Ciudad de vida y muerte
La película recurre a un magnífico y maniqueo blanco y negro para contarnos, en un lenguaje narrativo y de montaje muy modernos, la tragedia de la guerra. Y lo hace desde la perspectiva de algunos personajes que tratan de humanizar un auténtico infierno. Y a pesar del horror que el espectador tiene que contemplar, el film es rico en elipsis y fueras de campo que nos ahorran sufrimientos aún mayores. Algunos personajes son históricos, como el nazi -que curiosamente es el Schlinder de este film- y otros son pura ficción.
La película es excesivamente larga y excesivamente dura, rodada con mucha maestría, y con un claro carácter propagandístico de ajuste de cuentas. Con todo, estamos ante una impactante obra que se llevó la Concha de Oro en el último Festival de San Sebastián. Parece que el siglo XX está siendo sometido a un implacable juicio cinematográfico que nos está dejando cintas inolvidables.