Boris Gudonov, según La Fura
Con el comienzo, sabía que iba a ver algo espectacular, subrayado poco después por los trucos visuales en escena, en los que los decorados proyectados dan paso al discurso salvador del dictador Godunov, inspirado en la obra de Alexander Pushkin. Pero si sorprendentes son los primeros momentos de la puesta en escena de La Fura, poco después toman el escenario una veintena de terroristas a tiro limpio.
Rememoran el asalto en 2002 al teatro Dubrovka de Moscú, donde hicieron rehenes durante tres días a todos los espectadores mientras negociaban con Putin. Este suceso y el salvapatrias Godunov van intercalando una reflexión sobre el ejercicio del poder y la lacra terrorista.
Tan pronto el patio de butacas y los entresuelos se llenan de terroristas subiendo por las balaustradas y exhibiendo sus armas automáticas, como Godunov va proyectando su plan para "convencer" al pueblo ruso de sus bondades.
El ritmo es trepidante, con la utilización de cámaras en los intersticios del María Guerrero que permiten al espectador ver las andanzas de los secuestradores. El teatro dentro del teatro con el drama interpretado a mi vera por varios "fuleros". La ordenación espacial de personajes, las luces, la banda sonora, el video… todo envuelve para convencer.
Preguntas abiertas, emociones al límite, vidas al pairo… personajes de carne y hueso surcados por pasiones desbocadas. ¿Quién hace justicia en estas vidas rotas, laceradas por el odio o la venganza? El compromiso ideológico no basta para ponerse delante de la propia vida, pero La Fura no va más allá. Con todo, merece la pena no perderse este Boris Godunov.