Buried (Enterrado)

Cultura · Juan Orellana
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27 septiembre 2010
Esta película es por encima de todo un reto técnico y narrativo. Que no sea la primera vez que se hacen experimentos de este tipo no le resta mérito a esta producción, dirigida por el español Rodrigo Cortés y protagonizada por el norteamericano Ryan Reynolds. Si en películas como Náufragos o La soga, de Hitchcock, el desafío era rodar en un solo decorado, la novedad de Buried es que este decorado es una caja con forma de ataúd. Todo sucede dentro, y con la presencia de un solo actor. La trama se va descubriendo gracias a las conversaciones telefónicas que mantiene a través de un móvil. Paul Conroy es un camionero americano contratado para hacer unos transportes en Iraq en 2006. Su convoy es atacado por unos insurgentes y, tras un tiroteo, Paul es secuestrado, golpeado y enterrado en un ataúd con un mechero y un móvil. Piden por él cinco millones de dólares. El plazo, 90 minutos, exactamente lo que dura la película, contada casi en tiempo real.

Es muy interesante comprobar cómo una película tan extremadamente limitada en posibilidades saca todo el jugo posible a la cámara y al guión para ofrecer una paleta completa de emociones y situaciones, y no decaer en ningún momento. Detrás de las piruetas formales del film yace una terrible crítica a la burocracia, a los medios de comunicación, a la deshumanización de la empresa y la política, y se desprende un claustrofóbico nihilismo, que va haciéndose más insoportable a medida que pasa el tiempo.

Al no ver más que a un personaje, el espectador tiene que poner en juego toda su imaginación: poner rostro a las voces del móvil, recrear la situación del secuestro, imaginar las gestiones de su liberación, e incluso reconstruir la vida familiar y afectiva del protagonista. En ese microcosmos de madera el director va a crear momentos de aventura, de tensión dialéctica, de terror, de romance, e incluso de comedia -negra, eso sí-. El film no está exento de errores, especialmente de verosimilitud de algunos detalles, pero tiene mucho más peso lo que está bien resuelto. Ahora, eso sí, no es una película para cualquier estómago: es muy angustiosa, muy deprimente, y no deja resquicio a la esperanza.

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