Argentina: deseo de cambio

España · Horacio Morel (Buenos Aires)
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1 marzo 2010
El cine argentino en estos días se dispone a disputar un Oscar, con la excelente El secreto de sus ojos, recientemente premiada en los Goya. El verano político doméstico, en cambio, nos ofrece la versión repetida de una novela mal escrita. Nos referimos a la disputa respecto de las reservas del Banco Central y sus consecuencias políticas y económicas.

Los hechos: a mitad de diciembre, clausurado el período ordinario de sesiones del Congreso, la presidenta Cristina Kirchner dispuso por decreto ("de necesidad y urgencia", instrumento constitucional ideado para eludir la discusión parlamentaria), la creación del "Fondo del Bicentenario", mediante el cual ordenaba la transferencia de aproximadamente 6.500 millones de dólares de las reservas del Banco Central para instrumentar una política de "desendeudamiento". En rigor de verdad, se trata sólo de los vencimientos de deuda pública del 2010, ya previstos en el presupuesto aprobado apenas un mes antes por el Legislativo. En otras palabras: o bien el presupuesto discutido no era real y encubre un déficit evidente, o bien se trataba de una maniobra para liberar igual cantidad de dinero del presupuesto mediante las amplias facultades de reasignación de partidas con que cuenta la Jefatura de Gabinete, en una año preelectoral donde el kirchnerismo se juega su continuidad (en versión masculina o femenina, aunque tras la operación coronaria de urgencia del ex presidente, y como diría una abuela, "no importa si es nena o varón, lo importante es que sea sanito").

El entonces presidente del Banco Central, Martín Redrado -un ex "goldenboy" del final de la dictadura militar y del amanecer de la democracia estable reciente, con postgrado en Harvard- se negó a ejecutar la orden presidencial, y se desató un conflicto político abierto. El funcionario recurrió a la Justicia, y si bien obtuvo una medida cautelar para preservar su cargo y para que las reservas no sean transferidas, culminó por renunciar un par de días antes que la comisión parlamentaria competente se pronunciara sobre la procedencia de su reemplazo, con el voto esta vez positivo del errático Cobos, vicepresidente y ¿opositor?

Más allá del reemplazo de Redrado al frente del Central, aún el Gobierno no ha podido echar mano a las reservas monetarias a causa del fallo judicial, que sigue su derrotero en el Palacio de Justicia y que en los próximos días aparcará en la Corte Suprema.

Aunque las especulaciones indican que la Justicia no convalidaría la estrategia oficial, lo cierto es que a los magistrados les gusta imponer sus tiempos, ya sea por no prestarse a la manipulación de los políticos, y seguramente se pronunciarán una vez que el Congreso logre reunirse para debatir y la cuestión ya se convierta en abstracta.  Si para resolver los cientos de miles de amparos por la pesificación forzosa de los depósitos bancarios cuando el "corralito", el "corralón" y la devaluación,  el Alto Tribunal se tomó casi seis años, no se advierte por qué no puede demorar un par de meses el tratamiento de esta cuestión.

En el orden económico, subyace la discusión técnica sobre si el gobierno puede o no disponer de esas reservas, para pagar deuda o para lo que sea.  Las opiniones más independientes afirman que sólo serían de "libre disponibilidad" unos 2.200 millones de dólares, sobre un total de casi 50.000 millones, es decir, la tercera parte de lo que pretende utilizar el Ejecutivo.

Desde el punto de vista político, el debate es sobre el alcance de la independencia de la autoridad monetaria como reaseguro institucional: si el gobierno tiene o no el derecho de disponer de las reservas para implementar su propia política monetaria.

Sin embargo, la sociedad argentina y su clase política parecen desaprovechar las reiteradas oportunidades que los avatares de la actualidad brindan para profundizar el debate democrático, y la preferencia se inclina por lo novelesco.

Así es que la amenaza del saliente Redrado provocó que el matrimonio presidencial reconozca públicamente que se valió de información privilegiada para comprar con gran sentido de la oportunidad 2 millones de dólares antes de la crisis del 2008, saliendo a aclarar rápidamente que no se trató de una operación especulativa sino una "inversión productiva" destinada a adquirir un hotel en la Patagonia.

Del mismo modo, cuando todavía este culebrón de las reservas no llegó a su final, los argentinos comentamos como si se tratara de un partido de fútbol las "avivadas" del oficialismo y de la oposición en el Senado en la sesión para definir el control de las comisiones: que si la oposición suma 37 votos, que si el oficialismo no da quórum con ayuda del mismísimo ex presidente Menem, inesperado protagonista de turno, sin horrorizarnos de que nuestros legisladores hagan de todo menos trabajar cuando el país reclama soluciones urgentes.

Urgencias que se traducen en el inicio del ciclo escolar en peligro por reclamos salariales docentes, en Gran Bretaña iniciando la explotación petrolera en las Islas Malvinas, en el delito cada vez más violento de las calles, en un proceso inflacionario ya inocultable pese a los esfuerzos estadísticos del INDEC intervenido para disimularlo.

Mientras tanto, la oposición no logra cohesionarse, y sin perjuicio de que logre en definitiva arrebatar definitivamente el control parlamentario no saca partido de la popularidad cada vez más baja de Cristina, al tiempo que el Gobierno da la impresión de no querer darse por enterado de su derrota electoral de junio pasado.

Y el gran interrogante es: ¿quién logrará interpretar el deseo de cambio de la gente? ¿Surgirá alguna figura nueva, o habrá que soportar el regreso de algún dinosaurio de la "vieja guardia"? ¿Acaso el pueblo aguardará pasivamente el obsceno reacomodamiento del poder, o sabrá ocupar el ancho mar de sociedad civil que se expande entre el individuo y el Estado? ¿Habrá lugar en el futuro para la expresión política de quienes cotidianamente producen, trabajan y luchan testimoniando el sentido de la vida y de la historia?

No hay estatuilla que premie la madurez de una sociedad comprometida con el bien, la justicia y el progreso, pero qué bien nos veríamos los argentinos de etiqueta desfilando por la alfombra roja.

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