Catalanidad no es secesión

España · José María Gutiérrez Montero
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10 octubre 2013
Páginas digital entrevista a Valentí Puig, periodista, crítico literario y escritor español, que escribe en catalán y español. Licenciado en Filosofía y Letras. Le preguntamos por el tema del nacionalismo, de la situación actual de Cataluña, los apoyos que tiene el independentismo y el papel de la Iglesia. 

¿Una ley de claridad como la de Canadá podría favorecer la solución del conflicto catalán?

Entiendo que la ley canadiense fue consecuencia de un referéndum, la respuesta a algo constitucionalmente mal hecho, alegal. De ser así, en Cataluña no se ha convocado ningún referéndum de tales características. ¿Podría irse desarrollando como un plan Ibarretxe que acabó como acabó? Tuvo el rechazo del Congreso de los Diputados. En la hipótesis de una petición de un referéndum al Congreso de los Diputados -de recibirlo según expresa la ley canadiense- allí debe autorizarse la pregunta y cual ha de ser la mayoría y cual el grado de participación necesario. Todos estos supuestos no encajan con el proceso actual en Cataluña, a mi parecer.

Parece que los partidarios de la independencia y los no partidarios tienen el mismo porcentaje, ¿cómo resolver el asunto?

Lo que cuentan son los votos y no el deambular de las encuestas. En un caso así parece evidente que existe un voto oculto y eso es difícilmente cuantificable. Véase también que en las encuestas la idea de una independencia mirífica tiene aceptación pero varia a la baja cuando se explicita que esa independencia implica la salida inevitable de la Unión Europea. Sumemos el efecto que pueda tener una recuperación económica y el desgaste tan elevado de Artur Mas, que se ha olvidado de los votantes moderados para regalarle votos a ´Esquerra republicana´. Se trata de suma incapacidad política.

¿Qué importancia tiene que la sociedad civil se exprese?

Es decisivo. Y por eso el nacionalismo populista ha instrumentado una presión ambiental que -por ejemplo- utiliza sin reparo la televisión autonómica, con una grave elusión del ´fair play´ que da coherencia a una sociedad en lugar de fracturarla. Y a la vez aparece un independentismo ´freakie´ que, acabe como acabe este momento álgido, generará desafección y enfrentamiento. En casos así, los extremos llegan a tocarse.

¿Qué papel puede jugar la Iglesia?

Sectores identificables de la Iglesia en Cataluña apoyan ese proceso secesionista. A mi entender, no debieran hacerlo. Hay católicos que quieren la permanencia de Cataluña en España y otros que desean todo lo contrario. Es una cuestión de conciencia, de ciudadanía, de definición política. Y esa es la mejor contribución que pudiera hacer la Iglesia: favorecer el ´fair play´, el debate con respeto, la madurez argumental. Entiendo que la Iglesia refleje la catalanidad de muy buena parte de la sociedad catalana, pero la catalanidad no es lo mismo que la secesión

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