Bhatti sabía que su asesinato era inminente

Mundo · Nuria Madrid
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6 marzo 2011
"Pido al Señor Jesús que el conmovedor sacrificio de la vida del ministro paquistaní Shahbaz Bhatti despierte en la conciencia el coraje y el empeño necesarios para que sea tutelada la libertad religiosa de todos los hombres, de tal modo que se promueva su dignidad". Han sido las palabras que Benedicto XVI ha pronunciado en el rezo del Angelus este domingo en recuerdo del ministro cristiano asesinado el pasado miércoles por oponerse a la ley de la blasfemia.

Llegaban esas palabras horas después de la noticia de que habían dado muerte a otro cristiano en la aldea de Danada, cerca de Rawalpindi, ciudad del Punjab. Se llamaba Mohammad Imran, había sido acusado de blasfemia en abril de 2009. Pero la fiscalía no encontró pruebas y lo pusieron en libertad. Le golpearon con un arma de fuego hasta causarle la muerte. Otra vida de un cristiano, de un pobre, segada. Es por esta gente por la que Bhatti realizó un conmovedor sacrificio. "Mientras tenga vida, hasta el último aliento, continuaré sirviendo a Jesús y a esta pobre y sufriente humanidad, los cristianos, los necesitados y los pobres" -había dicho Batti-. "Los pasajes que más amo de la Biblia dicen: tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. Y así, cuando veo a gente pobre y necesitada, pienso que bajo sus semblanzas es Jesús quien viene a mi encuentro".

El obispo Rufin Anthony explicó el viernes en el funeral de donde nacía esta sensibilidad del ministro. Un funeral que no estuvo exento de tensiones. "Mataron a mi hermano, y ahora nos prohíben ver su cuerpo, no son capaces de proteger a las minorías". Era el grito de Anila Bhatti,–hermana de Shahbaz, que se oía a las puertas de la Iglesia de Nuestra Señora de Fátima, en Islamabad. Las fuerzas de seguridad le habían prohibido entrar. La celebración empezó después de la llegada del primer ministro, Yusuf Raza Gilan. Y a partir de ese momento las autoridades cerraron las puertas y nadie pudo entrar o salir del edificio. La policía formó un cordón que bloqueó todos los accesos. Muchos cristianos no pudieron entrar. En la homilía monseñor Rufin Anthony definió a Bhatti como su hijo: "lo vi crecer desde una edad temprana, me venía a visitar periódicamente para estudiar la Biblia y desde una edad temprana dedicó su vida a Jesucristo. Tan pronto como tuvo noticia de que una persona era víctima de acoso, corría en su defensa, ha mejorado además el diálogo interreligioso de cristianos, musulmanes, sijs e hindúes".

Dino Pistolato, responsable de Cáritas en Venecia, que había trabajado con el ministro, ha enviado un comunicado al centro de estudios Oasis en el que sugiere que Bhatti sabía, pocos días antes de su muerte, que iba a ser asesinado. Tenía una profunda y lúcida fe y la conciencia de una muerte próxima -explica Pistolato-. Me lo confirmó un correo electrónico reciente, donde me contaba cosas sobre su lucha incansable contra la actual ley sobre la blasfemia, sobre las reiteradas amenazas que recibía y sobre la falta de apoyo por parte de su partido político. Esa conciencia de que podría ser asesinado en cualquier momento ya la tenía Bhatti hace tiempo, hace algunos años aseguraba: "no quiero popularidad, no quiero posiciones de poder. Sólo quiero un lugar a los pies de Jesús, yo quiero que mi vida, mi carácter, mis acciones hablen por mí y digan que estoy siguiendo a Jesucristo. Este deseo es tan fuerte en mí que me consideraría privilegiado si, en este esfuerzo y en esta batalla por ayudar a los necesitados, a los pobres, a los cristianos perseguidos de Pakistán, Jesús quisiese aceptar el sacrificio de mi vida. Quiero vivir para Cristo y quiero morir por él. No tengo ningún miedo".

Las amenazas eran una constante en el último período, por eso aseguraba: "muchas veces los extremistas han buscado matarme y encarcelarme, me han amenazado, perseguido y han aterrorizado a mi familia. Los extremistas pidieron hace unos años a mis hermanos, a mis padres, a mi madre y a mi padre que me disuadiesen de continuar mi misión en ayuda a los cristianos y a los necesitados, o de lo contrario me habrían perdido. Pero mi padre siempre me ha animado". Lo certificaba el viernes Gerrard Bhatti, su hermano mayor: "la nuestra es una familia destruida por una pérdida inmensa. Mi hermano me dijo un día que estaba bajo amenaza de muerte. Le pedí que abandonara el país pero me dijo que no temía a la muerte".

¿Se podría haber evitado la muerte de Bhatti? ¿Hizo todo lo que estaba en su mano el Gobierno para protegerlo? El que responde es monseñor Anthony. "El Gobierno ha asegurado que había proporcionado todas las medidas de seguridad, entre ellas dos coches y 16 guardaespaldas, y culpan a Bhatti por haber evitado deliberadamente la escolta. Pero no es cierto porque Bhatti había pedido un coche blindado con cristales a prueba de balas y no se lo dieron".

En Khushpur, su aldea natal del Punjab, donde Bhatti fue enterrado el mismo viernes, fue posible la explosión popular que no se permitió en Islamabad. Más de 15.000 personas se reunieron para las honras fúnebres, entre ellos había musulmanes, sijs e hindúes. Las calles del pueblo estaban cubiertas de banderas y pancartas, en una de ellas se podía leer: "Shahbaz Bhatti, hijo de la patria, te echo de menos" o "Bhatti, tu sangre es el comienzo de una nueva revolución". Por la noche se celebró una vigilia con velas. Y el sábado se sucedieron manifestaciones de protesta en buena parte del país, en Lahore, Karachi, Faisalabad, Sialkot y Khushpur. Bhatti también ha movido el corazón de los ortodoxos. El metropolita de Volokolamsk, Hilarion, ha hecho público un comunicado en el que ha destacado que Batthi, "como político ha hecho mucho para tratar de reducir las tensiones religiosas en la sociedad pakistaní y no tenía miedo a hablar en contra de las acciones de los extremistas".

¿Pero quién era Batthi? ¿Por qué hizo lo que hizo? Él mismo lo explicó hace no mucho: "me han propuesto altos cargos en el Gobierno y me pidieron que abandonara mi batalla, pero yo siempre lo he rechazado, incluso a riesgo de mi propia vida. Mi respuesta ha sido siempre la misma: no, yo quiero servir a Jesús como un hombre común". Gracias, ministro. Una vida como la tuya nos hace entender que hay una Verdad, un Amor, por el que merece la pena sacrificarse.

Información elaborada con la colaboración de Asia News y Oasis

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