Antropología del yihadista. El enemigo explicado a los occidentales

Mundo · Rodolfo Casadei
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20 octubre 2015
Litigan, pero también bombardean al Isis. Los norteamericanos acusan a los rusos de atacar a los rebeldes anti-Assad más que a las fuerzas del califato, los rusos acusan a los americanos de hipocresía, por no haber atacado en un año de bombardeos de la coalición los centros neurálgicos del Isis que los rusos han puesto inmediatamente en el punto de mira. Pero el resultado conjunto es que la respuesta militar al Isis se ha intensificado. ¿Veremos pronto el ocaso del Estado islámico? ¿O caeremos víctimas del enésimo espejismo propagandístico, esta vez co-producción ruso-americana?

Litigan, pero también bombardean al Isis. Los norteamericanos acusan a los rusos de atacar a los rebeldes anti-Assad más que a las fuerzas del califato, los rusos acusan a los americanos de hipocresía, por no haber atacado en un año de bombardeos de la coalición los centros neurálgicos del Isis que los rusos han puesto inmediatamente en el punto de mira. Pero el resultado conjunto es que la respuesta militar al Isis se ha intensificado. ¿Veremos pronto el ocaso del Estado islámico? ¿O caeremos víctimas del enésimo espejismo propagandístico, esta vez co-producción ruso-americana?

Domenico Quirico sacude la cabeza: “El Estado islámico puede haber huido del territorio a caballo entre Siria e Iraq, pero seguramente renacerá en otra parte”, asegura el periodista italiano que estuvo cinco meses secuestrado por combatientes yihadistas en Siria. “Al Qaeda era una estructura vertical: al atacar la cabeza, los tentáculos perdieron fuerza. Pero el Isis es un mecanismo de relojería creado para estar en movimiento perpetuo: si fuera cierto que los iraquíes han atacado a Al-Baghdadi y a los que le rodean, todo seguiría igual que antes. Nombrarían a un nuevo califa y volverían a empezar a luchar para defender y ampliar el califato. Para hacer la revolución, para llamar a las masas a combatir, no hacen falta doctrinas complicadas, basta con una palabra. Y la palabra, en este caso, es califato”.

Así que habrá que prepararse para un largo periodo, empezando por entender a quién tenemos delante. Después de todo, aunque no fueran militantes del Isis, los rebeldes sirios islamistas con los que Quirico pasó cinco meses de compañía forzosa eran personas a las que “les brillaban los ojos cuando se hablaba de califato”. Todos los yihadistas, desde el salafista hasta el de Al Qaeda pasando por el del Isis y los Hermanos Musulmanes, viven el sueño del renacimiento del califato. La diferencia es táctica, el objetivo estratégico es el mismo. Eso no elimina la posibilidad de enfrentamientos internos, de hecho hay más odio en la lucha por establecer a los verdaderos representantes de la ortodoxia que contra el enemigo externo. Quirico lo dice con una cita: “Es como el ‘Homenaje a Cataluña’ de George Orwell: hay más odio entre las formaciones comunistas, trotskistas y anarquistas, que tienen en los franquistas al enemigo común, que entre las fuerzas republicanas y sus adversarios que luchan a las órdenes de Franco”. Por tanto, no hay que sorprenderse de que el Isis, Jabhat al-Nusra, Ahrar al-Sham, etc se masacren entre ellos aun teniendo el mismo objetivo final.

Después del terrorismo, el estado

Dicho lo anterior, la seña de identidad y los rasgos antropológicos más destacados del yihadista al que temer son los siguientes: “Ante todo, la guerra santa global es un fenómeno generacional. Los combatientes son todos jóvenes, no hay viejos entre ellos. En segundo lugar, todos están dispuestos a morir, la posible pérdida de la vida les es completamente indiferente. Lo que les anima no es un espíritu aventurero juvenil, como dicen algunos, sino la voluntad de matar y la disponibilidad a morir por Dios. La guerra es Dios: os aseguro que no hablan de otra cosa. Por tanto, tengamos siempre presente la motivación religiosa. Los combatientes yihadistas, del Isis y de otros grupos radicales, no son gente que use la fe islámica para objetivos políticos o de poder personal, para enriquecerse o hacer carrera: son creyentes convencidos de ser los únicos musulmanes auténticos, creen ser los instrumentos físicos de un Dios que es inmanente en la historia y que a través de ellos realiza su designio providencial. Se conciben como la mano con que Dios actúa en la historia. La tercera característica que me llama la atención es la cancelación de la biografía personal. Es inútil preguntarse quiénes son, de dónde vienen, qué hacían antes de empezar a combatir. Fuera lo que fuera –hay gente de todo tipo, del desempleado al ingeniero, del mendigo al joven de buena familia– no importa en absoluto, se ha eliminado de su identidad. No tienen un pasado, no tienen ya afectos. Con como páginas en blanco sobre las cuales se ha impreso un código identificativo totalmente nuevo”.

Quirico quiere que se deje de llamar “terroristas” a los militantes del Isis: “El califato representa la superación de la fase terrorista del islamismo. Con sus armas combaten una guerra convencional, con asaltos y batallas; sus dirigentes administran la justicia, los servicios públicos, el ministerio fiscal en un determinado territorio. Los términos de la guerra asimétrica se han cambiado. En los tiempos de Al Qaeda los terroristas usaban sus escondites para atacar a nuestros estados; ahora gobiernan un territorio mientras nosotros nos escondemos y atacamos desde lo alto con drones. Quieren reconstruir el califato dentro de las fronteras que en un tiempo tuvo la dinastía abasida y más allá, pero no son fanáticos que piensan que viven en el medievo. Al declarar que para el Isis ‘no hay sitio en el siglo XXI’, Barack Obama ha demostrado que no ha entendido nada del fenómeno. El califato es el corazón oscuro del siglo XXI y su principal problema. Representa un importante intento de construir un estado totalitario que, como todo estado totalitario, divide a las personas en dos categorías: las que tienen derecho a vivir y las que deben ser eliminadas. El estado totalitario actúa en función de principios higiénico-sanitarios: hay categorías de personas impuras, que hay que eliminar como las bacterias de una enfermedad, y categorías puras que hay que preservar. Antes de todo, hay que hacer limpieza dentro del mundo musulmán, eliminando físicamente a los herejes, como los chiítas, y luego a los “falsos” musulmanes, que serían los musulmanes sunitas que no practican la versión wahabita o salafita del islam. Mis carceleros les llamaban ‘musulmanes astutos’, contaminados por el consumismo y el materialismo de Occidente”.

Más allá del tiempo y el espacio

No se puede entender la filosofía de los autores del califato sin identificarse con sus conceptos de tiempo y espacio, muy distintos de los nuestros. “Hay muchos islam distintos en el mundo, el del Isis no es la única versión pero todos tienen en común la misma concepción del tiempo histórico. Mientras los occidentales tenemos una concepción lineal del tiempo histórico, y lo interpretamos como un progreso sin solución de continuidad desde el medievo hasta la Edad contemporánea, para los musulmanes el presente es la edad de la miseria, mientras la edad de oro queda a sus espaldas y coincide con el apogeo del califato, cuando Europa quedó sumida en las tinieblas que siguieron a la caída del Imperio Romano, en un mundo privado de instituciones reconocidas y presa de la violencia, donde la cultura se retiró y sobrevivía en los monasterios cristianos. Orden, progreso, civilización, esplendor pasaron a caracterizar al mundo musulmán, hasta el punto de que se podía escribir que las caravanas entre Tombuctú y La Meca esparcían polvo de oro a lo largo de su camino. Luego vinieron el declive, el colonialismo, la abolición del califato, la complicidad de los gobiernos déspotas de los países descolonizados con sus antiguos colonizadores, las humillaciones de Abu Ghraib, etcétera. Ahora ha llegado el momento de invertir el movimiento de la historia para volver al esplendor del califato. Una tarea a la que no se dedican algunos fanáticos que viven fuera de su tiempo sino mentes refinadas convencidas de que este es el momento adecuado. Occidente nunca ha sido tan débil, no materialmente sino de alma. Las armas no faltan, pero ningún otro líder se atrevería a declarar una guerra para acabar con el Isis, porque sus electores no soportarían la visión de sacos de cadáveres con los caídos”.

Luego está la cuestión espacial. “Nosotros razonamos en términos de escenarios de conflicto separados. Ahora toda la atención se centra en Siria, lo que hace Boko Haram en África no importa nada a nadie, de Libia solo se habla por los problemas de inmigración. Pero en el proyecto revolucionario del califato, todas las acciones están ligadas entre sí, ya se trate del asalto a un pueblo en Nigeria o una emboscada al ejército egipcio en el Sinaí. La globalidad territorial del proyecto del califato, la unidad de los escenarios se nos escapa. No es que Al-Baghdadi coordine los ataques desde Mosul, no: es una coherencia íntima del proyecto lo que se manifiesta, por lo que cada golpe aumenta la masa crítica del califato global. El califato es el nuevo estado que destruye a todos los estados, es la globalidad del verdadero Dios lo que elimina las fronteras. El primer acto del Isis en el poder fue la eliminación de las piedras fronterizas entre Siria e Iraq, símbolo del viejo orden colonial y post-colonial”.

Literatura y kalashnikov

Los yihadistas miran atrás, al espléndido pasado islámico, pero no desdeñan aprender de las experiencias políticas revolucionarias de los infieles. “Durante mi secuestro sirio, durante un cierto periodo fui prisionero de Jabhat al-Nusra. Su jeque me enseñó un libro de Abdullah Azzam, un profesor palestino graduado en la universidad de Al Azhar que fue mentor de Osam Bin Laden. En ese libro el autor demostraba ser un maniático devorador de literatura revolucionaria marxista. Retomaba el concepto de Komintern como organización para unificar todas las iniciativas yihadistas del mundo, la estrategia maoísta de las bases rojas, es decir, zonas remotas para poner bajo el control total de la organización y preparar allí los desafíos al poder central del futuro, como hacía Mao cuando Chiang Kai-shek era demasiado fuerte. Estamos ante personas que muestran una gran ductilidad intelectual, no ante anacoretas medievales”.

Una última ilusión europea que hay que quitar de en medio es el optimismo de quien señala que la mayoría de los musulmanes no está alineada con el Isis. “Razonar en términos de mayoría y minoría en el islam de hoy es totalmente engañoso”, afirma Quirico. “Pedir a la mayoría musulmana moderada que manifieste su desacuerdo con la minoría violenta es algo que se puede hacer aquí, en Europa, pero sin duda no en los barrios populares de Túnez o El Cairo, por no hablar de Mosul. Es verdad, la mayoría de los musulmanes está formada por moderados y gente que solo intenta vivir, pero para imponer a la minoría violenta que acepte el principio de la convivencia pacífica entre credos religiosos distintos habría que convertirse en anfitrión de mártires. En Alemania, la mayoría absoluta de los alemanes no era nazi, pero terminaron muriendo millones en los campos de batalla por el nazismo. La minoría no se someterá a la mayoría, nos lo tenemos que meter en la cabeza. También porque estas mayorías se deshacen con facilidad: en Bosnia, un país de islam muy moderado, noté en pocos años una tendencia acentuada hacia el islam radical, favorecido por la corrupción política, la pobreza, la financiación de los países del Golfo; en Mali los tuareg, que siempre han mezclado islam y animismo, se convirtieron en yihadistas salafitas en pocos años para vengarse de los daños sufridos por el gobierno de Bamako. En los países musulmanes donde hay guerra no se cuentan las cabezas sino los kalashnikov: el que no lo tiene vale lo mismo que un insecto, se le puede cazar en cualquier momento”.

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