Arde París… ¡por la vida!

Cultura · PaginasDigital
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24 enero 2014
El pasado domingo, 19 de enero, las calles de París se llenaron de una enorme marea humana defendiendo el derecho a la vida de los seres más indefensos que existen: los humanos no nacidos. Seguro que Juan Pablo II, el Papa de la vida, y su amigo Jérôme Lejeune sonrieron satisfechos al ver que se sigue manteniendo el combate por la vida en esta vieja Europa. Vieja por sus siglos de historia, pero vieja también, y más, por sus actuales planteamientos antihumanos, contrarios a la vida.Esta gran manifestación tuvo, además, protagonismo español. Una nutrida representación de españoles, desde políticos a líderes provida, pasando por residentes en París. Los organizadores, tiñendo de rojo y gualda las pancartas y carteles de la manifestación, quisieron rendir homenaje a la lucha por la vida en España. Esta lucha ha conseguido arrancar un Anteproyecto de Ley para derogar la actual legislación del aborto, heredada de los socialistas. En su intervención ante los manifestantes, Benigno Blanco, presidente del Foro Español de la Familia, proclamó que «por primera vez desde que en los años setenta del siglo XX se extendió en Europa la legalización del aborto, un país de la Europa occidental comienza el camino de recuperar el compromiso con el derecho a la vida.» 

El pasado domingo, 19 de enero, las calles de París se llenaron de una enorme marea humana defendiendo el derecho a la vida de los seres más indefensos que existen: los humanos no nacidos. Seguro que Juan Pablo II, el Papa de la vida, y su amigo Jérôme Lejeune sonrieron satisfechos al ver que se sigue manteniendo el combate por la vida en esta vieja Europa. Vieja por sus siglos de historia, pero vieja también, y más, por sus actuales planteamientos antihumanos, contrarios a la vida.

Esta gran manifestación tuvo, además, protagonismo español. Una nutrida representación de españoles, desde políticos a líderes provida, pasando por residentes en París. Los organizadores, tiñendo de rojo y gualda las pancartas y carteles de la manifestación, quisieron rendir homenaje a la lucha por la vida en España. Esta lucha ha conseguido arrancar un Anteproyecto de Ley para derogar la actual legislación del aborto, heredada de los socialistas. En su intervención ante los manifestantes, Benigno Blanco, presidente del Foro Español de la Familia, proclamó que «por primera vez desde que en los años setenta del siglo XX se extendió en Europa la legalización del aborto, un país de la Europa occidental comienza el camino de recuperar el compromiso con el derecho a la vida.»

intervención

La vida del profesor Lejeune es un buen ejemplo de la oposición entre ciencia e ideología. Sus conocimientos y posiciones científicas no le permitían asumir los prejuicios ideológicos que pretendían justificar los atentados contra la vida humana siendo, precisamente, atacado desde posiciones meramente ideológicas. Además, cometió el ‘delito’ de ser católico, profunda y existencialmente católico. En el año 2007 se inicio su proceso de beatificación. Ciencia y fe, en su vida y en su obra, no se excluían, sino que caminaban juntas y en paralelo, como tantas veces ha sucedido en la historia. En cambio ciencia e ideología son mutuamente excluyentes: ésta pretende someter a la razón para controlar a aquella.

La ciencia, la auténticamente humana, intenta ayudar al hombre a vivir una vida mejor; la ideología, toda ideología, pretende servirse del hombre para construir ‘su’ mundo mejor, ‘su’ propio paraíso, en el que sobran la disidencia o las opiniones libres porque el partido, el líder o el grupo de vanguardia siempre tienen razón.

Decíamos que el libro de Lejeune deja un regusto amargo. Recoge la declaración del profesor, realizada como experto, ante el Tribunal de Justicia de Maryville (Tennessee, USA) en el proceso legal por una disputa para la ‘utilización’ de siete embriones crioconservados. Un matrimonio, ya roto en aquel momento, discutía por la ‘propiedad’ de estos embriones que habían ‘fabricado’ in-vitro porque querían tener –en su momento- un hijo a toda costa, después de haber realizado multitud de intentos infructuosos: ¿complicamos o no las cosas los seres humanos por nuestro egoísmo?

En el excelente libro de Lejeune vemos la oposición ciencia-ideología, por ejemplo, en la discusión sobre el falso concepto de pre-embrión: «Los partidarios de la no-humanidad de los seres más extraordinariamente jóvenes se esforzaban en utilizar un neologismo inútil, el término ‘pre-embrión’. Inútil científicamente porque, antes del embrión, sólo hay un óvulo y espermatozoides.» El Tribunal llegó a afear la utilización de este término en el litigio por parte de algunos de los especialistas (King y Robertson), que era contraria incluso a su propia práctica previa: ¿por qué en el proceso hablaban de pre-embrión cuando en otros trabajos científicos lo hacían de embrión? Obviamente, por puro interés ideológico.

Lejeune denuncia en varias ocasiones las posturas ideológicas anticientíficas: «¡Qué extraña miopía la de los especialistas en vanguardia: son capaces de descubrir la masculinidad o la feminidad del embrión en una sola de sus células, pero rechazan reconocer su humanidad!» En otro momento de su declaración, respondiendo a la pregunta «¿Declaró usted … que, en su opinión, el feto en cuestión era un ser humano?», el científico dijo: «No era ‘mi’ opinión. Lo que estaba diciendo era lo que enseña toda la genética. No hay ninguna duda de que es un ser humano.» Finalmente, en una nota a pie de página, cita un artículo de Cole y otros autores (Lancet, I, 1040, 1990): «De hecho, es falso, y un insulto contra la razón, considerar que el embrión humano es sólo un grupo de células totipotentes.» Ciencia pura.

Termino citando otra de las frases pronunciadas por Benigno Blanco en su discurso: «¡No hay razones para acostumbrarse al aborto y darlo por definitivo! Se puede recuperar un compromiso legal con el derecho a la vida y la abolición legal del aborto, como en su día se logró abolir la esclavitud, la tortura o la discriminación de la mujer.»

discurso

El Anteproyecto, en su actual redacción, supone un cambio histórico, pues demuestra que es posible salir de la inercia abortista y empezar a desandar el camino recorrido. Este hecho recuerda, junto al éxito de la Iniciativa Ciudadana Europea “Uno de Nosotros” (“One of us”), que la batalla por la vida es un combate cultural de alcance universal. Como dijera Juan Pablo II en el número 87 de la Evangelium Vitae, defendemos «toda la vida y la vida de todos», y en todas partes: desde las niñas abortadas por el solo hecho de ser mujeres hasta los torturados en Siria, desde los fusilados en China hasta los ahorcados en Irán, desde las mujeres asesinadas por la violencia machista hasta los niños que mueren al pisar una mina, desde los embriones congelados hasta las víctimas del terrorismo, desde los que mueren en el mar buscando un futuro mejor hasta los que mueren de hambre ante la indiferencia del opulento Occidente. Todas las vidas tienen un inmenso valor y nadie tiene derecho a destruirlas. ¿Puede haber mayor inhumanidad?

A raíz de este acontecimiento, acabo de releer uno de los libros más interesantes, emocionantes y humanos que jamás he leído. Se trata de un libro de contenido científico. Científico y, en parte, jurídico. Tiene, incluso, pasajes que demuestran el sentido del humor del autor. El humor poco o nada tiene que ver con la broma y el chiste fácil y recurrente. Está presente, precisamente, en las personas profundamente humanas y sencillas.

A pesar de lo dicho hasta ahora, he de confesar que la lectura me ha dejado un regusto amargo. Los hombres somos capaces de complicarlo todo, de hacer difícil lo que debía ser sencillo y natural. Nos dejamos llevar por prejuicios, modas o eslóganes, incluso contra nuestro propio bien. En aras de una supuesta autonomía libérrima, sucumbimos a nuestros caprichos y deseos momentáneos sin reparar en las consecuencias. ¡Cómo nos han engañado prometiéndonos una falsa felicidad y libertad absolutas! Al final, siempre aparecen el sufrimiento y las dificultades, precisamente aquello de lo que nos habían dicho que nos libraríamos.

El libro, que recomiendo encarecidamente, se titula ¿Qué es el embrión humano? Su autor, Jérôme Lejeune (1926-1994), fue Doctor en Medicina y Ciencias por la Sorbona y miembro de diversas Academias e instituciones científicas. Es considerado el padre de la genética moderna y la citogenética. Científico eminente, en 1959 descubrió la alteración cromosómica (trisomía 21) causante del Síndrome de Down. Estudió también los efectos de la radiación atómica en la genética. Fue nombrado experto de la Organización Mundial de la Salud (organismo de Naciones Unidas). Su meteórica y brillante carrera hacia el Nobel de Medicina se vio truncada por su defensa incondicional de la vida humana y su frontal oposición al aborto. Ésta se basó fundamentalmente en argumentos científicos y racionales, a pesar de las acusaciones que se le hicieron de querer imponer su fe en este ámbito -nos suena este argumento falaz que se repite recurrentemente, ¿no es cierto?-.

Evangelium Vitae

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