Betancourt: el triunfo de la dignidad de la persona
"Doy gracias a Dios y a la Virgen, y a todos los que han tenido compasión y piedad de nosotros, los rehenes. He imaginado tantas veces el momento en que podría volver a abrazar a mi madre. Gracias a todos los que nos habéis acompañado desde cualquier parte del mundo y nos habéis mantenido con vida, porque siempre estás vivo si el mundo no te olvida".
"Gracias al ejército, por esta operación impecable, verdaderamente perfecta. Hoy, cuando me desperté a las cuatro de la mañana, cogí el rosario y me encomendé a Dios esperando que llegara pronto este día de liberación". Si estas primeras declaraciones de Ingrid Betancourt nada más recuperar la libertad pueden parecer la reacción natural de quien ha estado privado de libertad durante seis años interminables, en realidad evidencian una anomalía, sobre todo si miramos los orígenes y el background de Betancourt y si comparamos su reacción con la de otros prisioneros de su mismo bando político.
Durantes estos seis años, Ingrid Betancourt ha sido considerada y exaltada por partidos de izquierda de todo el mundo, sobre todo por los verdes, como un símbolo del progresismo que tiene como raíz la negación de Dios y de un pacifismo ideológico y abstracto que se lanza en contra de todo lo que sea militar. Con sólo dos frases, Ingrid Betancourt parece hacer un desmentido general: sólo dos son sus agradecimientos, a Dios (la Biblia era el único lujo que le permitían) y al ejército. Un hecho ciertamente extraño, más aún teniendo en cuenta que la noticia ha sido acogida con alivio y satisfacción entre los principales jefes de Estado y de gobierno de América Latina. Todos menos uno, el presidente venezolano Hugo Chávez, símbolo actual del comunismo en América Latina que, a pesar de haber jugado el papel de mediador en otros secuestros, se ha encerrado en el silencio, hasta el punto de que el periódico colombiano que es propiedad suya ni siquiera ha dado la noticia.