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BXVI, en y por la primavera árabe

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16 septiembre 2012
Menos de tres días. Es el tiempo que el Papa ha estado en el Líbano. El viaje se ha producido en unas circunstancias complicadísimas. Es difícil pensar que el estallido de violencia, iniciado con el asalto a las embajadas de Estados Unidos en El Cairo y la muerte del embajador norteamericano en Bengasi, haya coincidido de forma casual con la presencia de Benedicto XVI en Oriente Próximo. El video que ofende a Mahoma y que se ha tomado como pretexto para los ataques llevaba semanas circulando por internet. Al Qaeda, que había perdido terreno, ha encontrado una justificación para recuperar protagonismo. El Santo Padre aterrizaba en Beirut mientras todo el mundo árabe volvía a estar incendiado. 

La nueva inestabilidad se añade a las quemarcan la región durante los últimos meses. El Líbano recibe continuamenteemigrados de la guerra civil siria. El régimen del sangriento Bacher el Asad semantiene en pie por el apoyo del chiismo de Irán que también sostiene aHezbolá, partido y organización armada libanesa. La amenaza de una nueva guerraentre Irán e Israel es más que retórica. Irán sigue intentando ampliar suinfluencia en abierto conflicto con el sunnismo de Arabia Saudí que continúarepartiendo petrodólares. Enfrentamientos geoestratégicos que plantean mildudas sobre el futuro de la llamada primavera árabe. El ansia de libertad querecorrió hace algunos meses la zona con la llamada primavera árabe ahora estácuestionada por numerosos interrogantes. ¿Los gobiernos islamistas de Túnez yde Egipto son un freno al integrismo o su ambigüedad es una careta que acabaráalimentando nuevas dictaduras?

La presencia del Papa en el Líbano haprovocado en pocas horas algo sorprendente. Sunníes y chiitas, los hermanosenfrentados que desde hace siglos se disputan el terreno, han coincidido enalgo. Mohammed Rachid Kabbani, el granmuftí sunní libanes, tras escuchar al Papa ha asegurado: "nosotros musulmanesconsideramos cualquier agresión contra un compatriota cristiano como unaagresión contra todos los musulmanes". Las afirmaciones de los líderes chiitashan ido en la misma dirección. Hussein Hajj Hassan ministro de Hezbolá ha sostenidoque el Líbano es un puerto de diálogo entre islam y cristianismo. Y el diputadoAli Khreiss, del partido Amal, la otra formación chiita del país, ha señaladoque Medio Oriente no puede sobrevivir sin la coexistencia del islam y de loscristianos.

Este reconocimiento por parte de unos yotros, aunque sea de un modo testimonial, del valor de la minoría cristianapara los países musulmanes es decisivo. Pero no es sólo un cierto tipo de islamel que amenaza a esas minorías cristianas. También un cierto tipo decristianismo, abstracto y ahistórico, animado por el protestantismo estadounidense,pone en peligro la presencia de la Iglesia en la zona. La Guerra de Iraq y lareconstrucción nacional de ese país constituyen el mal ejemplo de unaintervención en nombre de los valores de Occidente contra el origen de esosvalores. El origen de la fe fue un acontecimiento y las Iglesias orientales sonlas que recuerdan que sólo un acontecimiento puede seguir manteniendo vivo elcristianismo. Los cristianos de Oriente Próximo son una comunidad de once odoce millones de bautizados que, según algunos cálculos, puede quedarsereducida a seis millones en los próximos años. La persecución y la falta deinteligencia de algunas políticas occidentales están acelerando el proceso. "Queridosamigos -les ha dicho el Papa a los 30.000 jóvenes reunidos en la explanada de laexplanada del Patriarcado Maronita de Bkerk-, vosotros vivís hoy en estaparte del mundo que ha visto el nacimiento de Jesús y el desarrollo delcristianismo". 

El Santo Padre ha querido subrayar elvalor de la presencia de la Iglesia en la tierra de Cristo. Y hemos visto cómoesta concepción de la fe ha permitido a Benedicto XVI desplegar una audazinteligencia sobre los intrincados retos del mundo árabe. Muchos desde el mundocatólico, ante los interrogantes que provocan las nuevas revoluciones, sugierenque las cosas estaban mejor cuando dictadores como Mubarak mantenían ciertoorden. Y sin embargo el Papa ha sido muy positivo con la primavera árabe,expresión que ha hecho suya. A Benedicto le hemos oído simpatizar con "el deseode mayor democracia, mayor libertad, de mayor cooperación, de una renovadaidentidad árabe".

Una y otra vez el Papa ha hablado de laposibilidad de una convivencia y de un diálogo, en una sociedad plural, entreel cristianismo y el islam. Corrección también para un cierto mundo cristiano,que se ha dejado dominar por las tesis del "choque de civilizaciones". Se hadicho que la ///http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2012/september/documents/hf_ben-xvi_spe_20120915_autorita_sp.html///intervenciónel sábado del Papa/// ante el Gobierno y representantes de la vida social delLíbano es una guía para la convivencia entre cristianos y musulmanes, unvademécum para construir la paz. No es una exageración. El Papa ha propuesto laconversión como la respuesta al reto social y político de construir unasociedad plural y pacífica. Conversión que es un ejercicio de la libertad parareconocer la huella que hay en el corazón del hombre: "el espíritu humano tieneel sentido innato de la belleza, del bien y la verdad. Es el sello de lodivino, la marca de Dios en él. De esta aspiración universal se desprende unaconcepción moral sólida y justa, que pone siempre a la persona en el centro.Pero el hombre sólo puede convertirse al bien de manera libre". Es precisamentela huella común en el corazón de todo hombre la que hace posible el diálogo enuna sociedad plural, "siendo conscientes de que existen valores comunes a todas las grandesculturas, porque están enraizadas en la naturaleza de la persona humana. Estosvalores que están como subyacentes, manifiestan los rasgos auténticos ycaracterísticos de la humanidad. Pertenecen a los derechos de todo ser humano.Con la afirmación de su existencia, las diferentes religiones ofrecen unaaportación decisiva". Toda la fuerza del cambio está en la persona, en sulibertad, "el mal no es una fuerza anónima que actúa en el mundo de modoimpersonal o determinista". En el islam religioso no hay un enemigo sino unaliado, "debemos unir nuestras fuerzas para desarrollar una sana antropologíaque integre la unidad de la persona". Un método aparentemente frágil, peroinvencible. 

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