´Brote satánico´: el Estado islámico según los ulemas
El Estado islámico no deja en paz a Egipto, ya de por sí bastante revuelto. Reflejo de ello es el debate generado en la prensa egipcia, nacido en el seno del islam y llevado a los medios, sobre la legitimidad o no del Estado islámico. En particular, Al-Yawm al-Sâbi‘, un importante diario independiente, se ha propuesto recoger sistemáticamente declaraciones de varios ulemas contra el IS. Todos se muestran de acuerdo al definirlo como no verdaderamente islámico, por la espiral de violencia que ha desatado en Iraq y Siria.
Concretamente, el Gran Muftí del Reino de Arabia Saudí, Sheikh Abdal-Aziz Âl-Sheikh, la suprema autoridad religiosa del país, ha definido a las milicias del IS como “grupos de disidentes”, que no pertenecen al islam y que representan un apéndice de los Kharijiti, primera secta nacida en el seno del islam y considerada hereje. Una identificación que suena como un duro distanciamiento por parte del líder saudí que no quiere verse relacionado con el Estado islámico, a pesar de las acusaciones de Occidente y de algunos estados árabes de haber favorecido su nacimiento.
“Brote satánico”. Así ha definido al IS una de las principales autoridades islámicas de Egipto, el Gran Muftí Shawqi Allam, que considera que el autoproclamado califato viola los valores islámicos, los principios de la sharía y los valores universales del hombre. El muftí ha invitado a todas las instituciones islámicas a oponer resistencia al IS: “Grupo sanguinario y extremista, esta organización supone un peligro para el islam y para los musulmanes, desvirtuar su imagen, esparce sangre, siembra la corrupción en la tierra, debilita a los países (árabes) y ofrece la ocasión (a Occidente) para destruirnos y entrometerse en nuestros asuntos con el pretexto de la guerra contra el terrorismo”.
Entre los miembros del Consejo de los ulemas de Al-Azhar, órgano directivo de la mezquita-universidad, se ha difundido la idea de que el islam no pida al hombre contemporáneo la restauración del antiguo califato, sobre todo cuando eso significa usurpar las cosas sagradas de otros y agredir a las personas. Porque, como afirma el secretario general de este Consejo, Abbas Shuman, “los sunís no consideran lícito el derramamiento de sangre” y el islam garantiza la libertad de culto a los cristianos y demás minorías religiosas. Por si eso fuera poco, el jefe de los ulemas de Al-Azhar expertos en el hadiz, Ahmad Mabad, ha recordado la advertencia coránica según la cual “quien mata a un creyente intencionadamente recibirá la jehenna eterna, sobre él caerá la cólera y la maldición de Dios, y se le preparará un castigo atroz”.
Contra el IS, pero por razones distintas, se ha pronunciado el ministro egipcio de Asuntos religiosos, Muhammad Mukhtar Juma, que sospecha que el califa Abu Bakr al-Baghdadi actúa en interés de Israel y emplea sus recursos en una guerra no autorizada ni por la sharía ni por la costumbre ni por el derecho internacional. Según el ministro, Al-Baghdadi tendría orígenes hebreos, su verdadero nombre sería Eliot Shimun y sería un agente del Mossad.
Contra la violencia en nombre de Dios también se ha expresado el muftí de la República libanesa, Shaikh Abd al-Latif Deryan, en el discurso que pronunció en la mezquita Muhammad Amin de Beirut con motivo de la fiesta del Sacrificio. “Quien comete atrocidades en nombre de la religión no conoce verdaderamente la fe”, afirmó el muftí, expresando su deseo de una reforma de la vida política y social, de las instituciones y del pensamiento religioso y cultural. Una reforma necesaria a su parecer no solo para resolver desacuerdos, sino también para acoger la invitación de Abrahán a la unidad y a edificar el bien.