¿Condenados a la polarización?
A la ya habitual polarización de la vida política en España se ha venido a sumar la crisis por el COVID-19. Teniendo en cuenta la crisis económica que ya está entre nosotros no parece que vayamos camino de calmar los ánimos. En las conversaciones en los chats o en los titulares de periódicos se acusa de todos los males a políticos de un signo u otro; quizá no acabamos de ser conscientes del todo de nuestra fragilidad a pesar del “bofetón” de realismo que ha supuesto esta pandemia. Pero creo que es necesario hacer una puntualización.
Una cosa es la justa crítica cuando se considera que la gestión no ha sido la adecuada y otra cosa es la sospecha o la acusación de que al adversario político las víctimas, tanto las que han fallecido a causa de la enfermedad o la están padeciendo como a las víctimas económicas, le resultan indiferentes.
Se puede considerar nefasta la gestión del gobierno de Sánchez, de hecho a mi juicio ha resultado bastante incompetente, pero si partimos de la hipótesis de que al adversario político no le preocupa la vida de las personas entonces es imposible construir una vida en común. Lo mismo podríamos decir si el gobierno estuviera ocupado por la derecha como en el caso de la Comunidad de Madrid. ¿Acaso un político del PSOE o del PP o del partido que sea no tiene padres ancianos objeto de sus desvelos? ¿No tendrán también hijos jóvenes que han perdido su trabajo? Quizá de un modo equivocado, pero ¿no buscarán el bien común?
Introducir la sospecha de que ser de unas determinadas siglas políticas implica que no eres sensible a los enfermos, a los trabajadores, a los empresarios… envenena nuestra vida pública. Cuando un partido o dirigente busca sembrar la semilla de la discordia y eludir el debate sereno no ayuda a construir el bien común. Lo hacen todos los partidos… aunque algunos más que otros. O mejor, algunos dirigentes más que otros.
Seguramente un lector avezado podría objetar que en muchas ocasiones los políticos solo buscan su propio interés e incluso en los casos más graves se dan casos de corrupción (no es un problema exclusivo de la política). Efectivamente esto ocurre y en exceso, desgraciadamente. Pero si esto es así es porque la persona, con su libertad, ha decidido actuar de este modo, no es por su pertenencia a un partido u otro. La realidad ha mostrado que la corrupción no es patrimonio de ningún partido político sino más bien es directamente proporcional al poder que se tiene.
Los simpatizantes o afiliados o votantes también tenemos nuestra parte de corresponsabilidad al seguir como forofos, y no con espíritu crítico, las consignas de nuestro partido “favorito” o las consignas de nuestra cabecera periodística favorita.
En uno de esos múltiples chats que se dan estos días participaba en una conversación que se calentaba en la crítica al gobierno de Sánchez y yo introduje una puntualización sobre el número de víctimas en España diciendo que no solamente dependía de la gestión del gobierno de turno (que obviamente es un factor) sino que podría haber también otros factores. Las investigaciones científicas tendrán que decir si puede haber algún tipo de predisposición genética para padecer la infección vírica, no sabemos si el virus puede sufrir mutaciones que quizá puedan haberlo hecho aún más virulento, poblaciones envejecidas… En seguida, cayeron sobre mí críticas por mi “defensa de Sánchez”… al que jamás quise defender, simplemente quería matizar que no todo es negro o blanco.
¿Estamos condenados a la permanente confrontación? Todo es un dilema en el que necesariamente hay que elegir entre una de dos partes. Llámese público o privado, trabajador o empresario, ricos o pobres… ¿No es más razonable buscar una síntesis que pueda abarcar lo más verdadero de cada sensibilidad? Evidentemente también es más costoso por la energía que esto implica.
Llevamos demasiados muertos, tenemos una crisis económica que afrontar… no estamos para discursos ideológicos vacíos, para enardecer a la parroquia de cada partido, necesitamos políticas concretas que busquen el bien de la persona. Caminando juntos nos podemos encontrar a inesperados compañeros de camino como cuando Rita Maestre y el alcalde de Madrid Martínez-Almeida se reconocían con una preocupación común ante esta crisis por muy distanciados ideológicamente pudieran encontrarse.