020, hizo una formidable exposición del panorama mundial, en un tono mucho más conciliador. Reconociendo que estamos en un momento de inflexión, como expuso también en su discurso la propia Angela Merkel, subrayó, en su condición de político, de hombre de estado, la importancia de la OTAN y de la Unión Europea para la paz y la estabilidad. Una Unión Europea “que es más que una unión económica”. Advirtió del juego de Rusia para desestabilizar las elecciones europeas, para desestabilizar la democracia en Europa y confirmó que estábamos viviendo una batalla ideológica, en la que compiten dos sistemas de valores. Por una parte, las democracias liberales, por otra parte, los poderes que Biden denominó autoritarios, y “que quieren reformular el mundo de acuerdo a sus propios intereses”. Biden preguntó retóricamente cómo organizar el mundo para los próximos 50 años, y ante un auditorio entregado al hombre de estado, también dijo al mundo transatlántico “we will be back” (volveremos), haciendo si cabe más ausente del escenario transatlántico al nacionalista Trump.

En cuanto a Europa, representada por la anfitriona de la Conferencia, Merkel, ésta hizo hincapié en la necesidad del multilateralismo (de la OTAN) –cuestionada por Trump–. De alguna manera, es la única líder que queda –y ya está en retirada– con capacidad de contraponer un discurso liberal y democrático a las tentaciones populistas, nacionalistas y autoritarias, de todas las ideologías. Como recordaba recientemente el escritor de discursos de Obama, Ben Rhodes, de visita estos días en Madrid, a Merkel se le escapó una lágrima cuando se despidió de Obama, tras ganar Trump. En Múnich, se la vio emocionada también. Pronunció un gran discurso, desde el manejo de los tiempos, el tono, la mirada, el contenido. La canciller alemana, muy cuestionada en Alemania, demostró ser el mejor contrapunto a la política norteamericana, que –como dijo, para su sorpresa– ve como un problema de seguridad nacional la producción alemana de BMW (cuya mayor planta está en Carolina del Sur, EE.UU., no en Baviera). Merkel planteó al auditorio apostar por estructuras integradas e interdependientes –acaso recordando el nuevo gaseoducto que unirá Alemania con Rusia, y rememorando y volviendo a poner como ejemplo el acuerdo estratégico de la OTAN con la Rusia de Putin de años atrás–, y habló del riesgo de declive del orden liberal. Planteó el reto de la inmigración como un drama humanitario, como un reto de civilización, por tanto, de orden moral, mientras siguió repasando los asuntos más candentes de política exterior y de seguridad.

Tras escuchar y leer sólo una ínfima parte de los discursos, de fondo queda la pregunta de si puede Europa sobrevivir por sus propios medios a la quiebra del vínculo trasatlántico, a una nueva legislatura de Trump. De si no será demasiado autorreferencial esta conferencia, pese a la presencia cada vez mayor de países no occidentales (China envió a un alto funcionario, con un discurso meloso, India, Irán, etc.). Popper dejó dicho que “no sólo debemos planificar para la seguridad, sino también para la libertad; porque la libertad es lo único que puede asegurar la seguridad”. Mi sensación es que la libertad, tradicionalmente sostenida por el discurso liberal e idealista, que bebe de Kant, ha quedado un poco huérfana mientras gana enteros un discurso realista, del interés nacional, de la táctica, del juego de suma cero.

En definitiva, la globalización vemos que puede ser para unos algo absoluto, para otros algo relativo. Puede ser un medio o un fin. Bueno o malo. En todo caso, debe aspirar a garantizar nuestra libertad. Garantizar la seguridad no basta.

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