Brexit, educación y Plan Marshall

Mundo · Giorgio Vittadini
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1 julio 2016
Finanzas y cuentas públicas, aparte. La salida del Reino Unido de la UE es otro signo de la fragilidad de nuestro continente que, sin miedo a exagerar, podemos considerar ahora más expuesto a los “pedazos de tercera guerra mundial”, como dice el Papa Francisco. Es importante recordar que la idea inspiradora de una Europa unida, que nació en la mente y en el corazón de muchos demócratas al término de la Segunda Guerra Mundial, fue la paz: no más guerras entre naciones europeas. 

Finanzas y cuentas públicas, aparte. La salida del Reino Unido de la UE es otro signo de la fragilidad de nuestro continente que, sin miedo a exagerar, podemos considerar ahora más expuesto a los “pedazos de tercera guerra mundial”, como dice el Papa Francisco. Es importante recordar que la idea inspiradora de una Europa unida, que nació en la mente y en el corazón de muchos demócratas al término de la Segunda Guerra Mundial, fue la paz: no más guerras entre naciones europeas. Para decirlo todo, el primer y más importante resultado de la Unión es precisamente este, setenta años sin guerras, un resultado consagrado con el Premio Nobel de la Paz en 2012.

No es casual que los dos episodios de guerra en el continente hayan tenido lugar en la ex Yugoslavia y en Ucrania, dos países fuera de la Unión, donde dominaban más bien los intereses divergentes de Rusia y Estados Unidos. Con el Brexit nadie puede plantear razonablemente la hipótesis de que Gran Bretaña quiera la guerra con Europa, pero cuando empiezan a faltar momentos institucionales de debate y se incrementan las divergencias económicas, aumenta desmesuradamente el riesgo de conflicto. “La guerra ya está en Europa”, dijo Bergoglio en el vuelo de regreso de su viaje a Armenia, con el habitual realismo que le caracteriza. Por otro lado, los países europeos, sin vínculos comunitarios, serían más proclives a conflictos causados por motivos económicos y estratégicos en otras partes del mundo.

Pero sin esperar a futuros vientos de guerra, ya tenemos tristes realidades como el resurgir de los nacionalismos, el miedo al diferente y la xenofobia que han puesto su pie no solo en Reino Unido sino también en muchos países del este de Europa. En nada ayuda la falta de ideales en demasiados líderes de opinión que sienten la aspiración a la unidad y al desarrollo para todos como valores abstractos.

Entonces, ¿es que no hay remedio? En absoluto. Precisamente el Brexit podría ser una gran ocasión si nos liberamos del problema de buscar quiénes y en qué se han equivocado, y tratamos en cambio de descubrir qué es lo que puede garantizar nuestra convivencia. Dice Julián Carrón en el libro “La belleza desarmada”: “La naturaleza de la crisis de Europa no es en primer lugar una crisis económica. Tiene que ver con los fundamentos del vivir. (…) Es la reducción del deseo, es decir, del punto de apoyo que hace posible la experiencia de la libertad, de verse libres del miedo, porque posibilita a la razón mirar la realidad impidiendo que nos ahogue”.

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