¡¡¡Basta ya!!!
Nos encontramos ante una sociedad que ha perdido sentido cívico crítico, unas masas silenciosas y/o acomodaticias que no quieren ser molestadas -a menos que sea para evitar que su equipo descienda a segunda división- en su voluntaria siesta y en su mansedumbre de masa bienpensante (es decir, que piensa, en el mejor de los casos, "lo que debe", o sea, lo que le dicen en la televisión y en los medios "los que saben" o "los que mandan"), especialmente mientras no se sientan personal y directamente amenazadas o concernidas. ¡Quizá, como ya anunciara Martin Niemöeller, cuando quieran darse cuenta sea demasiado tarde!
¡Basta ya de mentir! ¡Basta ya de ocultar! ¡Basta ya de perseguir! Estamos, desde hace mucho tiempo, asistiendo a una escalada de ataques e insultos a la Iglesia católica. Una ola de intolerancia y de menosprecio a los sentimientos religiosos de muchos millones de ciudadanos -porque somos millones los que somos y nos sentimos católicos, pero millones de personas aisladas, silenciosas, despreocupadas-. Cuando no son exposiciones de supuestas obras de arte, cuadros o fotografías blasfemas, son obras de teatro que insultan a Dios, la Iglesia o los sentimientos religiosos; cuando no son peticiones de retirada de los símbolos religiosos de lugares públicos, son ataques a los villancicos, belenes y actos navideños en los colegios. Y nosotros, víctimas de complejos -de inferioridad o de culpabilidad- o avergonzados de nuestras creencias, incapaces de reaccionar.
¡Basta ya! Tenemos derechos y Derecho. Tenemos razones y Razón. Quizá para algunos no tenga ningún valor lo que nosotros pensamos y creemos: la victoria de Jesucristo sobre la muerte y su resurrección; una antropología que ve al hombre como un ser trascendente, llamado a la Vida Eterna ; un hombre que vive para los demás hombres -sus hermanos- y que, por tanto, supera la solidaridad con su fraternidad, supera las desigualdades con la caridad, supera las divisiones con el perdón y las reclamaciones de derechos con el amor; un hombre que puede "perder" su vida porque dándola la encuentra; un hombre que supera las declaraciones formales y rimbombantes de derechos, porque para él el otro es su prójimo, hijo de Dios y criatura suya igual que él, para él el otro es Cristo. Todo esto puede que no valga nada para algunos, a pesar de todo el bien que esta forma de pensar, mejor, esta forma de estar y ser en el mundo, esta forma de Vivir, ha hecho a la Humanidad , pero tenemos todo el derecho del mundo a pensarlo y a creerlo, tenemos todos los derechos -al menos, los mismos que los demás hombres- a vivir así y a expresarlo públicamente. No debemos devolver mal por mal, ni mentira por mentira, ni buscar el daño de nadie. Pero tenemos todo el derecho del mundo a defendernos, a defender nuestra fe, y a llamar a las cosas por su nombre. ¡Basta ya de abusos y atropellos contra la fe de personas sencillas y corrientes! ¡Basta ya de intolerancia contra las personas que tienen sentimientos religiosos, sea cual sea nuestro credo! Pero, especialmente en nuestro país y en este momento histórico, ¡basta ya de ataques a la Iglesia católica! ¿Por qué la tolerancia se aplica a todo el mundo menos a los católicos? ¿Por qué no hay tolerancia, sino insultos, menosprecios, burlas y descalificaciones para los que estamos contra el aborto, la eutanasia o la manipulación genética y a favor de la vida? ¿Por qué se quiere excluir a la religión de la vida pública y de las escuelas? ¿Por qué se ataca a la escuela católica y se le niegan o escatiman sus derechos?
Respecto a esto, el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos es muy, muy claro: "Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia". ¿Por qué tantas iniciativas para prohibir cosas a los católicos? No tienen derecho a encerrarnos en las sacristías e iglesias, en las sinagogas y mezquitas, no tienen derecho a insultarnos o censurarnos, no pueden relegarnos a lo "privado" como si fuéramos apestados, a menos que quieran, consciente y deliberadamente, violar la Declaración Universal de los Derechos Humanos y toda una larga serie de normas internacionales y nacionales: Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (16 de diciembre de 1966), Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y Libertades Fundamentales (del Consejo de Europa), Constitución Española de 1978, Ley Orgánica de Libertad Religiosa, de 5 de julio de 1980, entre otras muchas.