Bella… es la Vida

Cultura · Vicente Morro López
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11 noviembre 2008
Permítanme jugar con el título de otra película extraordinaria, en todas las acepciones de la palabra y especialmente en la que significa aquello que se sale de lo habitual, de lo corriente. En efecto, se sale de lo normal, de lo frecuente, de lo común, que haya películas humanas y humanizadoras, limpias, brillantes, conmovedoras, apasionadas y apasionantes, y a la vez, y esto es lo más difícil, sencillas, claras y directas. Películas que van directamente al corazón y a la razón -que no son antagónicos- en lugar de buscar las vísceras y los sentimientos, mejor dicho quizá, el sentimentalismo. Y el caso es que existen. El problema es que, generalmente,  no se difunden lo suficiente por que no son rentables en términos materiales -sí que lo serían en términos sociales si se les prestase mayor atención y se extrajeran sus lecciones- o por que no interesa a los poderosos de turno: gobernantes, intelectuales -orgánicos y de los otros-, magnates de los medios. Ejemplos de este tipo de cine podrían ser Disparando a perros -sobre el genocidio en Ruanda-, La vida es bella -sobre el Holocausto- y Bella -sobre la familia y el valor y dignidad de la vida humana-. Por cierto, curiosamente pero no por casualidad, estas tres películas nos muestran lo mejor y lo peor de la naturaleza humana

Cualquiera que se haya emocionado viendo La vida es bella tiene que ver la película Bella, de Metanoia Films, protagonizada por Eduardo Verástegui. Es una película que nos interroga, constantemente, desde sus primeras imágenes hasta el final y que, si la hemos visto con atención, si la hemos escuchado con intención, si la hemos acogido de corazón, nos ‘persigue' durante muchos días -ojalá que para siempre-, no queriendo abandonarnos. Esta película es un canto a la vida y, también, al compromiso con la defensa de la vida humana, pero no es una película dogmática o panfletaria, no es una película a la contra, no es una película de ‘tesis' que deba imponerse por la fuerza. Antes al contrario, es su sencillez, es la fuerza arrolladora de la verdad lo que acaba imponiéndose de forma natural, sin violentar. Es como la vida misma cuando se abre paso en medio de dificultades y amenazas innumerables. Bella es un acontecimiento, una buena noticia: la vida que se abre paso, que triunfa, que sale adelante porque existe la Vida.

De Bella interesa, sobre todo, el contenido. Por añadidura, está muy bien hecha. Tiene una música estupenda. Una fotografía muy hermosa. Unos diálogos impresionantes. Una narración que te atrapa sin necesidad de efectos especiales, acción intensa ni trucos baratos: sangre, sexo, violencia, mentiras, manipulación. Es una película apta para todos los públicos pero, desgraciadamente, lo contrario no es cierto: no todos los públicos son aptos para Bella. Los que van al cine sólo, repetimos ‘sólo', a evadirse, a huir, a no pensar, a ser meros espectadores, a pasar el rato sin más, a tragarse lo que les echen, a consumir, a mirar un mundo que no es real, no son aptos para Bella. No lo son por sus prejuicios o su pereza intelectual, por su aburguesamiento, por su conformismo. No es culpa de la película. La película es agradable, por momentos divertida, pero siempre profunda. Es radical porque va a la raíz, como decía Ortega. Es radicalmente humana pues va la raíz de nuestra humanidad: somos seres para la vida, para el amor, porque somos obra de la Vida y el Amor.

Bella nos habla de un tipo humano que cada vez escasea más: aquel que es capaz de ‘tomar la vida en peso'. Aquel que, porque sabe que no es dueño de su vida ni de la de los demás, es capaz de tomarse en serio a sí mismo y a los otros, y de dirigir su vida hacia la Vida. Aquel que es consciente de sus limitaciones y por eso es consciente del inmenso valor y poder de todo lo que hace, incluso de las cosas más pequeñas, por que todo tiene sentido dentro de esa búsqueda de sentido que es cada vida. Y esa búsqueda no consiste en inventarse un sentido, o en olvidarse o despreocuparse de él, consiste en encontrar el Sentido, en tener una experiencia y un encuentro personal. La constatación por la experiencia del valor inmenso de la vida humana y de su dignidad impulsa al protagonista a hacer lo que debe y no lo que los demás esperan de él o lo más cómodo, cerrar los ojos.

Además, la película nos habla del sentido del sufrimiento y de su valor salvífico. La vida humana es sufrimiento, porque es combate y es lucha y es crisis y es dolor, pero no es muerte, pues la muerte está vencida por la Vida. Por eso huir del sufrimiento es infantilizar a la sociedad, a la persona. Es alienarse, es pretender vivir otra vida, no la que nos toca. Pero no es el sufrimiento por sí mismo, sino con sentido, y ese sentido es el que hay que descubrir en nuestra vida y ayudar a descubrirlo a los demás, en la medida en que cada uno podamos. Nos habla del poder sanador de las lágrimas, ya sean de dolor, de emoción, de alegría, de desesperación. Las lágrimas son una forma de gritar, de hablar, de orar, cuando no somos capaces de expresarnos con palabras, porque no sabemos o no podemos.

He preferido contar mis impresiones después de ver esta película más que contar su contenido, sus historias, sus personajes. Esto se puede ver y conocer mucho mejor en cualquiera de las múltiples páginas dedicadas a Eduardo Verástegui y a la película Bella. También en ellas se puede ver el excelente, y duro por la crudeza de sus imágenes reales, vídeo La dura realidad del aborto, también de Eduardo. Su historia, su proceso personal, también se puede encontrar en la red. Este tipo de testimonios es fundamental. ¿Quién mejor para contarnos "lo que hay al otro lado" que los que han vuelto del otro lado? ¿No es esto una suerte de resurrección, alguien que ha vuelto de la muerte? De la muerte del ser, de la muerte de encontrarse vacío, de la muerte de matar al otro, de matar al indefenso, de haber matado al amor, de haber querido matar a la Vida. Que-riendo ser dioses nos hemos convertido en juguetes rotos.

El Amor y la Vida están detrás de esta historia de amor y de vida. Pero no son una losa, algo que aplasta y que no deja respirar, que ata. Al contrario, es algo que libera, que ayuda, que purifica, que da plenitud, que da sentido. La película cuenta una historia concreta, un caso entre otros muchos: una madre, que se siente apoyada, ayudada, decide llevar su embarazo adelante y hacer triunfar la vida. "Solucionarlo sobre la marcha, supongo" -sinónimo de ‘interrupción voluntaria del embarazo'- es la respuesta a la pregunta "¿qué piensas hacer?" después de la noticia de un embarazo no deseado, imprevisto, molesto. Y a pesar de todo, vale la pena luchar, vale la pena defender la vida humana, vale la pena defender a los más débiles, a los más indefensos, a los que no pueden gritar. Esa idea se impone al final. No es fácil, pero merece la pena. El personaje principal sabe que tiene que arriesgar, que tiene que poner su vida en lo que hace, que no sirven sólo las palabras o los consejos más o menos moralizantes. Vale sólo la verdad, vale sólo implicar-se. Para salvar una vida hay que dar la vida, hay que ‘perderla' para ganarla. La madre dice sí, por-que detrás hay otros sí -una historia de sufrimiento, una familia que lucha, un hombre que puede entregarse porque sabe que dando se recibe y que muriendo a sí mismo encuentra la Vida- y, sobre todo, un Sí. Sí al amor, sí a la vida, sí a la felicidad -eso que todos buscamos y que casi nunca encontramos, quizá porque la buscamos donde no está-.

Es verdad, Bella es la Vida, por que el triunfo de cada vida humana naciente es un triunfo del Amor, un triunfo de la Verdad, al final, un triunfo de Dios que es amor, camino, verdad y vida.

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