Apostamos por Europa
Desde las últimas elecciones de 2019 Europa ha tenido que afrontar retos de gran calado entre los que destacan la pandemia de COVID-19 y la guerra de agresión de Rusia a Ucrania. Ya en dichas elecciones se percibía un cambio de ciclo con la muerte del bipartidismo (populares y socialistas) frente al empuje de los partidos euroescépticos y populistas. Estos partidos, según las encuestas, pueden aumentar aún su representación.
Estas fuerzas llamadas “radicales” han pasado de querer salirse de la Unión a querer utilizarla para sus propios fines. Algunas han enarbolado la “bandera” del identitarismo afirmando que representan al voto de la tradición occidental, progresista o patriótico.
Vivimos un contexto mundial marcado por tendencias en muchos casos contradictorias: de un lado asumen protagonismo viejos y nuevos imperios (Rusia, China, Irán, etc) y de otro lado hay una tendencia a afirmar el valor de los Estado-nación. Afirmación que se hace en términos de soberanismo y aislamiento. La globalización, de hecho, ha dejado de ser la solución a todos los problemas. Asistimos a un cambio político y económico de gran calado. Muchos de los consensos están siendo cuestionados en Europa y en todo el mundo. Es un contexto multipolar sin un liderazgo claro.
Uno de los temas más polémicos y explotados políticamente es el miedo a la migración. Pero los extranjeros no nos hacen más débiles, sacan a la luz nuestra debilidad. En realidad lo propio de la tradición europea no es afirmar una identidad cerrada, una identidad que ha conquistado sus valores de una vez para siempre.
Sería un error dejarnos cegar por algunas dinámicas de confrontación política, buscadas para exacerbar nuestros sentimientos y demonizar al que piensa distinto sea de la “fuerza radical” que sea.
Son tiempos de reflexión, de debate plural sobre el cuestionamiento de lo que se consideraba incuestionable y lo que afecta a nuestro ideal común.
Por otra parte, la pandemia puso a Europa «frente al espejo» de su excesiva dependencia de la producción foránea en determinados bienes básicos y estratégicos. Uno de los sectores en los que la UE mostró menor capacidad de autonomía fue en el ámbito de la energía como se ha visto una vez comenzada la guerra en Ucrania.
Conviene recordar también que más de la mitad de la legislación que se aprueba hoy depende de la Unión Europea.
Durante estos cinco años el nuevo Parlamento y la Comisión han puesto marcha una agenda ambiciosa con el fin de afrontar la transición digital y medioambiental, los efectos de la pandemia (la vacunación ha sido un éxito también científico, y los fondos europeos han ayudado, sin duda, a la recuperación económica), se está realizando un gran esfuerzo para apoyar a Ucrania, Europa aún es un baluarte para defender el Estado de Derecho (Comisión de Venecia, por ejemplo) y los derechos de la persona (regulación de la Inteligencia Artificial).
Jean Monnet vuelve a mostrar la máxima a la que la Unión debe acogerse: «Europa se forjará en las crisis y será la suma de las soluciones adoptadas para afrontar esas crisis».
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