Buscando a Eimish

Cultura · Juan Orellana
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8 noviembre 2012
Se estrena la opera prima de Ana Rodríguez Rossell, unhermoso canto a la vida y a la familia. Además de su exitoso paso por el recienteEvolution Film Festival de Palma de Mallorca, donde ha obtenido los premios aMejor directora novel y Mejor Actor (Oscar Jaenada), la película obtuvo elPremio católico Signis  en el últimoFestival de Málaga. También fue bien recibida en el Festival de Shangai, en elFestival de Cine Español de Toulouse, en el festival de Bogocine e inauguró elLondon Spanish Film Festival y el Festival de Orense, en pleno desarrollo.

El cine español sigue dando muestras de madurez en susjóvenes realizadores. Van quedando atrás los temas trillados, los aburridos tópicosideológicos, y se va abriendo camino la vida real: los anhelos y heridas de lagente, las necesidades profundas, los dolores… el drama humano, ni más nimenos. Uno de los temas que cada vez más eclosiona en los guiones del cineactual, en España y fuera de ella, es la maternidad. Recordemos cintas independientescomo Un feliz acontecimiento, Madres & Hijas, Juno, Bella, HappyThankyouMorePlease,… pero tambiénlargometrajes comerciales como Algoprestado o Amanecer, de la saga Crepúsculo. En ellas se plantea lamaternidad como un deseo positivo, pero lleno de incomprensiones en un mundoque busca la comodidad más inmediata. En el Festival de cine español de Málagade 2012 han coincidido dos óperas primas, Seispuntos sobre Emma y Buscando a Eimish,ambas vertebradas por la historia de una mujer joven que quiere ser madre. Perosi en la primera, de Roberto Pérez Toledo, Emma busca una maternidad sinpareja, lo que busca Eimish, en la película de Ana Rodríguez Rosell, es fundaruna familia, una comunidad de amor.         Elargumento es sencillo: Eimish (Manuela Vellés) vive con su novio Lucas (OscarJaenada) desde hace más de dos años. Un día, cuando Lucas vuelve del trabajo,se encuentra con que Eimish se ha marchado. Sólo le ha dejado una nota dedespedida. Lucas, convencido de que ella se ha vuelto a Alemania con un antiguonovio (Carlos Leal), emprende su búsqueda desesperada. En el camino va adescubrir cosas muy interesantes sobre Eimish y su pasado.

Este primer largometraje escrito y dirigido por la madrileñaAna Rodríguez Rosell es, antes que nada, un ejercicio de elegancia formal. Yeso siempre es de agradecer. Pero no hablamos de esteticismo. La directora amay respeta a sus personajes, y ello se traduce en la forma de encuadrarles, eltiempo que les concede en cada plano, cómo los ilumina… En esta cinta no hayantagonistas: todos los personajes reclaman del espectador su comprensión y suempatía, y para conseguir esa complicidad es decisiva la puesta en escena deAna Rodríguez. Una puesta en escena llena de sensibilidad y de detallismo. Poreso es una película que, tras su apariencia sencilla, esconde una minuciosidadque se desvela mejor en un segundo visionado. Su estructura de rompecabezas,con muchos y breves flashbacks, nosólo sirve al suspense y desvelamiento narrativo de la trama, sino que permiteuna aproximación mucho más impresionista, y también más esencial, al alma delos personajes.

Pero lo más interesante son los temas que la directoraentreteje con sus personajes. La primera frase de Eimish ya es una declaraciónde principios: "Tengo miedo". Sólo al final entenderemos el contenido profundode esa afirmación. Pero lo que sí se va desvelando progresivamente es laimportancia de los vínculos incondicionales, unos vínculos que podríamos llamarfamiliares aunque no siempre sean biológicos. De hecho, Eimish no se puedeapoyar en sus lazos biológicos, pero sí en un amigo preocupado por su destino. Porsu parte, Lucas sí tiene madre, abuelo… con los que tiene una estrecharelación, pero sin embargo no quiere fundar una familia porque sabe que sitiene hijos se acabó el vivir para sí mismo. Su modelo de vida en pareja eshedonista: poder seguir siempre el impulso de sus apetencias. Ambos, Lucas yEimish van a hacer un periplo existencial -y físico, casi en una road movie– que va a llevar a ambos areplantearse sus prioridades y la naturaleza de sus vínculos fundantes. Entreambos, una interesante galería de secundarios, que se han ido quedando en lasmárgenes del río de su propia vida: Roberto, aislado y apesadumbrado por laculpa; Valeria, víctima de su egoísmo; Kai, que aún no ha sabido cerrar lasheridas del pasado, o Lupo, una especie de filósofo vagabundo que sólo buscauna esquina desde la que observar el mundo. Quizá es Jana, la esposa de Kai, laque más madurez muestra a la hora de entender la vida y sus reglas de juego.

La película es esencialmente honesta: no juzga a lospersonajes, pero tampoco confunde el bien con el mal. La atención a lo quesucede va redimiendo a los personajes de sus prejuicios y miedos; la fuerza delo positivo de la realidad va derrotando la amenaza del nihilismo, y al finaltriunfa el "sí": el sí a la realidad, a la vida, al otro, al perdón, al volvera empezar. Por ello es perfectamente comprensible que Buscando a Eimish obtuviera el Premio Signis España en el Festivalde Málaga 2012. En el acta de concesión del galardón se pueden leer las razonesdel premio: "Por su bella factura, su interesante propuesta a favor de lafamilia como comunidad de origen y de supervivencia social, su apertura a unavisión esperanzada de la vida y por el modo amable de narrar unos viajes deredención y de búsqueda de identidad".

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