Arranque simbólico de Juan Fernando
En mayo de 2008 el cabeza de lista de los socialistas ya dio algunas pistas de cómo debía ser la nueva Ley Orgánica de Libertad Religiosa. La fórmula del juramento y de la promesa en los cargos públicos debía sustituirse por una expresión que no manifestará las creencias. En julio de 2005, siendo ministro de Justicia, en una intervención en los cursos de verano de la Universidad Rey Juan Carlos de Aranjuez (Madrid), sostuvo que el actual tratamiento que recibe la Iglesia católica es de privilegio y dejó claro que considera desfasado el artículo 16.3 de la Constitución, en el que se establece la colaboración con la Iglesia católica. Dijo entonces el ministro que era necesaria una "relectura inteligente". "La sociedad española se ha transformado de modo espectacular en todos los órdenes, también en el institucional y en lo que atañe al pluralismo religioso", dijo entonces. Para añadir que "España es un Estado laico", algo que no está en el texto constitucional. Juan Fernando López Aguilar no se privó de la memoria histórica: la Iglesia católica apadrinó la Guerra Civil como una cruzada", afirmó. El candidato socialista cuando habla del reconocimiento del pluralismo religioso tiene en la cabeza una política que no reconoce la diferencia histórica y sociológica de las confesiones y que tiende a hacer tabla rasa.
En el Parlamento Europeo en los últimos meses se ha producido un interesante debate sobre cómo deben impulsarse los derechos humanos. Una resolución del pasado 14 de enero de 2009 expresaba su preocupación por el respeto de los derechos humanos en lo que denominaba las "instituciones cerradas". La resolución aseguraba que "los estados miembros de la Unión Europea deben garantizar una vigilancia cualificada, tanto en las normas como en la praxis, de las condiciones de vida en las instituciones cerradas". A los estados se les instaba a controlar los cuerpos intermedios, como las familias, las asociaciones civiles o las iglesias. Es fácil imaginar cómo de cómodo está Juan Fernando López Aguilar, incómodo con la literalidad de la Constitución del 78, con esta concepción de los derechos humanos que lleva el laicismo hasta su extremo y que los convierte en un caballo de Troya contra la tradición.