´CL con su manifiesto muestra el testimonio que podemos dar en favor de la vida´
¿Qué le ha llamado la atención del manifiesto de CL sobre el aborto?
El manifiesto es una invitación y una propuesta. Si el ser humano se pregunta por las razones que dan significado a su propia vida ha de encontrarse con que en la valoración del semejante, en la pertenencia a una misma especie, es en donde puede hallar respuesta al sentido de su existencia. Somos la única especie inteligente, la única capaz de pensar y de obrar responsablemente. Ese sentido de pertenencia a una comunidad se expresa en toda su dimensión a través del mensaje cristiano, pero va a lo más profundo de nuestra propia condición humana. Por eso, en la historia de la humanidad el progreso hacia la civilización no ha sido otra cosa que el reconocimiento de los derechos de todos. También la ciencia (el conocimiento) nos ha ido mostrando cómo somos, cómo comienza nuestra existencia como seres biológicos. Trasladar esa percepción a un mundo de valores nos hará reconocer mejor algo en lo que el manifiesto de CL se fija especialmente. Una mujer que alberga en su seno una nueva vida humana no puede considerar esa vida como algo prescindible.
Me permitiría proponer que nuestro testimonio en favor de la vida debe conllevar no sólo la propuesta de que la mujer gestante es la portadora de esa nueva vida, sino también que detrás de ella hay un hombre, el padre, que también debería tener algo que decir sobre el respeto y la protección del concebido.
Este manifiesto es muestra del testimonio que podemos –y debemos– dar quienes entendemos que la vida del ser humano tiene una dignidad desde el inicio de su existencia. Es una propuesta pacífica que formula una aspiración a lo mejor para todos.
Se habla en nuestra sociedad en este momento de la libertad de la mujer. En el texto se asegura que la libertad tiene que estar vinculada a la realidad, a la realidad del no nacido.
El manifiesto pone de relieve cómo en España los debates sobre el aborto se han acabado conduciendo, de forma indudablemente interesada, a una mera valoración de la libertad de la mujer para ejercer su maternidad. Es un enfoque perverso porque la libertad de cualquiera tiene como límite los derechos inalienables de otros, en este caso del otro, que ya existe.
El proyecto de ley de Gallardón no habla de aborto.
Es uno de los aciertos, lo apreciamos desde el título: “ley de protección de los derechos del concebido y de la mujer embarazada”. Supone una apelación a lo que realmente está en juego, la vida humana que una mujer puede albergar en su seno. En un debate reciente, en el que participé, alguien descalificó el término concebido por tener connotaciones religiosas (sic). Está claro que apelar a la claridad en términos es la base del testimonio que podemos dar, el concebido es algo real, un ser vivo de la especie humana que está en su período de formación, sea cual sea la creencia o increencia religiosa. Contrasta este acertado lenguaje con el de la ley Aído, que comenzaba con el enunciado “ley de salud sexual y reproductiva” (nadie puede oponer nada a que se fomente la salud) para añadir una monumental falsedad: “interrupción voluntaria del embarazo”. Está claro que el aborto no es una interrupción sino una terminación, por los métodos más contundentes que pueden caber, de la vida del ser humano en gestación. La propia descripción de en qué consiste el aborto provocado y cómo se lleva a cabo produce verdadero rechazo.
¿Es apropiado vincular ausencia de significado al aborto?
El aborto, no lo podemos ignorar, se practicó desde siempre, ya Hipócrates en tiempos antiguos se encargó de recordar que el aborto no podía ser un acto médico. Es cierto que en nuestra sociedad actual, se acaba enfocando los problemas en términos en los que la vida humana puede desproveerse de valor. Lo cierto, en cualquier caso, es que son tiempos para valorar que la maternidad es esencial para el futuro de nuestra sociedad, que la mujer debe ser apoyada para encontrar el acompañamiento que merece, cuando su situación se aleja de vivir con confianza lo que significa la llegada del hijo. Es tiempo para promover más que nunca los valores esenciales de nuestra civilización cristiana, incluido el de la educación y la formación.