Buena música en Londres
Londres es una buena ciudad para observar el mundo. Quizás sea el centro urbano más globalizado de Europa. La gente de las viejas colonias le proporciona una apertura poco habitual. El turbante de los sijs, el velo musulmán, la presencia asiática y la India que bullen en sus calles la convierten en un buen observatorio.
Esa perspectiva general está muy presente en un estudio que se ha presentado la semana pasada en la London School of Economic (LSE) sobre las protestas que sacudieron el planeta entre 2011 y 2012: Reclaiming Democracy in the Square.
La investigación es arriesgada porque mete en un mismo saco los movimientos de la primavera árabe, los indignados del 15 M españoles, las réplicas en Estados Unidos y muchas otras protestas de diferente signo en el mundo. Pero responde a dos de las preocupaciones de la LSE, al menos entre sus investigadores políticos: el futuro de la democracia y la sostenibilidad del Sistema del Bienestar.
Precisamente más y mejor democracia es lo que reclamaron todos los indignados del mundo durante ese período. El estudio, basado fundamentalmente en conversaciones con los protagonistas de las protestas, llega a conclusiones sorprendentes. Desmitifica, por ejemplo, el papel de las redes sociales. Fueron importantes pero no crearon, como dicen algunos, los movimientos. Solo sirvieron para darlos a conocer.
Los manifestantes criticaron las privatizaciones, la falta de justicia social, la obsolescencia de las instituciones, pero sobre todo pidieron democracia. Y lo relevante es que se la pedían, según el trabajo de la LSE, en primer lugar a sí mismos y no al Estado. Habría aparecido así un nuevo sentido de la responsabilidad, más allá de la ideología estatalista y de la absolutización del mercado. ´Se enfatiza- dicen las conclusiones- la importancia de asumir responsabilidades para resolver los problemas sin que se espere todo del Estado´. Es un concepto de responsabilidad distinto al que utilizaba el neoliberalismo cuando aseguraba que los ciudadanos tenían que convertirse en empresarios de su destino. Estaríamos hablando de una nueva conciencia de ciudadanía que invita a asumir tareas sociales. Lo que no ´absuelve al Estado de sus responsabilidades que no se pueden delegar en compañías privadas´. Los encuestados, además, tienen muy mal concepto de los sindicatos y confían poco en las ONG como instrumentos de vertebración social. Todo eso señala muchos cuestiones que revisar.
Pero lo importante es la perspective que abre la LSE sobre la relación entre persona, sociedad y Estado. Es difícil saber si las conclusiones están más en la mirada de los investigadores o el objeto investigado. Pero lo relevante es qué concepción de democracia y de sistema de bienestar parece entreverse. Los años 70 del pasado siglo estuvieron dominados por cierta interpretación de la socialdemócracia que le atribuyó un protagonismo desmedido al Estado. A partir de finales de los 80 se abrió paso una revolución conservadora que sustituyó el monopolio estatal por oligopolios privados. Se hablaba entonces de menos Estado y más sociedad. En realidad lo que hubo fue más mercado y una desregulación que nos llevó a la crisis. Ahora todos estamos perplejos pero la música de la LSE no es cacofónica.
Lo primero para fundamentar la democracia es la responsabilidad personal. Una responsabilidad que empieza por el modo en el que miro al otro y que llega hasta las instituciones. Habria mucho que hablar sobre qué la hace posible. Sin que afloren y dialoguen las razones que cada uno tiene para vivir es dificil mantenerla en el tiempo. Tambien habría mucho que hablar del papel del Estado. Pero la sola idea de que haya un ´Estado para la sociedad´ también suena bien.