Carta desde Cuba
El monopolio cubano ETECSA, de telecomunicaciones, ha permitido que los cubanos en la isla nos comuniquemos con el mundo gracias a un servicio Wi/Fi nativo, a menudo muy inestable que vale $2.00 dólares la hora (poco más de mi salario diario y desde noviembre ni trabajo tengo) así que imposible para mí usar otro medio. Te estoy enviando, de todos modos, una mirada a la sociedad cubana, de este inicio de año, y otras reflexiones compartidas con amigos.
Ha temblado la tierra en la ciudad de Caracas –entiendan que hablo, por suerte, en sentido figurado– y en La Habana se registran “numerosas réplicas”. La economía y sociedad cubanas dependen demasiado de la hermana Venezuela, como antes de la “prima” Unión Soviética; como para que algo de tal magnitud no impacte en la isla.
También, más al sur, la gran Argentina nos sorprende cuando creíamos que el gobierno de los Kirchner, como el de los Castros, sería para siempre y en un abrir y cerrar de urnas la historia nos demuestra, una vez más, que en materia secular, nada es eterno.
Aquí los medios se agitan y arman una enorme algarabía para demostrar el alud social que ya llega sobre los dos pueblos hermanos que han abandonado, por error, la senda socialista.
Mauricio Macri, a menos de un mes de mandato, se cacarea, ha despedido a miles de trabajadores; cerrado programas de radio y televisión mostrando que no respeta la libertad de expresión; ha promovido el aumento de los medicamentos básicos; ha desestabilizado el dólar; y su gobierno planea privatizar servicios públicos que los Kirchner preservaron de la banca privada poniéndolos al servicio de los más necesitados. ¡Todo un caos!
Con el cambio del Legislativo en Venezuela, ¡ni qué decir! La suerte es que el Ejecutivo –término que en Cuba la mayoría desconoce porque aquí no hay separaciones del poder del Estado– permanece en manos del pueblo, figurado en el presidente Nicolás Maduro, y la Bancada de la Patria garantiza que no haya excesos al interno de dichas deliberaciones. El caos político se cierne sobre otras naciones cuando Tabaré Vázquez, presidente de la República de Uruguay, ha mostrado ser un hombre reservado respecto a la danza socialista/populista suramericana, y Evo Morales confronta serios problemas para preservar su hegemonía como presidente de Bolivia.
Durante tres meses hemos “comido a cucharadas de paladeo” algo de lo sucedido en la frontera de Costa Rica y Nicaragua donde miles de cubanos quedaron varados cuando intentaban, como otros miles lo habían hecho durante dos años, atravesar los países de Centroamérica, camino a territorio norteamericano, a través de la frontera con México. La televisora TeleSur repetía lo que los medios cubanos decían sobre el asunto, enfatizando que es la política de EE.UU. quien estimula esta emigración irregular, y que ésta es eminentemente de tipo económico porque los emigrantes cubanos nada tienen que ver con las oleadas migratorias, que escapan por otros asuntos, de los países del Medio Oriente hacia Europa. Lo cierto es que el tema migratorio cubano que ha sacado de la isla, en los últimos cincuenta años, posiblemente a más de un tercio de la población cubana, continúa desangrando y envejeciendo al país. ¿Cuáles son las causas, múltiples pero de un solo significado, que alimentan la emigración en Cuba? De esto, ni el gobierno ni los medios (valga la redundancia) quieren hablar.
Y para sumar más “nubes oscuras” al panorama nacional cubano, 2015 no fue un buen año para la agricultura en Cuba porque las lluvias no llegaron en el momento preciso; y este invierno se muestra loco con lluvias excesivas que están comprometiendo la zafra azucarera y las siembras de este período, lo que augura –desde ya en los mercados puede verse– un año muy difícil, y caro, para la mesa de la familia cubana.
La danza migratoria continúa este año. Los viejos dirigentes de la Revolución recorren las fábricas del país pidiendo a los trabajadores que sean eficientes, productivos, ahorren importaciones y aguanten un poco más. Los precios en los mercados siguen subiendo. Regresan los apagones (cortes de luz) que son inversamente proporcionales al precio del barril de petróleo… y las esperanzas de la gente crecen como un bejuco rastrero sin agua, apenas alargándose (no más) a ras de piso.