Cómo votamos en Europa con los pies
Charles Tiebout acuñó el término “votar con los pies” describiendo las corrientes migratorias movidas por circunstancias de vida más favorables a la hora de escoger una patria. Estas “circunstancias”, en muchos casos, son la supervivencia. Es el caso de la gran crisis europea de inmigrantes. No cruzan el Mediterráneo buscando unos puntos menos en el impuesto sobre la renta; buscan sobrevivir, huyendo del hambre, la persecución religiosa o las “limpiezas étnicas”. Es un flujo de personas que, sin vuelta atrás, cambian el rostro de Europa. Casi 500.000 personas sólo en lo que llevamos de año, en el mayor flujo migratorio desde la Segunda Guerra Mundial.
Hay más corrientes de votantes “con los pies”. También los europeos nos movemos. Por eso es bueno echar un vistazo a nuevos peligros y amenazas que están haciendo cambiar el rostro de Europa.
Desde el atentando de Charlie Hebdo, y movidos por la presión de la amenaza, 8.000 judíos franceses han emigrado ya a Israel. “Es la hora ya en Europa de que marchemos a Israel”, decía uno de ellos a la CNN.
El siguiente fenómeno tiene un motivo diferente, pero aplastante. Es el que ha trasladado a 300.000 españoles fuera de nuestras fronteras, desde el inicio de la crisis. La mayoría jóvenes (6 de cada 10 jóvenes de entre 16 y 18 años planean dejar España), y la mayoría talento universitario, más del 80%, que no encuentra salida en su propio país.
Pero no sólo las personas votan “con los pies”. También el dinero y las empresas. Sólo en 2015, más de 3.121 empresas (según un estudio de Expansión) se trasladaron de Barcelona a Madrid. Aunque, desde luego, no todas reportaron la amenaza secesionista como principal motivo (en muchas ocasiones hay miedo al señalamiento político), prácticamente todas reportaban alivios fiscales y entornos más favorables. Se trata de empresas bien conocidas; ING, NH… o la filial de Aguas de Barcelona Agbar Interaguas, por decisión de la francesa Suez de trasladar fuera de Cataluña su sede española. Pero también empresas menos conocidas, hasta un total de 800 empleos, que desaparecen de Barcelona buscando, por lo menos, un entorno más favorable para desarrollar su actividad. Esta semana, un empresario del sector de la publicidad hablaba de que “para este año, la previsión de crecimiento de inversión publicitaria en Cataluña ha pasado de un 4% a un retroceso del 14%, viniendo además de un recorte anterior del 50% con la crisis. La amenaza secesionista ha puesto a los directivos en espera paralizada”.
Salvar la vida, pero también salvar una empresa o poder pensar en un futuro profesional es lo que está moviendo con fuerza el ADN cultural europeo. Una Europa que es la tierra de salvación para los llegados de Siria y otros países de Oriente Medio, pero que para muchos europeos no responde a sus expectativas. Millones de personas que, frente a las narraciones políticas teóricas del Estado del bienestar enfrentan la contundencia imbatible de sus pies.