Cinco pasos para evitar una catástrofe
– Gadafi aún está en el poder, y su caída no parece aún próxima.
– Si actualizamos la trayectoria histórica de la fractura entre los dos territorios tan heterogéneos y antagonistas que componen el país, vemos que la revuelta ha estallado y se ha consolidado en la región Cirenaica, pero no le resulta fácil extenderse por la de Tripolitania.
– Debido a las considerables inversiones de la Libian Investment Authority, el "fondo soberano" de la República de Libia, en Italia, en el resto de Europa e incluso en Estados Unidos existen vínculos de dependencia recíproca que mantienen atadas las manos de todas las partes implicadas, desde Gadafi hasta Occidente, pasando por los insurgentes de Cirenaica.
– Ante la difícil coyuntura económica internacional, ni los grandes países productores (incluida Libia) ni los grandes consumidores de gas natural y petróleo pueden permitirse perturbaciones especulativas a largo plazo en el mercado de los hidrocarburos, algo que sin duda la crisis libia desencadenará.
– En esta crisis, Italia es el país del G7/G8 que más que ningún otro podría hacer una contribución decisiva para lograr una solución no catastrofista.
Si se quiere trabajar eficazmente por la paz, hay que ser al mismo tiempo firmes y realistas, entendiendo que el realismo al que nos referimos no tiene nada que ver con el cinismo de la realpolitik, sino que tiene que ver sobre todo con las virtudes cardinales de la prudencia y la templanza. La etapa de Gadafi llega a su fin, pero conviene a todos que su salida de escena se inspire en el modo con que Chile se liberó de Pinochet, sin acabar en ruinas, como sucedió en el asalto al palacio de Invierno, glorioso y bello sólo en los carteles conmemorativos, con el que Rusia se liberó del zar para caer en manos de Lenin y Stalin.
En este sentido, Italia tiene mucho que hacer gracias a la trama de relaciones que tiene con Libia, más con la región Tripolitania que con la Cirenaica, no sólo a nivel intergubernamental sino sobre todo a nivel sub-gubernamental, por llamarlo de algún modo. Es motivo de preocupación el hecho de que a lo largo de las costas libias se esté asentando un grupo táctico de la Marina de los Estados Unidos cuya fuerza principal consiste, si no hemos entendido mal, en una o más naves de asalto anfibio.
Un desembarco en Trípoli a finales del siglo XIX dio lugar a la primera operación de los marines fuera de Estados Unidos, de hecho el nombre de la actual capital libia aparece en las primeras estrofas de su himno. Hay que felicitarse de todo corazón porque se estén resistiendo a la nostálgica tentación de repetirlo ahora.
Desde el punto de vista militar, sería un gran éxito, pero también el comienzo de un sinfín de problemas. Que se queden, por el amor de Dios, en sus naves de asalto anfibio (que son al mismo tiempo portaaviones de ataque y naves-dársena para desembarcos: máquinas de guerra impresionantes y a su modo fascinantes por su concepción y por su potencia). Mientras tanto, es necesario que Italia juegue todas sus cartas.