Bolonia: el riesgo del formalismo (y II)

Mundo · Ramón Rodríguez Pons-Esparver
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16 febrero 2009
El proceso de adaptación  de las universidades a Bolonia debe contar, por realismo, con el factor social. Las universidades, al disfrutar de autonomía para definir qué quieren ser, deben rendir cuentas ante la sociedad de cómo están empleando los medios que la sociedad les entrega. Esto es ante todo una ayuda para la propia institución universitaria -estatal o de iniciativa social-, pues le hace tomar mayor conciencia de cuál es su tarea y no caer en la inercia. La movilidad juega también aquí un factor decisivo, pues permite reconocer en otros lugares e incorporar en nuestras universidades medidas para aprovechar más eficientemente los recursos disponibles. Y esto nada tiene que ver con la privatización de la Universidad sino con el ejercicio responsable de la gestión universitaria, tanto en tiempo de crisis como de no crisis.

Es evidente que considerar la empleabilidad como el criterio único de financiación de las titulaciones no es válido. Pero sí debe tenerse en cuenta a la hora de promover una colaboración entre varias universidades para impartir conjuntamente un grado de una titulación que debe impartirse, pero que no es defendible que se imparta en tres universidades estatales de la misma área geográfica. Es decir, la rendición de cuentas debe considerar también la colaboración entre universidades como un modo más responsable de usar los recursos disponibles.

La igualdad de oportunidades tiene que ver fundamentalmente con el desarrollo máximo de las capacidades que cada alumno tiene y quiere desarrollar. Para ello es necesario que se pueda elegir la universidad en la que se quiere estudiar, sabiendo que no todas las universidades son iguales, y que exista un sistema de becas suficiente y/o de préstamos a muy buenas condiciones para aquéllos que lo necesiten que les permita estudiar en las condiciones adecuadas para conseguir un buen rendimiento. También el sistema de becas debe rendir cuentas a la sociedad. Es decir, disfrutar de una beca es una gran responsabilidad.

Posición ideal de la Universidad

Sin embargo, no podemos olvidar que el verdadero problema de la universidad no está en los procedimientos y reformas exteriores. La vocación de la Universidad es ayudar a mirar la realidad que tenemos delante, a descubrir su contenido, sus nexos, su significado, su verdad. Uno se alegra de estar en la Universidad porque entiende más la realidad en la que todos los días estamos inmersos. Sin el reconocimiento de un significado, la razón se vuelve loca y la persona, escéptica e incapaz de una construcción común. De hecho, el elevado fracaso académico, muestra del aburrimiento de nuestros universitarios en las aulas, tiene que ver fundamentalmente con esta cuestión. La falta de nexo entre Universidad y realidad, es decir, la pérdida de la vocación de la Universidad.

Problema educativo

Este proceso de adaptación al EEES no resolverá nada si no contempla el problema educativo real que está detrás de esta falta de interés de muchos de nuestros estudiantes o del fracaso escolar que sigue, tanto en la enseñanza universitaria como en la no universitaria. Esta cuestión hace que emerja nuevamente el factor clave de todo proceso educativo y formativo: el profesor que, al proponer una hipótesis sobre el significado de la realidad que se estudia en cada materia y sobre la unidad existente entre todas ellas, invita a los alumnos a ser protagonistas. No podemos caer en la universidad en los errores que trajo consigo la Logse y cuyos frutos son bien visibles hoy en nuestra universidad, dejar al alumno solo ante la realidad. No se puede confundir la libertad de nuestros alumnos con el dejarles solos. La libertad se pone en juego cuando hay una propuesta por parte del profesor. Y sin propuesta es imposible educar. ¡No nos quejemos después de las consecuencias que surjan -muchas ya las vemos hoy- de haber dejado solos, de haber abandonado a nuestros alumnos! El pragmatismo no educa, educa una posición ideal unitaria con la que confrontarse, sea la que sea. Y de esto se habla muy poco en todo el discurso que rodea al proceso de Bolonia.

El éxito de todo recorrido educativo es la unidad de todas sus etapas. Sin ella, cada una empieza a buscar culpables en las otras del deterioro del sistema educativo que sufre. La Universidad echa la culpa al Bachillerato, el Bachillerato a la Educación Primaria y Secundaria, éstas al profesorado y el profesorado, ¿dónde se ha formado? En la Universidad. Por eso, cuando esto no está claro se dan saltos en el vacío como incluir a la Universidad en un Ministerio de Ciencia e Innovación en vez de en el de Educación, donde se administran el resto de las etapas. Una muestra de la miopía total, de la gran confusión con la que nuestros gobernantes tratan de abordar el problema educativo.

Confusión que se ha puesto de manifiesto también a la hora de abordar el proceso de adaptación al EEES en cuestiones como la implantación de los estudios de postgrado antes que los de grado; en la falta de decisión sobre quién establecía el nuevo catálogo de titulaciones, si el Ministerio primero o las universidades después; en la no correspondencia entre la mayor dedicación exigible al profesorado en el seguimiento de los alumnos dentro del proceso de Bolonia y la valoración de su actividad docente, que contribuye al desánimo en el profesorado; en el no considerar que en las universidades extranjeras donde este proceso ya funciona existen medios de apoyo al profesorado como asistentes docentes o personal de administración; etc.

Lo fundamental

Estamos en un tiempo de cambio donde ante la confusión reinante lo primero es recordar lo fundamental, lo que es esencial y lo que no lo es. La Universidad, como vocación, es el lugar para aprender a mirar la realidad con todos sus datos y así poder construir sobre ella. Toda nuestra capacidad crítica, creativa, de análisis y de síntesis debe ir dirigida en esa dirección. Por ejemplo, el planteamiento responsable de un problema de ingeniería y su posible solución se basa en intentar tener en cuenta todos los factores en juego.

Cuando esto no está claro, en la universidad o en cualquier etapa educativa, de una forma u otra "se manipula la realidad ajustándola a la coherencia de un esquema prefabricado por la inteligencia y así el triunfo de las ideologías consagra la ruina de la civilización", como ya apuntaba el premio Nobel de Medicina Alexis Carrel en los años 50. La violencia -que también se está viendo con respecto a EEES- es siempre un instrumento de la ideología para intentar comprimir la realidad a su esquema prefabricado. Una posición violenta refleja la ausencia de argumentos para mantener un diálogo libre y constructivo.

En este punto es necesaria también una autocrítica y un debate serio. ¿El esquema con el que se está intentando abordar el EEES responde a la realidad educativa y universitaria española o corremos el peligro de intentar amoldar esta realidad a un esquema prefabricado por no se sabe muy bien quién? Éste es un punto decisivo en el que la flexibilidad vuelve a ser muy importante. Porque, aunque todos estén de acuerdo, si no responde a la realidad, la reforma estará abocada al fracaso y no logrará entusiasmar a nadie. Como aprendí de un buen maestro, "la realidad es testaruda" y en la universidad tenemos la obligación de mirarla de frente y no darle la espalda.

Nuestro reto

En la comunidad universitaria -profesores y alumnos- estamos llamados a redescubrir el entusiasmo por la realidad, por su contenido y su significado, por el nexo entre las materias, por el trabajo conjunto, por la apertura de la razón a medida que pasa el tiempo. Un test claro que juzga el paso de nuestros estudiantes por nuestras aulas es si cuando terminan sus estudios se muestran más apasionados y curiosos por la realidad o más escépticos. Un test semejante nos podríamos hacer los profesores respecto de nuestra tarea universitaria. Éstos son los verdaderos retos ya que, ¿puede ser nuestra Universidad una referencia mundial si no es una referencia para nuestros alumnos y para nosotros? ¿Se puede construir Europa sin esta pasión y curiosidad por la realidad? Todo un reto, toda una oportunidad en la que todos estamos llamados a jugárnosla en primera persona.

Ramón Rodríguez Pons-Esparver es profesor titular de la Universidad Politécnica de Madrid

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