Entrevista a Joseph Mistrih, empresario en Alepo

´Aquí seguimos, bajo las bombas, porque no sabemos dónde ir´

España · P.V.
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10 febrero 2016
El primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, ha afirmado que son “entre 60 y 70.000 las personas que han huido de Alepo en dirección a Turquía”. Algunos analistas han comparado la violencia que sufre Alepo desde julio de 2012 con la batalla de Stalingrado tanto por su crudeza como por la importancia estratégica de la ciudad. Esta se divide en tres zonas, controladas respectivamente por el gobierno, los kurdos y los rebeldes, mientras la periferia noroeste está en manos del Isis. 

El primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, ha afirmado que son “entre 60 y 70.000 las personas que han huido de Alepo en dirección a Turquía”. Algunos analistas han comparado la violencia que sufre Alepo desde julio de 2012 con la batalla de Stalingrado tanto por su crudeza como por la importancia estratégica de la ciudad. Esta se divide en tres zonas, controladas respectivamente por el gobierno, los kurdos y los rebeldes, mientras la periferia noroeste está en manos del Isis. El gobierno de Damasco, apoyado por Irán y Rusia, ha lanzado últimamente dos nuevas ofensivas: la primera empezó el 16 de noviembre y trata de reconquistar la zona este de la ciudad; la segunda es de estos días y se dirige en cambio hacia el norte. Hablamos con Joseph Mistrih, cristiano de Alepo que antes de que estallara la guerra era propietario de una pequeña empresa turística.

¿Cómo está en este momento la situación en la ciudad?

Yo estoy en el centro de Alepo, controlado por el gobierno. En este momento la situación es trágica porque desde hace meses falta la electricidad y últimamente también el agua. Los terroristas han bloqueado todos los flujos hacia la ciudad.

¿Sus vidas corren peligro?

Desde las zonas conquistadas por los terroristas llueven bombas de mortero. El sábado hubo varias víctimas en el barrio cristiano. Un padre estaba buscando la manera de salvar a sus hijos, que se encontraban en peligro, pero nada más bajar a la calle una bomba cayó en el edificio. Él murió pero sus hijos quedaron a salvo.

¿Qué hacen para protegerse?

No hay nada que hacer, la gente huye. Los que resisten se quedan y los que no se van, pero no hay ningún país dispuesto a acogernos. La vida de los que huyen es muy dura, y muchos prefieren quedarse en casa a pesar del peligro. En todo caso, la gente rica ya ha abandonado el país. Quedan las clases económicas por debajo de la media y las totalmente pobres, que viven con ayuda de la Iglesia.

¿De qué viven?

A pesar de la guerra, a la ciudad llega de todo, pero los precios son altísimos. La guerra ha creado un nuevo empleo: aprovecharse de la gente. Una persona explota a otra y así puede sobrevivir.

¿De qué modo?

Por ejemplo, los que tienen provisiones de alimentos los esconden, esperando que suban los precios, y luego los ponen a la venta. De este modo ganan más. Además, para llegar a Alepo las mercancías tienen que superar varias barreras, y en cada barrera alguien gana con las tasas. Las mismas fábricas que producen en las zonas controladas por los terroristas tienen que pagar un impuesto para poder seguir produciendo.

¿Se quedará en Alepo o intentará irse?

No me gusta la idea de huir. Si hubiera querido ya lo podría haber hecho hace tiempo, al menos mientras no le caiga ninguna bomba a mi coche. Pero si me fuera, ¿luego dónde iría? No soy lo suficientemente rico como para encontrar un alojamiento seguro. En Alepo, con el dinero que me queda, puedo mantenerme, aunque cada día mis ahorros bajan. En cualquier caso, no excluyo en el futuro la posibilidad de mudarme cerca de Latakia, la ciudad de origen de mi mujer.

¿Tiene esperanzas en el futuro?

Es imposible prever lo que sucederá, porque Siria hoy es como un balón con el que las grandes potencias les gusta jugar.

¿Qué hace usted durante la jornada en una ciudad asediada?

Desde que empezó la guerra, mi pequeña empresa turística se quedó inactiva. Todavía tengo una copistería, pero la falta de electricidad nos hace la vida imposible. Así que durante la jornada me quedo en casa leyendo o voy a visitar a mis amigos.

¿Y sus hijos?

Tengo dos, uno de ocho años y otro de año y medio. El mayor sigue yendo al colegio, que consigue mantenerse abierto. Pero todas las mañanas tenemos miedo, pues han caído varias bombas en el instituto. En el jardín de la escuela hay tumbas de niños que han muerto durante las clases.

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