Así no

España · Fernando de Haro
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2 octubre 2017
Así no. Así no se puede ejercer el derecho a decidir, ni proclamar la independencia. Pero así tampoco se puede defender el Estado de Derecho y la democracia. Ninguna equidistancia. La responsabilidad de la triste jornada del 1 de octubre es de un Gobierno de la Generalitat y de un Parlament que se empeñaron en celebrar una consulta que no era legal, que no tuvo garantía alguna, que recurrió a la ocupación de los centros de votación, que no puede llamarse referéndum y que fue posible por la desobediencia de la policía autonómica a los jueces. No se puede deducir que los ciudadanos de Cataluña hayan dado mandato alguno el pasado domingo para poner en marcha la secesión, como ha argumentado Puigdemont.

Así no. Así no se puede ejercer el derecho a decidir, ni proclamar la independencia. Pero así tampoco se puede defender el Estado de Derecho y la democracia. Ninguna equidistancia. La responsabilidad de la triste jornada del 1 de octubre es de un Gobierno de la Generalitat y de un Parlament que se empeñaron en celebrar una consulta que no era legal, que no tuvo garantía alguna, que recurrió a la ocupación de los centros de votación, que no puede llamarse referéndum y que fue posible por la desobediencia de la policía autonómica a los jueces. No se puede deducir que los ciudadanos de Cataluña hayan dado mandato alguno el pasado domingo para poner en marcha la secesión, como ha argumentado Puigdemont.

Pero el Gobierno del Partido Popular ha cometido una grave cadena de errores que ha agravado seriamente la situación. Es cierto que no ha habido referéndum, pero Rajoy debería reconocer que se ha producido una amplia movilización ciudadana (más de la esperada) y que los promotores de la consulta han ganado en el campo de la propaganda. Desde hace meses, cuando no años, el PP se ha limitado a repetir que era necesario cumplir con la ley. No hubo en décadas una propuesta cultural y social del constitucionalismo y cuando ha llegado ha tenido tintes muy reactivos. El mantra del cumplimiento de la ley es consecuencia de una visión muy limitada de la vida democrática y le ha impedido ver al Gobierno que eran muchos los que quería votar –la mayoría según las encuestas– y que eran muchos lo que querían votar a favor del sí. Durante meses, si no años, ha faltado imaginación y capacidad política para dar respuestas a un dato: muchos catalanes se estaban marchando racional y emotivamente de España. Y eso requería más diálogo, más creatividad. La denuncia de la existencia de un potente aparato de poder al servicio del independentismo es, a menudo, un certificado de impotencia y debilidad.

La situación se agravó en vísperas del 1 de octubre y el mismo domingo. El Gobierno se había comprometido a que no habría urnas como sí las hubo el 9-N. Y ha habido urnas, muchas urnas y muchos votos. Era fácil intuir que los Mossos no iban a cumplir con la orden judicial de cerrar los colegios. Y había que haber previsto que enviar a la Policía Nacional a y la Guardia Civil a cerrar algunos –cerrarlos todos era imposible– iba a ser absolutamente contraproducente. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no podían hacer nada frente a grandes multitudes que contaban con todas las ventajas. Era fácil prever que se verían obligadas a usar la fuerza y que eso iba a desprestigiar aún más al Estado. Una vez dada la orden, la imagen de fuerza ocupadora era inevitable. La intervención a última hora estaba condenada al fracaso. Ahora la causa de la independencia tiene más adeptos y es probable que los catalanes que se quieran marchar sean ya mayoría. En el 34 las fotos de Companys entre rejas convirtieron en un mártir al president que declaró la independencia, las de las cargas policiales han hecho mártir a todo el pueblo de Cataluña.

A corto plazo es necesario que el Estado actúe con más eficacia y que evite la secesión. Lo lógico es que el Gobierno cuente con el apoyo social y político de las fuerzas sociales y políticas constitucionalistas. A medio plazo y a largo plazo parece muy difícil que los partidarios de la independencia no sean mayoría. A corto y a largo plazo, suceda lo que suceda, hay que pedir que la convivencia, la posibilidad de compartir la vida social con el otro, quede garantizada.

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